Robert ya está en mitad de plaza esperando a que lleguemos los veintitrés. Vamos poco a poco. Algunos en silencio, otros hablando en grupos. Discuten sobre cuál es la mejor decisión. Noto fisura en La Tribu. Parece que solo yo tengo frío. Quizás también lo tenga Anghara, somos muy parecidas en esto. Aún no ha llegado. Andrés viene acompañado de dos de sus mejores amigos, sonríen coo si se estuvieran contando algo gracioso. Me mira de reojo al pasar a mi lado. Noto producirse algo dentro de mí, una sensación rara, extrañan, que me recuerda a la antigüedad, a cuendo me enfadaba con mi madre; es como si me quemara algo por dentro a la altura del estómago, luego se me hormiguearan los brazos y tuviera ganas de vomitarlo todo. Pero no solo ganas de vomitar, sino de insultar.
Ya estamos casi todos en círculo. Robert nos cuenta.
-Falta Anghara -le grito.
-Bien, esperamos.
Pocas cosas hay más frías que el sol mentiroso de la tarde avanzada. Parece que te va a calentar, pero hace lo contrario, te hiela hasta los huesos. El sol de la tarde enfría como un mal recuerdo de la infancia. Nuestra única historia es la infancia.
Anghara llega desolada, con ojeras repentinas y negras. Es como si hubiera querido suicidarse de nuevo, o como si estuviera planeándolo. Tengo que estar atenta. Robert comienza a hablar. Las reglas del ágora son que solo habla el que está en el centro y tiene que hacerlos sin gritar y girándose para que todos en el círculo que le rodea puedan escucharle en igualdad de proporción; que todos nos miremos a los ojos el mismo tiempo, o equivalente. Esquivamos así debates a dos, o diálogos a gritos, o monopolios conversacionales.
-Bien -comienza a decir Robert mientras se gira lentamente -, ya todos sabéis que teneos un Hunter en el pueblo. Lo ha traído la última expedición recolectora. El motivo de este cónclave único es cómo nos defendemos de esta situación. No rompemos el círculo hasta que no salgamos con una idea, un plan o una pauta.
Se unió al círculo. Entró Andrés.
-Antes de decir algo interesante, voy a opinar. Creo que no deberían habernos puesto en peligro con un Hunter cuyo grupo o habilidades personales desconocemos. Puede que se comunique con sus Cazadores silbando o que los haya traído hasta aquí o que ahora se esté soltando y que se esté armando para reducirnos a todos al fango. Creo que el mejor plan es sacarlo, llevarlo lejos, al menos dos montañas al norte y matarlo. O llevarlo muerto desde aquí si podemos cargar con él.
El fuego en mis vísceras sube hasta llegar a quemarme la lengua. Andrés se despide del centro, vuelve al círculo y Robert da paso al siguiente hablador. Anna, una de las más jóvenes, tiene el pelo que le llega a la cintura, seria, buena recolectora.
-Me parece que lo mejor es prepararnos para lo peor. Pero no podemos deshacernos de él, bien empleado es otro arma con el que disparar, ya sea negociando o de cualquier otro modo. Lo vamos a tener vigilado, observado (algo aprenderemos de él) y atado, así que no tendrá mucho consumo dentro del pueblo. Propongo quedarnos y aprender. Tiene cara y manos de ser de ciudad, así que puede enseñarnos a mucho cómo está la situación en las ciudades. No sabemos casi nada de lo que hay fuera del valle desde que somos Tribu, desde que estaos solos. Aprenderemos de él, además, tiempo a ejecutar y convertirnos en cazadores, tenemos.
Anna volvió al círculo. Hubo varias intervenciones más, casi todas enfrentadas. Había una evidente división en el grupo. Solo podríamos ejecutar una salida votando. Y así sería.
El voto es en voz alta, desde el círculo y precedido de una intervención lenta defendiendo la situación de cada uno y la mejor salida para La Tribu.
El recuento de votos va parejo y yo cruzo los dedos. No quiero que seamos asesinos. Once a favor de quedarse y once a favor de llevarlo ultravalla. Decide Robert, nunca nos había pasado. Resopla desde su posición. Nunca lo había visto confuso. Mis dedos me empiezan a doler, también las piernas y la cabeza a la altura de las sienes.
-Posponemos el tiempo. Dejamos aquí al Hunter. Nos dividiremos en tandas de vigilancia
Sonrío. Y mi sonrisa parece haber enfriado con hielo el fuego que me ardía por dentro. Veo a Andrés furioso avanzar a trompicones hacia su casa, apartando con el brazo a todo el que se cruza en su camino.
Robert me señala. Se acerca.
-Tú serás la primera, vigilarás tres horas después de la cena. Has sido su más fervorosa defensora, eso creo, así que en tus hombros recae la primera tarea.
Miro el suelo, e fijo en él por primera vez y lo veo embarrado a pesar de que no ha llovido en todo el día. Por dentro, el hielo se derrite de nuevo.
Voy a ver al Hunter.
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Solos en la eternidad: el mundo tras la pandemia.
AdventureTodas las personas de más de veinte años han muerto. Nadie sabe cómo ni por qué. Elisabeth vive en un pueblo abandonado de la sierra con su grupo de supervivientes. Intentan resistir en un mundo destrozado tras la pandemia.