Capítulo 31: La última jugada

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LA ÚLTIMA JUGADA

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En una habitación blanca y completamente vacía, los dos jóvenes, Asuka y Shinji, yacían recostados sobre dos camillas metálicas, ataviados con una bata verde de hospital. A través de la única ventana que había en la estancia, los rayos del sol dejaban ver el paisaje desolado del exterior. La claridad radiante mostraba unas montañas desérticas, bañadas por un mar en calma. No se podía divisar más que tierra roja, montañas secas y el azul agua del mar. En la habitación, la temperatura interior era confortable, sin embargo, la calima que bañaba el cielo, demostraba que en el exterior el calor era soporífero.

No sabían a donde habían sido trasladados y apenas recordaban nada de lo que había ocurrido. Tenían el cuerpo dolorido, con resaca, como si la noche anterior hubiesen dado una gran fiesta. Pero no había sido así. Las constantes inyecciones que los hombres de Gendoh les habían suministrado para evitar que despertasen durante el trayecto hasta su nuevo emplazamiento, los había dejado agotados.

Shinji intentó incorporarse, pero le era casi imposible. Tenía grandes magulladuras por todo el cuerpo, entre ellas, una herida de bala en el brazo, una patada en el costado izquierdo y una brecha enorme en la ceja derecha rodeada de un cardenal. Asuka sabía que el corte de la cara se lo había hecho ella misma, cuando lanzó la silla para poder golpear a Gendoh y terminó por golpear al joven. Se sentía culpable. Ella se levantó de su camilla e intentó ayudarle. Pero era muy difícil. Estaba dolorido.

De repente, un enfermero irrumpió en la habitación. Asuka corrió a su camilla y se tumbó otra vez. El hombre se acercó con un carrito lleno de medicamentos y otro tipo de utensilios médicos. Se detuvo ante Shinji y le administró una inyección de calmantes. Después, destapó la herida de bala del brazo y procedió a curársela, para después volver a cubrirla con nuevas vendas. Por último, comprobó los puntos que le había cosido en la ceja y tras ver que todo estaba en orden, se aproximó a la camilla de la joven alemana. Ella no había sufrido ningún daño grave. Apenas tenía un par de cardenales superficiales. Aún y así, el enfermero le extendió un vaso con agua y un tranquilizante, que Asuka terminó por rechazar. Tras su labor, el hombre se retiró de la estancia y cerró la puerta a su paso.

Unos minutos más tarde, aún en silencio, tumbados en las camillas, observando el techo que les cubría, el dolor punzante que el joven sentía en su cuerpo comenzaba a revertirse. Fue entonces cuando intentó levantarse una vez más, y esta vez con éxito. Asuka siguió sus pasos. Los dos niños se acercaron a la puerta de salida y la abrieron. Asomaron sus cabezas y pudieron ver un largo pasillo gris, con varias camillas agolpadas contra las paredes. A lo largo del extenso pasillo parecían haber más puertas a otras habitaciones. Pensaron que tal vez estaban en un hospital. Súbitamente, al final del pasillo, dos militares armados con sendos fusiles, doblaron la esquina y se dirigían hacia ellos. Caminaban lentamente, como si estuviesen haciendo la ronda, charlando entre ellos. Iban equipados con unos equipos de transmisión, por lo que probablemente no eran los únicos que estaban vigilando, y ellos no serían la única cosa importante que vigilar en aquel supuesto hospital; mientras Shinji y Asuka seguían observando, una mujer apareció por el lado opuesto del pasillo tras ellos, y les llamó. Ambos dieron un respingo:

— Shinji Ikari y Asuka Langley. Ya habéis despertado. Me ha comunicado el doctor que vuestras heridas evolucionan favorablemente. – los dos jóvenes se miraban sorprendidos por la voz de aquella mujer. Les hablaba como si no ocurriese nada, como si nadie les hubiese secuestrado, como si fuesen dos pacientes más en un hospital cualquiera, un día cualquiera del antiguo mundo – Soy la doctora que os atenderá a partir de ahora.

EVANGELION: Resurrección IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora