12. Está encadenado

137 1 0
                                    


Está en silencio. No hay ruido de pisadas, ni de cadenas tintineando. Nada. Lo primer que veo al entrar es su melena rubia sobre sus ojos cerrados. O quizás los tenga un poco abiertos. Desde la puerta es imposible saberlo. Me fijo en su pecho, lleva los botones de arriba de la camisa abiertos. Tiene una chaqueta de ante marrón y unos pantalones tejanos desgastados. Botas de militar con puntera reforzada. Respira. El pecho se hincha y relaja suave, levemente. Está dormido, o hace que duerme. Pongo con suavidad un pie delante del otro y me acerco a dos metros. Estoy de pie al lado de una silla desvencijada de madera. La cojo y e siento. Cuando le vuelvo a mirar palidezco. No le he oído moverse, pero ahora me mira fijamente. Parte de su pelo le cae aún sobre los ojos, se los tapa en parte. Tiene una mirada gélida, como quien ya ha asumido el deshacerse del mundo ante sus pies de barro. Noto cómo se me erizan los vellos del brazo. Dudo si decir algo o no decir nada. Opto por no decir nada.

-¿Estás cómodo? -Mierda, he hablado y encima he dicho una tontería. Me muerdo el labio. 

Pasan unos segundo y, ojo.

-Podría estar mejor -dice y sonríe, el muy cabrón.

Callo la boca y espero a que pase el tiempo. De vez en cuando le miro, aún mantiene su vista en mí. 

Llega Andrés y me da el relevo. No me dice nada, ni me mira. Llega hasta el Hunter y le da un bofetón. 

-¡No lo hagas, le digo!

-Vale, me responde sin mirarme.

El Hunter no dice nada.

Marcho. De camino a casa la cabeza me pesa como nunca. Solo pienso en lo mal que lo puede estar pasando El Hunter con Andrés como compañía.

Al menos, no ha gritos. O no los escucho.


Solos en la eternidad: el mundo tras la pandemia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora