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La chica alarga el brazo intentando ocultar una sonrisa. Después vuelve a observar las sábanas que hace rato que están empapadas, veo como de reojo analiza mi balcón.

- ¿No sacas tu ropa?

- Ahora ya no podemos hacer nada, no te preocupes mujer. Dentro de un rato parará y ya se secará. - digo mirando el cielo y observando el vuelo de los pájaros.

- Te debe ir bien ser tan positivo, ¿no? Sobre todo aquí encerrado todo el día.

- La verdad es que soy muy casero y el confinamiento no me está suponiendo demasiado.

La chica me vuelve a observar con una sonrisa socarrona en los labios y finalmente acaba soltando una carcajada.

- Por cierto, me llamo Aitana. Como me has dicho que te llamabas, Cep... - dice después de unos segundos de silencio.

- Luis Cepeda, Cepeda para todos.

- Encantada, Luis - dice riendo.

Miro como Aitana arruga la nariz observando el vecindario. Aquellos balcones y terrazas que llevaban días llenos hoy están vacíos. El poco movimiento que todavía se podía ver, ahora ya no está.

Inspiro el agradable aroma que deja la lluvia. Veo que su mirada ahora se dirige hacia mí.

- Hoy no podemos cantar.

- ¿Por qué no? Total si ya está lloviendo, nada peor podremos hacer que pase. - ríe, y me lo pega haciendo que el aire corra deprisa dentro de mí. Alargo el brazo hasta dentro de casa y saco mi guitarra negra, que sin darme cuenta ya había dejado preparada para poder cantar con ella y repetir ese momento de nuevo.

- Llevas años enredado en mis manos, en mi pelo, en mi cabeza - empieza a cantar ella reconociendo al instante la canción que cantamos juntos ayer.

Con un sol la canción termina, demasiado rápido. Un tímido aplauso llena el vacío que han dejado nuestras voces y pronto empezamos a ver las caras de nuestros vecinos y vecinas apareciendo en las ventanas o balcones. Ver estas sonrisas me hace estar feliz, saber que puedo cambiar unos instantes la vida de estas personas y hacerles olvidar lo que les rodea en ese momento. Veo que Aitana siente lo mismo cuando me mira con una sonrisa. Mis dedos se impulsan y buscan los acordes para entonar "Vuelvo a Verte" y ella me acompaña de nuevo.

La lluvia no se detiene pero tampoco lo hacen nuestras voces. Parece que el tiempo no pasa, pero aun así el cielo es cada vez más oscuro.

Cuando una hora más tarde damos por concluido este pequeño concierto el oscuro cielo ya no está cubierto por nubes.

- Tenías razón, ha parado de llover. Aunque cantásemos nosotros - me dice ella cuando acaban los aplausos y todo el mundo entra en sus casas.

- Quizás no lo hacemos tan mal. Quizás que llueva no sea tan malo. - quisiera añadir que la he estado buscando por las redes pero no quisiera parecer un "stalker" y no poder volver a compartir con ella esos momentos que están haciendo el confinamiento más fácil. Quizás más adelante voy conociendo más información suya, quizás podamos compartir más momentos en estos balcones.

- Ha sido un placer cantar contigo, Luis. Espero que lo podamos repetir.

- Ni lo dudes, todavía nos quedan unos cuantos días aquí encerrados.

De esta manera nos despedimos antes de cerrar las puertas de nuestros balcones.


Aire entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora