26 Vaho en las ventanas

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Regresamos al almacén en el que estaba trabajando antes del incidente de la valla. El grupo mira extrañado al Hunter (aún no está socializado; le va a costar trabajo y tiempo llegar a que confíen en él; va a tener que esforzarse aún más, tendrá que potenciar su amabilidad innata, su civilización, su alegría ante la desesperación). Le digo al grupo que son órdenes de Robert (ya me inventaré después una explicación ante él, o quizás ya sea mejor contarle la verdad, pero eso es imprevisible para el objetivo y el ecosistema de La tribu).

Trabajamos el resto del día sin problema, la mirada que me dedica El Hunter es de agradecimiento. Y lo hace cada vez que estamos a menos de un metro de distancia, colocando  la verdura en los estantes, recopilando el material que nos acabaremos comiendo en el círculo.

Agotados, llegamos a casa. Aún quedan unas horas para comer, pero ya hemos terminado las tareas del día. A través de la ventana se ve una luz tenue y agradable. Los cristales tienen una capa pequeña de vaho alrededor. No sé de dónde puede salir, no hace calor. Es un fenómeno natural extraño e imposible.

El Hunter se tumba en el sofá. Está cansado. Lo noto en su cara aquejada, pero él no dice nada, tan solo me mira, agradecido por la libertad eventual. 

-Aún no me has dicho cómo te llamas -le digo de espaldas.

-No te lo he dicho porque no es importante, solo es un nombre del pasado. A ti, Elisabeth, ¿te define?, ¿te sirve para algo? Te respondo yo, no, en ningún caso. Eso ya queda en el pasado. No nos dice nada, ni nos dejará mirar al futuro.

-Pero es que yo no quiero solo mirar al futuro, quiero recuperar el pasado, quiero volver a recuperar parte de la vida perfecta que teníamos y que ha desaparecido de un plumazo.

-Pues ya no llegará, no volverá ni la alcanzaremos. Tan solo es una parte de nuestro recuerdo. Es imposible que sepamos construir una sociedad como la que teníamos, nos creíamos unos chavales inteligentes y preparados, pero el conocimiento de la sociedad, de la realidad reside o residía en la gente mayor y en el conjunto de la sociedad. Solo esa sociedad grande, mayor y globalizada tenía capacidad para mantenernos en la  sociedad burbuja en la que estábamos, ahora es imposible que vuelva, ni somos ni tenemos el conocimiento y la globalización para hacerlo.

Miro por la ventana, la bruma acristalada de ha disipado. Solo queda un horizonte cada vez más oscurecido.

-Me niego a creerlo, no es así. Podremos salir. Y, para ello, necesitamos seguir con nuestros nombres y nuestras ilusiones. Quizás no sea como antes, pero será, porque la otra opción es el precipicio. 

El Hunter se levanta y mira por la ventana. Se apoya en el alféizar interior de madera que hay en la base de la ventana. Reposa su cabeza en el cristal. El cuerpo lo sitúa en escorzo sobre la pared. Su figura emana melancolía y pensamiento.  

  

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No lo veo moverse, no lo veo acercarse, no lo veo ni lo escucho ponerse detrás de mí. No veo cómo me abraza por la espalda ni veo cómo sus manos se me ponen en el vientre. Ni veo ni huelo ni siento cómo me empieza a acariciar. No notos sus dedos en mi nuca. 

Solo noto cómo todo el vello de mi cuerpo asciende al infinito y llega al cosmos y, luego, regresa a la tierra en forma de cubito de hielo ardiendo. 

El cristal de las ventanas se empaña del todo.

Solos en la eternidad: el mundo tras la pandemia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora