Me miro en el espejo y veo las ojeras bajo mis ojos hinchados. Suspiro, agarro el maquillaje y oculto que anoche tampoco pude dormir bien. Burlo la mirada vacía que me mira en el reflejo y pongo la sonrisa que le muestro a todos los demás para que no me hagan preguntas. Miro por última vez y hago de cuenta que me creo que estoy bien. Ya estoy bien. Me pongo la campera de jean que uso desde que tengo memoria y salgo de mi cuarto.
Al pasar por el comedor veo que no hay nadie, supongo que siguen durmiendo. Me subo en mi auto y manejo hasta el Centro de Salud y Rehabilitación Auller. Caminando por los pasillos, me cruzo con Rinha, una señora de ochenta años que se conserva en la juventud.
-¡Me alegro de volverte a ver Nevaeh! Me estoy acostumbrando a verte tan seguido. Hasta te veo más que a mis nietos – me dice sonriendo.
-No te acostumbres tanto, esta semana empiezo las clases y no voy a poder venir tan seguido – la sonrisa de mi cara se desvanece mientras me doy cuenta que es verdad.
-No te preocupes linda, él lo entiende. No es como si no fueras a venir nunca más.
-Sí, lo sé. Pero igual duele saber que no voy a poder verlo tanto como quisiera.
-Ya, ya. Él va a seguir estando aquí esperándote – Dice mientras limpia una lagrima que había empezado a caer por mi mejilla - A ver si la próxima conoces a Kaev, no lo digo porque soy su abuela, pero es muy lindo y seguro que te puede dar un par de alegrías.
- ¡Rinha! - exclamo asombrada por sus ocurrencias, ella se aleja de mi riéndose.
Mientras busco la habitación correcta, varios trabajadores me saludan, pero cuando veo el numero 173 siento que no hay nadie alrededor mío. Estoy solo yo, frente a la puerta. Escucho mi respiración alternada con el sonido de las máquinas que lo ayudan a mantenerse con vida. Tomo el pomo y abro lentamente.
- Hola papá. ¿Cómo estás? – es lo primero que pregunto, aunque sé que no me va a responder – Anoche tampoco pude dormir bien, siento que todo es mucho. Ayer llamaron del Trinity, el colegio de Maeve, dicen que se la pasan retándola, que no presta atención en clase y que siempre la agarran en peleas con otros niños. Mamá dice que es una rabieta de la edad, pero ambos sabemos que no es así. Y Maeve no me deja acercarme a ella, cada vez que le hablo me grita que la deje en paz. Por favor papá, necesito que despiertes, que estés bien, necesito saber cómo ayudarla.
Le hablo a papá durante un rato hasta que me doy cuenta que es hora de irme. Me seco las lágrimas que siguen cayendo y le doy un beso en la frente.
– Te quiero papá, nos vemos el lunes.
Salgo del centro y miro la hora, Sofía y Jayden ya me deben estar esperando para almorzar como todos los sábados. Respiro profundo y me calmo antes de arrancar el auto y manejar hasta su casa. Toco timbre y, antes de darme cuenta que ya está la puerta abierta, tengo a mis dos mejores amigos tirando de mi para entrar.
- ¡Dios, estábamos muertos de hambre, tardaste mucho en llegar! Casi me como un brazo de Jayden por tu culpa – Así de exagerada puede ser Sofía.
-Estoy segura que te lo quieres comer y no hablo de su brazo – le susurro cuando paso por su lado para sentarme a comer, haciendo que se ponga colorada.
Sofi está enamorada de él desde que lo conoció, jamás se animó a decírselo directamente y no estoy segura de sí él se lo imagina o no. Hace un par de años, Jay Jay le ofreció de vivir juntos y ella no supo, o no quiso, negarse. Claro que él lo ofreció desde la inocencia de la amistad y ella, a pesar de que le dije un millón de veces que no era buena idea por sus sentimientos hacia él, aceptó porque está enamorada. Lo único que espero es que, pase lo que pase, podamos seguir siendo amigos.
Ya sentadas en la mesa, hablamos sobre el nuevo año universitario, mientras esperamos que nuestro amigo llegue con la comida. Ignoraba el hambre que tenía, hasta que el olor a lasagna recién hecha entra por mi nariz y se me hace agua la boca. Cierro los ojos e inhalo profundo para disfrutar más del olor que proviene de la cocina, Jayden es el que mejor cocina de los tres ya que está dos años más avanzado que nosotras.
-Cielo, parece que estás a punto de tener un orgasmo – una voz de hombre me hace saltar del susto rompiendo la magia.
-Jay Jay me asustaste! – digo riéndome – Pero el orgasmo lo voy a tener mientras como esta delicia – señalo el plato de comida que tengo delante.
El resto de la tarde la pasamos mirando películas, como hacemos todos los domingos después de mi visita al centro. Cuando llegan las ocho me doy cuenta que es hora de que me vaya a casa a cenar e intentar dormir algo antes de empezar las clases.
El lunes por la mañana mis ojeras no están mejor. Creo que, si no fuera por el maquillaje, me confundirían con un zombie. Me pongo el pantalón negro del uniforme, una remera blanca y mi campera de jean. Guardo en una mochila la filipina y salgo del cuarto.
-Buenos días – digo esperando una respuesta de mi hermana que nunca llega, la que responde es mi mamá.
-El desayuno está en la mesa.
Café. No me gusta el café y Maeve no toma porque es chica. Resignada ante la poca atención de mamá, tomo dos tazones del armario y preparo cereales con leche para ambas. Se lo entrego y lo come en silencio.
- ¿Vas a ir al centro hoy? – escucho decir a mamá.
-Sí, quiero aprovechar antes de tener mucha tarea.
-Llévate la bolsa que está en la puerta, son cosas para donar – dice sin mirarme a la cara y se va.
Luego de limpiar lo del desayuno y de acompañar a Maeve a la puerta del colegio, camino al que va a ser mi tercer año en el Instituto Henry Mestel, el lugar de donde surgen los mejores chefs del mundo. Hoy empiezo con repostería III, una de las materias que más me gustan y a la vez mas odio porque nunca me salen las cosas como deberían salirme. Lo peor es que este año es la materia que más tiempo me ocupa, aparece en mi calendario tres veces por semana. Los lunes toda la mañana, los miércoles a primera hora y los viernes en la segunda. El resto de las materias de este año no me molestan, es decir, no soy una chica diez, pero me defiendo. Las que más me gustan son nutrición y panadería. Y luego hay materias como cocina internacional, nutrición y organización de eventos, que las hago porque son parte del programa de tercer año, pero me dan igual.
Cuando llego a clase, me encuentro con Sofía durmiendo con la cabeza apoyada en la mesada, que se despierta sobresaltada cuando escucha el portazo que pega el profesor al entrar al aula.
-Cuando llegaste? – me dice con cara de dormida.
-Recién – respondo riéndome, en silencio, de su cara de dormida.
El profesor se presenta como "Chef Neiken Ovier" y nos dice todas las reglas de seguridad que ya sabemos de memoria, pero repite por protocolo del primer día. Nos cuenta las modalidades de trabajo y que espera que practiquemos más que otros años en nuestras casas. Por último, antes de empezar con la primera receta del año, nos dice que su ayudante hoy no se pudo presentar pero que iba a estar la próxima clase para ayudarnos.
-Escuche que el ayudante es un alumno que se recibió el año pasado con las mejores notas desde el mismísimo "Chef Losen" – Sofía interrumpe la poca atención que le estaba prestando el profesor – y no es la mejor parte, me dijeron que es arte para la vista.
-Venimos a aprender, no a enrollarnos con el ayudante del profesor – le respondo a mi amiga rodando los ojos.
-Eso dices ahora, vamos a ver a quien se le caen las bragas primero cuando lo veamos.
¹Nevaeh: Nombre moderno, del inglés heaven, "cielo", escrito al revés.
²Filipina: Camisa que usan los chefs
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Una pizca de amor
RomanceNevaeh ya no confía en si misma, entonces llega él para ayudarla a recordar quien es y descubre que cocinar no solo tiene que ser seguir recetas, también tiene que ver con el amor.