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El lunes para Luis es bastante diferente. Abre los ojos mucho antes de que salga el sol y sin ni siquiera desayunar coge el cuaderno y la guitarra para intentar plasmar aquella melodía con la que ha estado soñando durante buena parte de la noche y que ahora resuena por su cabeza. Se está un par de horas con la guitarra entre las manos y las piernas y el cuadernillo en el suelo, ahora con una nueva canción escrita. Cuando levanta la cabeza, rompiendo la armonía que había creado hacía un par de horas, ve como los rayos del sol ahora ya empiezan a iluminar la casa. Vuelve a repasar una vez más la melodía y letra y, orgulloso del trabajo realizado, se dirige hacia la cocina para prepararse un buen desayuno. Se lo merece.

Es demasiado pronto para hablar con alguien cuando termina de recoger la cocina, incluso cuando sale al balcón todavía hace el característico aire helado de las primeras horas del día. Esto no le es impedimento para encender aquella arma de muerte que hace meses que quiere dejar, ni tampoco le es impedimento para apoyarse en la fría barandilla y observar con detenimiento la puerta cerrada del balcón de su vecina. Mira detenidamente cada ventana y balcón que tiene delante mientras se va consumiendo lo que aún no ha probado, puede ver un vecino sobre una bicicleta estática, una chica haciendo yoga en la azotea, un hombre con su bebé en brazos intentando calmarlo con un biberón y una madre con su hija recién levantar y delatadas por sus pelos despeinados.

Observa las calles vacías y ve un juguete roto junto a los contenedores. ¿Cómo es que no le han dado una segunda oportunidad? se pregunta. Un pensamiento vuela por su mente, ¿cuál fue la última vez que un niño jugó con ella? ¿Cuál es la última vez de las cosas? Piensa en la última vez que utilizó aquel videojuego que lo tiene enganchado, anoche. Pero este pensamiento sólo lo hace profundizar. A veces nos olvidamos de la importancia de las cosas y luego éstas desaparecen. ¿Cuál es la última vez que hablaste con esa persona con la que ya no hablas? ¿Y la última en ponerte esos zapatos que tanto te gustaban? ¿Cuál fue la última vez que fuiste a ese lugar que te lleva tantos recuerdos y que siempre dices que esta vez no tardarás tanto tiempo en ir? Con la última vez nadie piensa. Pero quizás es tanto o más importante que la primera. Quizás aquella última vez marca una nueva etapa. Como la última vez que le dijo a su ex que la quería, o la última que la acarició bajo las sábanas. La última vez que utilizas un juguete puede que marque que has madurado un poco más, pero no le gusta verlo así porque él quiere continuar conservando el niño que lleva dentro para siempre. Quizás esto no es tan importante como cuál será la última vez que utilizará su guitarra negra, o la última que cantará con Aitana en el balcón. ¿Pero cuál es la última vez que les dijo a su madre y a su padre que les quería?

Con este pensamiento entra corriendo dentro del piso, apagando aquella arma que hoy no ha probado y eso le hace sonreír. Abre el ordenador iniciando sesión en la aplicación de videollamadas y aprieta el nombre de sus padres. Minutos después los tiene a los dos delante con una taza de café en sus manos.

- Te quiero. A los dos, mucho. Y os echo mucho de menos. - los ojos de su madre rápidamente se llenan de lágrimas recordando que su hijo pequeño, que aún ve como un niño, está demasiado lejos de casa y hace demasiado tiempo que no ve. A su padre se le escapan un par de lágrimas que llegan hasta la sonrisa sincera que ha aparecido en sus labios.

Unas cuantas palabras más tarde invitan a la llamada a su hermana. En el momento que ella aparece con el pelo recogido y su hijo en brazos la familia Cepeda ya no puede detener las lágrimas dulces ni las sonrisas melancólicas.

Una hora más tarde Luis vuelve a sentarse delante del ordenador, que hace un rato ha dejado aparcado, para aceptar la videollamada de sus mejores amigos. Al otro lado de la pantalla Ana y Roi saludan energéticamente a su amigo y pronto se deshacen en risas.

- ¡Tío, hacía demasiado que nos tenías abandonados!

- Esto vosotros, yo estoy aquí solito y sin compañía.

- Pues eso, nosotros estamos bien acompañados - dice la chica mirando con una sonrisa a su novio. - ¿Cómo pasas las horas, Ceps? ¿Estás componiendo?

- ¡Sí! Tengo algunas canciones nuevas y por las tardes salgo a cantar con una chica en el balcón.

- Uy, uy. ¿Y dices que estas canciones tienen nombres y apellidos?

- ¿La conocemos? - añade Roi expectante.

- Ceps esto nos lo tienes que contar... ¡Lo queremos saber todo! - añade Ana apoyando a su novio.

- Eh, parad el carro. Yo no he dicho nada de eso. - terminada esta frase escucha a su amigo que murmura "Esto quiere decir que sí". - ¡Que te he oído imbécil! - No lo pueden evitar y los tres vuelven a estallar en risa haciendo que toda la tristeza que al gallego se le había instalado dentro al hablar con su familia se vaya.

El sonido del teléfono en casa del gallego y la canaria es el detonante que termina la llamada. Se despide de sus amigos pensando en la suerte que tiene de tenerlos.

La tarde, para el gallego, no es muy provechosa. Con una nueva canción escrita y una maqueta retocada no le queda más que pasar la tarde leyendo y dibujando. A las siete y media prepara la guitarra para salir al balcón y se mira al espejo tocándose el pelo que sabe que pronto le tocará pasar por la peligrosa maquinilla que le llama desde el baño.

Los minutos pasan en su reloj pero la puerta del balcón no se abre. Toca un par de canciones él solo y se une a los aplausos cuando llega la hora. Decide tocar la primera canción que él y Aitana cantaron juntos esperando que esta vez ella salga. Finalmente se esconde dentro de casa con el corazón encogido por no cumplir el deseo que tiene cada mañana al despertarse. Quizás ayer fue la última vez que cantó con la chica del balcón.



Quería hacer un capítulo más divertido para haceros sonreír, ya que el pasado fue más reflexivo y melancólico. Pero me ha vuelto a salir uno donde Luis reflexiona sobre cosas que a veces no nos paramos a pensar. Quizás el hecho de estar encerrados hace parar loca nuestra mente. Este capítulo ha sido un poco más largo para compensar la reflexión inicial, sólo espero que haya aparecido alguna sonrisa o la reflexión haya encadenado a algún paso importante.

Me encanta saber vuestras reacciones y opiniones, así que ya sabéis que podéis dejar vuestro comentario por aquí o por los mensajes privados. Compartir es vivir, y vivir amar.

Como siempre, os doy las gracias por compartir conmigo estos ratitos. Y doy la bienvenida a todo el que se haya ido adentrándose estos últimos días en esta historia o en las otras. Gracias de todo corazón.

Lia


Aire entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora