Día ²³

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«Día ²³: Discutiendo»

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Zim no iba a la casa de Dib a visitarlo, principalmente por miedo a Gaz, sin embargo esta vez le importó poco, puesto que su novio le había invitado a ver la siguiente fase lunar en su telescopio.

Zim iba a pie, un poco apresurado, ya que hacía dos días que no lo veía fuera de la escuela, donde tampoco dedicaba toda su atención al humano.

Llevaba puesto su suéter con estampado de cerdo, ya que esa noche había una brisa fría.

Llegó y apunto de tocar la puerta, Dib se asomó convenientemente por la parte trasera de su casa, donde estaba su telescopio.

— Ya llegaste Zim. — Le tomó de la mano y se lo llevó, donde el artefacto ya estaba listo para ser usado. — Tengo todo preparado, solamente faltabas tú, y unos waffles que te prepare. Ahorita vuelvo — Habló rápidamente, haciendo ausencia después de darle un beso a Zim en la mejilla, a lo cual resultó intacto, puesto que antes de salir se había bañado en pegamento, sabiendo que el ambiente podía ponerse romántico.

Tomó asiento y vio la luna igual que siempre, siendo sus fases menos preferidas en las que no se veía completa, la cuales predominaban en todo el año.

Solamente por deseo, comenzó a recorrer el resto del cielo, viendo algunos satélites, tanto artificiales como naturales, y dos asteroides que estaban a distancia, seguramente chocarían. Sin embargo no se dio cuenta cuando lo giró de más, forzando sus trescientos sesenta y cinco grados, provocando que se rompiera junto a un ensordecedor crujido de metal y tuercas. Todo el peso cayó sobre la tierra, y en lugar de estar en diagonal pasó a horizontal, importunando los jardines vecinos, afortunadamente no lo notaron.

Zim se encontraba alterado, había roto un invaluable telescopio (para los humanos) de la mayor corporación de ciencia del planeta, y para empeorar. . . era del padre de su pareja, por consecuente también de su pareja. . . quien nunca quería quedar mal frente a su padre. . . en conclusión, arruinó toda la noche.

Escuchaba a Dib acercarse a gran velocidad, el telescopio se encontraba tirado en el césped y separado en dos partes

Dib llegó y vio un mediocre intento de poner el gran telescopio en su "lugar" como sí siguiera unido en una sola pieza, lo cual resultaba más que falso.

— ¿Pero qué. . .? — Preguntó con la sangre helada y el corazón detenido. — ¡¿Qué pasó?! — Dejó la comida chatarra regada sin cuidado en el suelo y corrió a revisar el telescopio, al más mínimo tocar volvió a caer haciendo de nuevo un estruendo al tocar el suelo

Zim lo veía con una sonrisa exagerada, la cual reclamaba inocencia.

— ¡¿Qué hiciste Zim?!

— Tal vez puede que. . . lo haya rasguñado, un poquito

— ¡¿«Un poquito»?! ¡Lo has destruido! ¡En dos partes! ¡Agh! — Gruñó de furia al ver el desastre — ¡¿Lo giraste?!

— ¡¿Yo como iba a saber que se rompería?!

— ¡Para eso tiene un letrero!

— ¿Cuál letrero? — Dib señaló un letrero en el mismo telescopio, el cual era muy grande, con letras de igual magnitud «no girar». Zim lo miraba sin decir nada

— Es muy pequeño, nadie podría verlo. Será que tus lentes tienen mucho aumento.

— ¡Zim! ¡Esto no tiene nada que ver con mis lentes!

— ¡¿Entonces con qué?!

— ¡Con tu mal manejo y cuidado! ¡¿Cómo por Júpiter no pudiste ver eso?! ¡Además ya te había platicado que esta cosa es, ¡era! ¡muy delicada! ¡¿Acaso no me escuchas atención cuando hablamos?! — Zim recordó convenientemente esa platica, y recordaba totalmente que se la pasó contemplando la alegría de Dib al hablar de puntos dichosos de su vida

— Es que. . . Zim solamente se centró en lo feliz que te veías. — A Dib le extrañó esa respuesta, aunque su enojo disminuyó, no podía dejar de sentirse impotente.

— ¡Agh! ¡Zim! ¡¿Por qué moviste el telescopio en primer lugar?!

— Solamente quería ver el resto del cielo. ¡P-pero! Descubrí algo. Unos asteroides. . .

— ¡¿Unos asteroides costaron el telescopio de mi padre?!

— ¡Ya cállate Dib! ¡No soporto. . .! ¿Qué hicieron? — Intervino Gaz, quien también se paralizó al ver el telescopio tirado en suelo — Rompiste el. . . ¡Dib! ¡¿Qué hicieron?!

— ¡Yo no fui!

— ¡¿Me echarás la culpa?! — Preguntó Zim enojado

— ¡¿De quién más es toda la culpa?!

— ¡Mientes!

— ¡Zim! — Exclamó harto 

— Papá tiene que saber esto.— Concluyó Gaz, yendo en busca de éste

— ¡No Gaz! — Suplicó Dib atrás de ella, y para su muy mala suerte el profesor Membrana se encontraba en casa.

Zim en su confusión de qué hacer se fue corriendo a su casa, sin querer afrontar su responsabilidad.

³º días- ZaDrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora