La catalana escucha claramente como su corazón se rompe en mil pedazos cuando Luis le hace caso omiso. Ha estado bastantes horas debatiendo si salir al balcón y enfrentar la realidad o continuar haciendo tonterías y negando lo que sabe que siente. Así que después de deleitarse con unas tostadas con crema de cacao, para darse fuerzas, ha salido al balcón. Pero está claro que lo que esperaba encontrar no ha sido el que finalmente se ha encontrado. La realidad ha chocado contra su rostro.
Decide volver a refugiarse dentro de su cueva y no volver a salir al menos hasta dentro de una semana para no resquebrajar su orgullo, pero una risa que sale del ordenador del gallego la hace detenerse con la mano apoyada en el cristal. Observa como la huella de sus dedos se marca en la superficie y escucha atentamente como una voz pronuncia un "amor" demasiado conocido.
Saca su móvil del bolsillo de atrás de sus pantalones. Sí, hoy ha decidido vestirse con vaqueros y poner a lavar aquellos pantalones grises viejos que hace una semana que lleva, hoy la ocasión lo merecía aunque ahora preferiría volver a la rutina que había adoptado en las últimas horas. Marca el número de su amiga y escucha perfectamente como la canción favorita de esta suena cerca de ella.
- Disculpadme. - Segundos después la llamada de Aitana es contestada y una cara aparece en pantalla. - Aiti, amor. ¿Qué ocurre?
- ¿Qué haces? - pregunta directa, necesita respuestas.
- Estamos haciendo una videollamada con un amigo, con Roi. ¿Necesitas algo?
- No, estoy bien. - responde con una sonrisa sincera para intentar disminuir la preocupación que nota en la canaria. - Me ha parecido oírte y quería confirmar si eras tú de verdad.
- ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? - ve como Ana vuelve a salir al balcón y se sienta junto a su novio que la saluda con la mano mientras continúa hablando por la pantalla ajeno a todo.
- He salido para disculparme con él pero me ha dado la espalda, entonces me ha parecido oírte. Está siendo todo muy raro.
- Aiti, cariño, no te entiendo.
- Luis, la respuesta es Luis.
Y la llamada se termina y una lágrima finalmente cae por la mejilla de la catalana. Porque ahora lo ha entendido, la respuesta a todo siempre ha sido Luis. Cuando sus amigos le hablaban de un amigo que cantaba y llenaba escenarios, era Luis. Cuando la habían invitado a cenar para presentarle a un amigo compositor pero finalmente cogió la gripe y no fue, era Luis. Cuando se fueron durante quince días de vacaciones con un amigo gallego pero ella desestimó la oferta que le suponía una pérdida de dinero demasiado grande y tampoco le hacía el peso compartir días con gente que no conocía, era Luis. Cuando hace unos días le hablaron de un amigo, era Luis. El chico que no se va de sus pensamientos, es Luis. La respuesta a todas las preguntas, es Luis.
Y ahora quizás todavía tiene más miedo. Tiene más miedo porque que sea amigo de sus amigos le suma un plus y le suma dos haciendo tres la gente que puede perder si da un paso en falso, si algo sale mal. Porque por mucho que ella quiera a Ana y Roi y viceversa, sabe que sus amigos hace mucho tiempo que conocen al gallego y si saliera mal no duda en que lo apoyarían a él. Tiene miedo de no encajar con ellos, y de no volverlo a hacer con los otros dos. Tiene miedo de no formar parte de todo esto.
Pasa lo que queda de mañana y tarde practicando con la guitarra los acordes que Luis le enseñó cuando aún se dignaban a hablarse y mirarse a los ojos. También pierde el tiempo entre cuadernos que guardan sus primeras letras y algunos de sus muchos dibujos. Casi con los ojos cerrados dibuja una mano demasiado conocida, con las venas bien marcadas, que acaricia una guitarra. Y con los ojos bien abiertos pero sin pensarlo demasiado, a pesar de ser de las primeras veces que lo hace, escribe una composición que no deja muchos interrogantes abiertos para saber de quién habla.
A las ocho, después de tres días, sale al balcón. El gallego también está pero, contra todo pronóstico, ninguno de los dos es lo suficientemente valiente como para mirarse a la cara o dirigirse la palabra. Una vez terminan los aplausos, y cuando sólo queda una señora llevando el ritmo y rompiendo el silencio que se instala, el gallego da un paso al lado sin mirarla y se aclara la garganta pero el móvil de la catalana suena y ésta desaparece rápidamente hacia el interior.
- Aiti, ¿quién es Luis? ¿Qué ocurre? Me has dejado preocupada esta mañana...
- Ana, creo que empiezo a sentir algo hacia él.
- ¿Hacia quién, amor? Ya te he dicho que no estaba entendiendo nada.
- Teníais razón, tu amigo es mi vecino. Siento cosas por él pero no sé cómo enfrentar todo esto, Ana. Estoy perdida... - dice dejando caer un par de lágrimas debido a la angustia que le provoca este tema.
- Eh, cariño. Déjate llevar, Cepeda es una maravilla de persona y no te hará daño, amor. - dice la canaria entendiendo por fin de quién y qué están hablando. No puede evitar una sonrisa sincera en los labios al saber los sentimientos mutuos de sus dos amigos, y espera y desea que los dos sean valientes.
Tras estar unos minutos más hablando las dos chicas y aclarar un poco los sentimientos de la catalana, esta se tira al sofá aliviada y sintiéndose más cerca de Luis sólo por haber hablado con su amiga de él.
Se acerca a la cortina con más fuerza que nunca y ve que el chico aún espera en su balcón.
Bueno, ahora ya comienzan a saberse más cosas. Aunque Luis ni de lejos sabe de la relación de sus amigos con Aiti.
Ahora Aitana ya tiene sus sentimientos más claros y está más segura de todo esto. ¿Será suficiente valiente?
¡Nos vemos prontito! ¡Muchos ánimos y besos voladores hasta donde sea que lleguen estas letras!
Lia
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Aire entre los dos
RomanceCalles desiertas. Trenes vacíos. Supermercados sin nada. Casas llenas. Hospitales llenos. Un virus ha hecho confinar a miles de personas. Y una de estas es Aitana. Encerrada en su piso en una ciudad todavía demasiado desconocida para ella. Pero... ¿...