Capítulo 22: La reunión de las blancas

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LA REUNIÓN DE LAS BLANCAS

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Las interferencias se repetían una y otra vez en el walkie talkie de Shinji. No había vuelta atrás. Por primera vez debían poner el plan de emergencia en marcha. Ambos niños corrieron hacia las sillas donde habían dejado la mochila, las armas y la ropa. Se desvistieron veloces, cargaron los materiales y llamaron a la perra. Asuka salió con ella por la puerta trasera y esperó a Shinji en la esquina de la casa, mientras éste corrió a la nave del motor a detenerlo y dejar el lugar a oscuras. Sin embargo, probablemente ya era demasiado tarde. Las luces de navidad y las de la casa se habrían visto a lo lejos, en la inmensa noche oscura que bañaba el terreno.

Unos segundos más tarde, ambos niños se habían reunido en la parte trasera de la casa, al final de la valla que cercaba el huerto. A tientas, en la oscuridad, ayudados por la poca luz que proyectaba la luna, se desplazaron con cautela hacia la parte superior de la montaña. Más arriba, si seguían el camino de su propia casa, llegaban a una casa pequeña, cercana a una balsa de agua, donde solían llevar a las cabras a pastar. De momento se ocultarían allí, a la espera de averiguar si ocurría algo o no. En aquella casa tenían guardado un coche y dos motos por si acaso debían huir en algún momento, como en esta ocasión. Todas las medidas preventivas que tomasen siempre serían pocas, y ahora estaban orgullosos de haber sido tan pesados con el tema de la seguridad, pues tenían de todo a su alcance para sobrevivir.

El walkie talkie volvió a sonar una vez más y estaba vez emitía un nítido mensaje en código Morse. Asuka tomó nota de los pitidos para después poder descifrarlo. Súbitamente la perra Alaska comenzó a ladrar y Shinji, veloz, cubrió su hocico con sus manos, debían estar en silencio y bien ocultos. Extrajo de su mochila un bozal y se lo puso a la perra para evitar que volviese a ladrar; el mensaje se había terminado y también las interferencias del transmisor, pero continuaba escuchándose un sonido a lo lejos. Quien se estuviese acercando, se desplazaba con un vehículo lentamente.

— Dice el mensaje: "S.O.S. Sarah. Buscar. Shinji" – leía Asuka con detenimiento.

— ¿Estás segura? ¿Lo has apuntado bien? – preguntaba el niño muy preocupado.

— ...sí – respondió dubitativa la joven.

— ¿Saben mi nombre? ¿Y me están buscando? ¡Mierda!

— ¿Qué hacemos? – preguntó temblorosa.

— Pues no lo tengo claro. ¿Sarah? Ha dicho Sarah. ¿Será una trampa? No sé qué hacer ahora mismo.

— No salgas Shinji y tampoco contestes, por favor. Seguro que es un cebo. Deben ser amigos de los hombres que nos atacaron en Tarragona y se hacen pasar por una mujer. Quieren venganza.

— ¿Cómo nos han podido encontrar? Hemos hecho algo mal.

— No, es imposible que nos encuentren aquí.

— Han sido las luces. Tenemos que ser más cautelosos – decía Shinji preocupado sin dejar de pensar en el mensaje del walkie talkie, el cual volvió a sonar otra vez, emitiendo el mismo mensaje.

Súbitamente, las luces de un vehículo aparecieron por el camino de subida a la casa. Les habían descubierto y habían seguido el rastro de las luces hasta ésta. Ahora descubrirían el chalet, todos los animales y demás cosas que tenían en ella, sabiendo sí o sí que vivían allí. No tendrían más remedio que abandonarlo todo para siempre; el coche se detuvo ante la valla de entrada, paró el motor y accionó el claxon varias veces. Los dos niños se miraron atónitos. No sólo habían llegado hasta ellos, sino que no tenían reparos en avisarles. Podría ser que estuviesen armados, que fuesen más de dos, que se sintiesen superiores. Podrían ser tantas cosas que temían salir. Pero Shinji no se lo pensó dos veces. Saltó corriendo de la casa, y armado con un fusil con mira nocturna, se posicionó donde podía vislumbrar el vehículo que acababa de llegar. Asuka, atemorizada, se quedó en la pequeña casa, sosteniendo a la perra que quería ir tras el joven; pronto la tuvo a tiro. Tras la mira pudo divisar una mujer de cabellos claros, que se paseaba alrededor del vehículo con una linterna, alumbrando de un lugar a otro. Shinji escudriñó con su mira en el interior del coche y en los alrededores, quería saber si estaba sola o si venía con alguien más. Pero allí no había nadie, sólo estaba la joven. Él hizo un gesto a la joven alemana y se alejó más, en dirección a la casa. Asuka intentó detenerle, pero fue inútil; se subió al tejado de la casa y se posicionó en un lugar donde la intrusa no le pudiese ver, pero la tuviese a tiro y entonces utilizó una vez más el walkie talkie. Anteriormente, cuando estuvieron en Tarragona, le había funcionado y esperaba que en esta ocasión también fuese así.

EVANGELION: Resurrección IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora