Capítulo 28

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María José estaba en camino a la oficina de la doctora Villaseñor, después de su sesión con la terapeuta había ido a su clase de deportes; al terminar, una enfermera había ido a su habitación para informerle que la doctora quería verle, no sabía para que era pero de todas formas había ido. Cuando llegó a la puerta de aquella oficina tocó dos veces entrando en cuanto una voz se lo indicó, cerró la puerta tras ella y se sentó en la silla frente al escritorio.

"Poché, te tengo buenas noticias..." la mujer habló, una sonrisa enorme adornaba su rostro y no sabía por qué pero había comenzado a sudar, estaba ansiosa por lo que iba a decirle. "Ya puedes irte a casa."

En cuanto escuchó esas palabras la emoción se apoderó de ella, había luchado y tabajado duro día con día esperando escuchar aquello, y, ahora que se lo habían dicho supo que todo su esfuerzo y sufrimiento habían válido la pena, se levantó entusiasmada de aquella silla y sin pensarlo dos veces abrazó a aquella mujer que durante todo ese tiempo había sido su mayor apoyo.

"No lo puedo creer, llevo esperando esto desde el primer día." escuchó una ligera risa por parte de la doctora pero sintió sus brazos envolverla también. "Gracias, en verdad, gracias"

"No tienes nada que agradecerme, pequeña" Regina era el nombre que llevaba aquel ángel guardián que tanto apoyo le había dado. "Yo no he echo nada, tú lo hiciste sola, yo simplemente ayude un poco."

"De todas formas, gracias, por todo" se apartaron del abrazo ambas pero sin dejar de sonreír.

"De todas formas tendrás que venir algunas veces para seguir con tus terapias y tu medicación seguirá siendo la misma pero rebajare más la dosis." indicó anotando algo en la computadora que se encontraba sobre el escritorio. "Puedes ir por tus cosas ahora, cuando termines tu pase estará listo."

Quería dar la vuelta e ir corriendo de inmediato a su cuarto para recoger sua pertenencias, quería salir de allí pero había algo que se lo impedía en aquellos momentos, no despegó la mirada de la doctora tratando de decir algo pero no sabía qué.

"Gracias por todo lo que hizo por mí doctora, y perdón por haber roto algunas cosas"

"No hay problema Poché, todas esas cosas son remplazables pero tú no." la doctora tenía una sonrisa en el rostro mientras María José se debatía en si debía abrazarla otra vez o no, la mujer se dio cuenta de esto así que soltó una ligera risa antes de extender los brazos. "Ven aquí"

Volvieron a fundirse en un abrazos, y es que ella no sólo era una doctora, no solo era la terapeuta y psicóloga que la había tratado durante vario tiempo, para María José significaba más que eso. Ella era la mujer que la había ayudado a encontrarse a sí misma, sin su ayuda probablemente no lo habría logrado o se habría tardado el doble. Cuando su abrazo terminó, la ojiverde le dio un último gracias antes de salir corriendo de la oficina llendo a toda velocidad hacia la que, por mucho tiempo, había sido su habitación. Estaba ansiosa por irse de allí, aunque para ser sincera no sabía a dónde, no quería ir directo a casa, ese lugar le traía demasiados malos recuerdos y ahora que estaba bien no quería tener que recordarlo todo.

Sabía que no podía borrar sus recuerdos pero sí podía hacer que no le afectasen, pues no eran más que eso ahora. Simples recuerdos.

Cuando terminó de reunir sus cosas le echó una mirada rápida a la habitación, era allí en donde había pasado momentos horribles y aterradores pero también era el lugar en el que mejor la había pasado, allí había comenzado a encontrarse a sí misma. Con pasos decididos dejó atrás aquella habitación y con ella todo lo que alguna vez la había atormentado, sabía que tendría que enfrentarse a más problemas, sí, pero ya no se dejaría caer. Salió de aquel edificio blanco con un sin fin de infinitas posibilidades, con la cabeza en alto y la esperanza de frente, ahora es donde iniciaba una etapa nueva, una en la que ella sería quien decidiera... Porque tenía voz, voto y un corazón.

7 DÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora