Día ¹¹

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«Día ¹¹: Usando Kigurumis»

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Los regalos que recibía Zim por parte de Dib se habían hecho ya algo constante, aunque fueran pequeños detalles, ya fueran dulces o piedras en forma de corazón, eran detalles que recibía por lo menos una vez a la semana. Pero ahora Dib quería conseguirle algo más grande, preocupado por que su extraterrestre estuviera bien en tiempos de frío, que ya se hacían notar.

Él ya tenía un suéter que Gir le había dado, y seguramente con ese ya le bastaba. Sin embargo, ¿y sus piernas? Sus piernas no eran cubiertas por un suéter; ¡debía hacer algo!

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Se le vino una idea a la cabeza. Tendría que buscar en la vieja ropa de su hermana.

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Los golpes de su hermana menor valdrían la pena cuando le llevara un mameluco de cerdito a su actual novio. Gaz adoraba esa prenda desde pequeña, ahora sólo lo recordaba con alegría, sin embargo dejó de usarlo por el tamaño, relativamente pequeño, perfecto para Zim. Dib salió en la tarde, aún no hacía tanto frío como para evitar salir.

Llegó a la casa de Zim, quien no esperaba su visita para nada, lo encontró con el suéter de cerdo temblando levemente, cubierto por una frazada

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó con cierta preocupación, a causa del clima

— Vine a dejarte algo. — A Zim le parecía muy tierno recibir tanto cariño, pero preferiría que solamente lo visitara, no que le llevara ‹basura terrestre› , obviamente que al ser regalos dejaban de ser basura, ¿pero dónde pondría tantas cosas?

— ¿Además de tu presencia? ¡No podrás salir con el frío que se aproxima! Pasa. — Dib obedeció. Zim no le dejaría salir hasta la mañana siguiente. — ¿Qué traes ahí? — Preguntó quitándose los pupilentes, ya que estaba listo para cualquier visita inesperada

— Te traje algo para el frío — Extendió la prenda y a Zim le causó una combinación entre extrañeza y dulzura, lo tomó y todo sentir de hostigamiento desapareció, abrazó el regalo y después a Dib

— Deja de traerme cosas inútiles — Le ordenó aún abrazados. — Ya tengo toda una colección de rocas.

— Está bien. — Rió sin apartarse de su lado

— ¿Y tú? Sufrirás frío toda la noche.

— Vine preparado

• • •

Una nevada azotó la ciudad. Zim tenía puesto su mameluco de cerdo, y Dib uno de astronauta, que le había regalado su padre cuando era chico, aunque en ese entonces le quedaba algo grande, ahora le quedaba perfecta.
Dib durmió apoyando su cabeza en el hombro de Zim, mientras éste observaba cada copo que podía, y los veía reflejados en los lentes de su amado.

³º días- ZaDrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora