El Hunter sigue tumbado. Parece estar más cómodo, tiene la mano derecha puesta bajo la nuca y la pierna izquierda con la rodilla levantada en un ángulo de noventa grados. Su respiración es suave y acompasada. Solo descansa.
Me acerco a él sonriendo. Le susurro al oído.
-Me debes un nombre.
Me separo un poco. No se ha movido un ápice, ahora tiene los ojos entreabiertos, como sospechando, me mira.
-¿Me vais a liberar?
-No, no, tan fácil no. No te vamos a dejar suelto. Seguirán con tus tareas y seguirás atado, pero no a una columna. Dormirás atado, pero en mi casa, seré tu custodio y en mí caerá la responsabilidad. Habrá vigilancia fuera. Hemos llegado a la conclusión porque creo firmemente que no vas a escapar, y si lo haces, hay vigías en cada una de las puertas de salida. Y si alguien te mata cuando intentas escapar, eso no nos convierte en cazadores, ni en asesinos, solo en defensores y sabremos a ciencia cierta que no podremos confiar en ti.
El Hunter cierra lo ojos y se da la vuelta para, ahora sí, dormir y descansar.
-¿Pero cómo puedes dormir después de esto? -Le pregunto, sensiblemente alterada.
-Sabía que confiarías en mí, sabía que me defenderías. Noto en tus ojos algo de fe que creía perdida tiempo atrás.
Me levanto enfadada.
-No te lleves a engaños. Mañana volverás a trabajar, estés recuperado o no.
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Solos en la eternidad: el mundo tras la pandemia.
AdventureTodas las personas de más de veinte años han muerto. Nadie sabe cómo ni por qué. Elisabeth vive en un pueblo abandonado de la sierra con su grupo de supervivientes. Intentan resistir en un mundo destrozado tras la pandemia.