Día ²º

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«Día ⒛: Bailando»

Continuación del capítulo anterior

Dedicado a : AlykStoll

[💖]

— Te gustó eso, ¿verdad? — Preguntó Dib en la azotea que colindaba con el salón, había unas pocas personas ahí también.

— ¡Zim siempre atrae la atención! Inclusive la no deseada. — Presumía

— ¿La mía no era deseada acaso?

— En realidad no. — Contestó simple.

—¿Y ahora? — Zim no contestó, no sabía como hacerlo, no quería hacerlo con la misma simpleza reciente, ese tono le restaba importancia

— Es muy requerida. — Contestó apacible, causando una sonrisa al contrario, se sintió satisfecho consigo mismo al recibir ese resultado

A pesar de todo, en ese lugar se podía ver las estrellas, siendo muy entraño.

Pensaban que todo se comenzaría a mover allá en el cielo, otorgándoles un espectáculo.

Zim buscaba la mano del contrario, notando que tenía su gabardina puesta, algo no inusual, sin embargo le pareció curioso que nunca la dejaba, inclusive para una noche importante, aunque había demostrado que eso poco le importaba. Por fin encontró lo que buscaba, entrelazando dificultosamente sus dedos -por la diferencia de éstos-, haciendo más cercanía.

Las personas que los acompañaban — o mejor dicho estorbaban — se retiraron, el aire corrió más rápido, y la melodía clásica que llegaba del interior inundó el ambiente, el silencio y la música bailaban en conjunto, de la misma mano, de la misma pieza, de la misma alma.

Las luces eran tenues, dando comodidad y siendo todo más calmado y cálido.

Zim se volvía a maravillar con el mundo que estuvo "a nada" de destruir, tan bella música, tan linda composición, y casi provocaba que desapareciera. En veces los humanos eran sorprendentes, en Irk no daban mucho lugar a los entretenimientos, sólo los más altos en sociedad junto a los líderes gozaban de ello, él nunca lo hizo.

—Zim. - Llamó el más alto. — ¿Puedo ver tus ojos? — El mencionado lo volteó a ver dudoso — Quiero ver algo más maravilloso que el cielo, y sólo tus ojos brillan más que eso. — Zim sonrió enternecido.

Ambos verificaron la soledad de la redonda y con cuidado y discreción retiró los lentes de sus ojos y con mucho más cuidado de no ser vistos quitó su cabello, viendo a Zim como realmente era, en una vestimenta que resaltaba toda su existencia.

Así lo quiso ver desde el día que adquirieron las prendas que portaban esa noche, lo cual no le había dado la oportunidad, hasta ese día.

Dib no dejaba de ver sus ojos, siendo resaltantes en la obscuridad nocturna que gozaba esa azotea.

Le dio un beso en la mejilla, el cual no le dañó por su previo baño en pegamento, volvió a ponerse la peluca.

Después, observando las estrellas, parecía que el brillo de Zim se duplicaba, siendo de las mejores vistas que un humano pudiese disfrutar en su vida

³º días- ZaDrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora