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Es lunes y hace más de tres semanas que está encerrada en casa. Es lunes y el mundo se le cae encima, le cae encima porque hoy parece que vuelva a vivir lo que vivió ayer, y antes de ayer, y también la semana pasada. Todos los días le parecen iguales si no fuera porque la conversación, ya diaria, que mantiene con Luis fuera el balcón cambia de tema y en sus conciertos, también ya habituales, cambia el repertorio de canciones.

Hoy es un lunes diferente porque oficialmente empiezan las vacaciones de Semana Santa. Ella, ni su familia, nunca ha sido de ir a misa y rezar antes de irse a dormir, aun así escogió estudiar religión durante su periodo de escolarización porque le parecía interesante conocer todos los datos y secretos de la religión con la que convivía y de aquellas más importantes del mundo. Siempre se había interesado por las celebraciones que hacían en casa sus compañeros de clase con otras religiones y le encantaba compartir estos conocimientos con ellos y ellas.

Su familia se fue alejando del mundo del cristianismo junto con la sociedad, pero ella siempre había conservado un poco de lo que una de sus abuelas un día le había transmitido, y era de lo poco que le quedaba ahora de ella. Esta semana le parecía fascinante para todas las celebraciones ajenas a ella que se llevaban a cabo en todo el país, y le encantaba cada año desplazarse para conocer una nueva. Este año, por primera vez, tenía pensado acercarse hacia la parte sur del país, donde veía más arraigada esta festividad. Pero en cambio estaba encerrada en casa.

Tampoco deja de lado lo que más le gusta de esta semana de fiesta, y es que en aquellas fechas es tradición que toda su gran familia se reencuentre en la gran casa de la playa. Juntos pasaban unos días que finalmente acababan con el día de la Mona, costumbre catalana, disfrutando de una gran barbacoa y de las deliciosas monas que habían preparado los días anteriores los más pequeños con la ayuda de una de sus tías. Este año, Aitana no tenía planeado perderse uno de sus dulces favoritos y por eso hacía un par de días que había pedido a su tía la receta, este año lo intentaría en casa ella sola.

Hacía meses que tenía planeado irse el fin de semana anterior a las vacaciones para poder disfrutar un poco de la soledad e intimidad de aquellas vistas. La casa de la playa era una casa que su abuelo había comprado hacía muchos años. Antes de que ella naciera la casa se reformó y se había convertido en una de las más bonitas de aquel pueblo de verano. Desde que se había marchado de casa ya hacía unos años, primero quedándose cerca de casa de sus padres y ahora mudándose a kilómetros de allí, Aitana había visto la casa de la playa de una manera diferente a la de antes. Deseaba ir para volver a contactar con su lengua materna, pasear por las calles infinitas llenas de palmeras, observar la luna bailar en el agua y respirar el olor a sal que la llevaba a la calma absoluta. Dentro de su vida ajetreada de Madrid, que parecía no querer encauzar del todo, se había aferrado a la promesa de viajar a la casa para reencontrar su camino y recargar las pilas. Ahora, su deseo se había esfumado y con él las ganas de vivir.

Se había pasado toda la noche soñando con el sonido de las olas del mar. Soñando si se puede decir así, porque no había pegado los ojos en toda la noche. Sentía un vacío dentro por no poder respirar el aire que tanto anhelaba y observaba de reojo la fotografía de sus primos pequeños entre la arena de la casa hecha el pasado verano.

Ahora sólo le quedaba el aire de la gran ciudad que poco a poco dejaba de estar contaminado, también le quedaban las mil y una reproducciones que había en Internet del sonido de olas y las imagen de la luna en el agua.

Arrastrando los pies debido al sueño que llevaba dentro se movió hasta la cafetera que le avisaba que ya estaba lista aquella bebida que odiaba pero que ahora tanto necesitaba. La luz del sol la deslumbró cuando salió al balcón. Una madre ayudaba a su hijo a pintar huevos de Pascua, un padre observaba a sus gemelas mientras bailaban y un abuelo mostraba a su nieta a construir un avión. Todo este movimiento, sin embargo, no se veía reflejado en el balcón de su lado. La puerta que daba al piso de su vecino estaba entreabierta y dejaba salir grandes carcajadas. Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Aitana que pronto se transformó en una mueca de melancolía deseosa de compartir aquellas risas con el gallego.

A media tarde los ojos de la catalana se cerraron, estaba tan cansada que no escuchó el sonido del móvil cuando su madre le llamó pasadas las siete de la tarde, tampoco oyó el ruido de los aplausos ni el sonido de las notas de la guitarra negra que entraban por la puerta de su balcón.



Empieza una semana de fiestas que este año tendremos que pasar en casa. Aunque me gustaría pasarlas con mi familia y mis amigos, yo me quedo en casa y hago lo posible para disfrutarlas, al menos un poquito.

No os recomiendo que busquéis imágenes de "La Mona de Pasqua" si tenéis hambre, pero podréis ver la gran variedad que hay ahora y la original.

¡Deseo que paséis una agradable semana! Nos vemos muy pronto, ¡muchas gracias por compartir conmigo estos ratitos!

Lia


Aire entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora