PRÓLOGO: La última vez que lo vi / INFORMACIÓN E ILUSTRACIONES

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PRÓLOGO

LA ÚLTIMA VEZ QUE LO VI

1

"...Las autoridades sanitarias advierten un cambio desfavorable en las especies que fueron tratadas desde el pasado mes de marzo. El doctor Joseph Carland promulgó en el último congreso de medicina, celebrado en Quebec, que era posible salvar a dichas especies de su extinción, sin embargo, sería poco probable que la humanidad, como es ahora, encontrase la solución a tiempo..."

— Y hasta aquí el vídeo de hoy. Para mañana no olviden entregar el trabajo de Cambio Climático. ¡A primera hora en mi mesa! Hasta mañana –. Se despidió el profesor de biología, entre los ruidos y murmullos de sus únicos cinco alumnos.

Sólo quedaban ellos en el aula. Recogían sus libretas y bolígrafos, y se preparaban para volver a casa. El día se presentaba más caluroso de lo normal y les esperaba un largo trayecto hasta la zona de edificios protegidos. Un joven alto y moreno encabezaba el grupo:

— ¿Nos vamos? – dijo mirando a sus compañeros, quienes le siguieron el paso – Que tormento de clase. No entiendo porque seguimos viniendo a este colegio. Ya no tiene mucho sentido.

— Prefiero estar aquí, mi casa es un infierno – dijo otro joven, más bajito y algo achaparrado.

— ¿Por qué lo dices? – le preguntó la única mujer del grupo.

— Bueno, mis padres no están, mis hermanos mayores se han alistado y no pasan por casa nunca – respondió mientras se adelantaba a los otros.

— ¿Y qué tiene de malo estar solo en casa? Anda que no estaría bien – replicó otro joven del grupo, de pelo largo. Súbitamente el chico bajito se paró en seco.

— ¡Cállate! No tienes ni idea – voceó entre lágrimas.

Todos miraban su espalda, quietos y silenciosos. En ese mismo momento, tres aviones de guerra surcaron el cielo, rompiendo la barrera del sonido y obligándoles a taparse los oídos con sus manos.

— Es horrible...no quiero vivir más tiempo aquí – el joven cayó de rodillas al suelo y los demás acudieron en su ayuda.

— ¿Qué te ocurre? Cuéntanoslo, tal vez podamos ayudarte – le susurró la joven amablemente, intentado sosegarle.

— Desde mi casa se ve el foso. Están todo el día en él. Es incesante. Siempre está encendido, siempre están echándole. No dejan de llegar camiones militares, les veo ir y venir.

— ¿Qué foso? – preguntaron casi al unísono los otros cuatro.

— ¿No lo sabéis? El foso de los muertos. Allí los tiran y después los queman. Veo como los echan abajo, como sacos de pienso, y después una fuerte llamarada los desintegra. El olor es insoportable; mis hermanos están allí, ellos quemaron a mis padres, yo les vi. ¡Les vi! – les explicó y después se sumió en un lamento frágil.

Una vez más, sobre sus cabezas se cruzaron dos aviones militares y tras su estruendo, dejaron paso a la alarma antiaérea. Los jóvenes corrieron a refugiarse. Dos de ellos cogieron por los brazos al chico alicaído. El cuarto, el más alto de todos, echó a correr hacia la boca del metro, al tiempo que la joven le seguía los pasos, pero antes de alcanzarles, tropezó nerviosa y cayó al suelo. Él volvió atrás corriendo para ayudarla y, de repente, una ráfaga de proyectiles tiroteó la entrada al metro. La chica y el chico se tiraron al suelo, y cuando notaron que no disparaban, corrieron al local más cercano. Allí se agazaparon tras un mostrador. Instantáneamente, otra ráfaga abrió paso a una fuerte explosión, que sin más, inundó la calle de polvo. Ambos asomaron sus caras por el escaparate y vieron como un manto gris y polvoriento se comía la amplia calle. Poco a poco se dispersaba y daba paso a un ligero pitido en sus tímpanos. Se sentían mareados y desorientados. No estaban seguros de que los aviones se hubiesen ido. Él se asomó a la puerta y pudo divisar lo que quedaba de la boca del metro, ahora derruida. Instintivamente corrió hacia allí, pues sus tres amigos estaban dentro. Escudriñó el lugar a la espera de encontrar una pequeña obertura, pero entre las runas pudo ver la mochila de uno de ellos y eso fue suficiente para dejarlo correr. Retomó su camino hacia el local donde se había quedado su compañera sola, cuando el cañón de un tanque dobló la esquina de esa calle. A su alrededor, aparecieron dos camionetas con militares, equipados con las máscaras anti-gas. Dos de ellos, entraron en el local y sacaron a la chica arrastras. El joven quería huir, pero sus piernas se lo impidieron. Fue entonces cuando un militar se acercó hasta él y le golpeó el cráneo, dejándolo inconsciente.

EVANGELION: Resurrección IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora