Cuando entro a casa, no veo a nadie. Quiero hablar con mamá, así que me acerco a su cuarto, rogando porque esté ahí, si no, no sé dónde podría buscarla. Me quedo parada frente a su puerta, no recuerdo cuando fue la última vez que entré a su habitación por decisión propia, siempre entro para dejarla en su cama y luego salgo. Toco suavemente la puerta, pero no me responde. Tomo el picaporte y entreabro la puerta.
- ¿Mamá? – la llamo entrando lentamente.
Me la encuentro en la cama acostada, completamente dormida, por eso no contestaba. Tiene un libro cerca de su mano, se debe haber quedado dormida leyendo. Me acerco a ella, dejo el libro en su mesita de noche y la cubro con una manta.
- ¿Nevaeh? – dice en un susurro.
-Sí, te quedaste dormida leyendo. Te estaba tapando para que no te enfermes.
-No tienes que cuidar de mí, nunca debiste hacerlo – dice con voz de sueño – lo siento mucho.
Me quedo como piedra, no esperaba esto.
-No me dejaste otra opción – digo mirándola fijo.
Aparta la vista y se acomoda para quedar sentada contra el respaldo de la cama.
-Lo sé – dice con la voz entrecortada – y de veras lo siento. No supe cómo comportarme, no supe ser una madre y estoy muy arrepentida de todo lo que te hice pasar.
Asiento con la cabeza, aceptando sus disculpas. Por mucho que haya sufrido sola durante varios años, es mi mamá, necesito perdonarla.
-Está bien mamá, ya es pasado. Pero necesito que seas una madre para Maeve. Por mucho que yo la cuide y esté detrás de ella para saber que está bien, soy su hermana.
-Lo sé, lo voy a intentar – suelta un suspiro y aparta la mirada hacia la pared – ayer fui a visitarlo...
-Te vi.
- ¿Cómo? – pregunta asombrada.
-Siempre que tengo la tarde libre paso por el centro de salud para verlo. Ayer cuando llegué tú estabas en su habitación, así que me fui al estacionamiento hasta que te vi salir. Supuse que querrías privacidad para hablar con papá.
-Sí, tenía mucho que hablar con él y mucho por lo que disculparme – toma mi mano – lamento mucho no haber ido antes y haberte dejado sola con todo.
-Deja de disculparte, ya no se puede cambiar lo que paso.
Me sorprende dándome un abrazo, pero más me sorprende responderlo con ansias. ¿Cuándo fue la última vez que abrace a mi mamá? Mi pecho se hincha y respiro absorbiendo su olor lo más que puedo. Siento su cuerpo temblar y sé que está llorando. La estrecho con fuerza, recuperando todos los abrazos que perdimos durante estos años. Después de unos minutos, nos soltamos y la miro a los ojos.
-Deberías hablar con Maeve – le digo – no te lo va a poner fácil, pero deberías hacerlo.
Me retiro a mi habitación, dejando la puerta abierta para poder escuchar que pasa afuera. Siento los pasos de mi mamá caminando hacia la puerta de mi hermana. Se detiene y toca la puerta. La llama por su nombre, pero no le responde. Vuelve a tocar y escucho como abre la puerta y después se cierra. No vuelvo a escuchar nada, supongo que Maeve no la echo de su cuarto. Espero que todo salga bien. Me acuesto en mi cama y duermo una siesta, después del día de ayer con Kaev, la necesito de forma urgente.
Dos horas después, cuando me despierto, la casa está en completo silencio. Salgo de mi habitación e intento escuchar algo, pero no siento nada. Me acerco al cuarto de Maeve y abro la puerta. La imagen que me encuentro me saca una sonrisa de felicidad, creo que las cosas pueden mejorar. Mamá esta acostada boca arriba y mi hermana acostada con la cabeza en su pecho abrazándola por la cintura. Decido unirme a la imagen, acostándome detrás de Maeve. Ambas se remueven y se despiertan, encontrándome acostada con ellas.
- ¿Quieren ver una película? – pregunto – puedo hacer algo rico para comer.
- ¡Si! – la emoción de Maeve me conmueve, espero de verdad que mamá haga las cosas bien esta vez - ¿Puedo ayudarte?
-Claro.
Nos levantamos las tres de la cama y nos dirigimos hacia la cocina. Preparo pizza casera para cenar y planeo hacer unos volcanes de chocolate para comer de postre con helado de crema. Maeve se queda siempre al lado mío ayudándome a pesar los ingredientes, amasando o solo mirando. Mamá está sentada en la mesa de la cocina con un vaso de cerveza entre las manos. La miro con desconfianza, pero con una mirada y un asentimiento de cabeza me promete, en silencio, moderarse. Me ofrece un vaso y lo acepto. Le enseño a Maeve a amasar la pizza y cuando lo entiende la dejo a lo suyo, sentándome en la banqueta al lado de mamá.
-Entonces... – dice – ¿cómo se llama tu novio?
-Kaev.
- ¿Dónde lo conociste?
-Es el nieto de una mujer del centro de salud con la que solía pasar tiempo antes de que muera, ella me ayudó muchísimo con todo lo de papá. Además, es el ayudante del profesor de repostería.
- ¿Lo quieres?
-Mucho – suspiro – es muy bueno y me hace feliz. También me está ayudando a practicar un poco antes de los exámenes.
-Me alegro mucho, cielo – sonríe en mi dirección.
Vuelvo con mi hermana y termino de cocinar la cena. Nos sentamos en el sillón del living, frente a la televisión y miramos una película mientras comemos. Por primera vez en mucho tiempo nos comportamos como una familia, es agradable. Comemos el postre entre risas al ver a Maeve con toda la cara embarrada de helado y chocolate.
Pudo haber sido una de las mejores noches de mi vida, pero entonces sonó el teléfono.
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Una pizca de amor
RomanceNevaeh ya no confía en si misma, entonces llega él para ayudarla a recordar quien es y descubre que cocinar no solo tiene que ser seguir recetas, también tiene que ver con el amor.