Capítulo 19

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Aquella mañana había despertado con dolor de cabeza, la noche anterior tuvo que hacer doble trabajo ya que su otra compañera no había ido, por lo que tuvo que llevar varias bebidas más.

Estaba derrotada pero tenía que seguir, Daniel se había quedado con sus últimos pagos, no le daba nada y tampoco se atrevía a preguntar, mucho menos a reclamar, aún, después de tanto tiempo seguía sin comprender por qué aquel hombre la odiaba tanto. Ella solo quería tener una familia, ser feliz no tener que vivir con miedo. Recostada sobre su cama miraba al techo, imaginando, recordando cómo es que era su vida y como la había perdido, mientras escuchaba algo de música fue que los recuerdos comenzaron a llegar como cintas viejas que se reproducían causándole dolor.

Y es que nada hace más daño que la verdad.

Entonces, en medio de todas esas canciones, comenzó a sonar una que recordaba perfectamente bien. Su mente se trasladó a aquella noche, aquella última noche.

...

"¿Qué haces mamá?" preguntó la pequeña María José acercándose hacia su madre, ya era casi hora de ir a dormir pero por ser fin de semana la dejaban quedarse despierta hasta tarde.

"Nada, solo reviso algunos papeles del trabajo" contestó dejando de lado un montón de hojas para así prestarle toda su atención a su hija

Eso era algo que los diferenciaba del resto de familias, cuando sus padres estaban ocupados y ella pedía su atención siempre se la daban, nunca la dejaban sola, ni siquiera cuando mecesitaban trabjar pues siempre había uno de ellos en casa para hacerle compañía, nada era más importante que aquella niña de ojos aceitunados que tanto amaban.

"¿Quieres que te ayude? Soy una experta con los números" dijo con una sonrisa acercándose a ella estirando sus bracitos para que la cargase

"Creo que es una buena idea, y después podemos hacer la cena, papá está por llegar" propuso tomándola en brazos para posicionarla sobre su regazo

"¡Sí!" chilló emocionada

"Bueno pequeña pulga rara, tú irás diciéndome estás cantidades y yo las anotaré" le explicó dándole una hoja repleta de números y cifras dispersas de un lado a otro

"Está bien, mamá"

Ambas pasaron un buen rato entre papeles y números, la ojiverde a pesar de ser una niña sabía muy bien leer cantidades, algunas veces se le dificultaba decir alguna así que su madre se detenía para ayudarle, le explicaba todo y después seguían con lo que estaban haciendo. La relación que ambas llevaban era sensacional, la ojiverde también amaba a su padre y se llevaba fenomenal con él pero la relación con su madre era distinta. La relación que llevaba con su madre era especial, como la de cualquier niño recién nacido, porque ella la había llevado consigo durante nueve meses y la había protegido a toda costa. Amaba a su madre tanto como a su padre, aunque la relación con ambos fuese distinta; con su madre podía hablar y confiar en ella sabiendo que la entendería, mientras con su padre podía jugar y sentirse protegida. Ambos la protegían con su vida.

La amaban como solo un padre puede amar a sus hijos.

Cuando terminaron de hacer su trabajo con los números ambas fueron a la cocina para empezar a preparar la cena, María José llevaba su típico mandil mientras su madre llevaba uno igual pero más grande, cuando no estaba siendo contadora era una chef, la ojiverde iba por la cocina de un lado a otro pasándole a su madre lo que le pedía, harían una cena simple pero deliciosa. Iban a preparar tortitas y un poco de café, mientras la mujer más grande preparaba la sarte, la niña se encargaba de romper algunos huevos, acababa de aprender como hacerlo y desde entonces ese era su trabajo.

7 DÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora