Capítulo 9: El último caballo blanco y el ataque del negro

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EL ÚLTIMO CABALLO BLANCO Y EL ATAQUE DEL NEGRO

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Era inútil. Había pasado más de una hora y aún no la había encontrado. Antes de alejarse del centro comercial y partir en busca de Asuka, regresó para guardar la carne y las verduras que extrajo del congelador. Desde entonces, se había alejado de la ciudad. Caminaba sin rumbo por los alrededores de las casas más lejanas, pero no había ni rastro.

Desvaído, sin esperanzas y sin apenas hidratación, regresaba al lugar donde se quedaron los vehículos. Necesitaba beber agua y descansar a la sombra. Fue entonces cuando recibió la mayor alegría desde la catástrofe: cruzando por una angosta calle que desembocaba en una amplia carretera asfaltada aún en obras, más allá de un pequeño montículo de broza que cubría los laterales del camino, se hallaba el cuerpo tendido de una mujer. Corrió desesperado hacia el lugar y rápidamente la pudo reconocer por su melena rubia. Estaba tendida boca arriba, y por suerte, algunos mechones de su cabello habían cubierto su piel, pero aún así había sido inevitable que los incesantes rayos del sol le quemasen la piel. Sus brazos y extremidades, así como sus espinillas, estaba rosadas por la exposición a la radiación. Pero había algo más grave. La piel que había quedado tocando el incandescente asfalto sufría quemaduras más serias que las provocadas por el propio sol. Debía sacarla de allí y curarla cuanto antes, pues pronto empezaría a reaccionar la piel ante el calor y los rayos.

No quería tocarla, tenía miedo de poder hacerle más daño si ponía las manos en el lugar inadecuado. Miró a los lados y comprobó que no estaba tan lejos del centro médico que había visto antes. Seguramente a la entrada podría conseguir alguna ambulancia. Comprobó si podía oírle, pero no tenía conocimiento. Se quitó su camiseta, reposándola con mucho cuidado sobre la cara de la joven y corrió hacia el Hospital. No se había equivocado, en la entra había varias ambulancias médicas y de transporte. Intentó abrir la que portaba la cabina con todo el baúl médico y tuvo la suerte de conseguirlo. Aquellas ambulancias se habían quedado aparcadas a la espera de salir en emergencia, sus dueños debieron ser atacados por sorpresa, pero eso no importaba ahora. Miró si había suero fisiológico y gasas esterilizadas, y después corrió al interior de urgencias en busca de alguna crema o pomada especial para quemaduras. Lo encontró todo con suma facilidad y sin perder tiempo, arrancó la ambulancia y se dirigió hasta el lugar donde se encontraba Asuka.

Sacó la camilla y se puso unos guantes de látex para no infectarla en caso de que tuviese heridas abiertas. Roció con suero las zonas que iba a tocar para subirla a la camilla y después procedió. En menos de diez minutos había hidratado y protegido con gasas toda su piel, ya en el interior de la ambulancia. Después se dirigió a la cabina del conductor y al bajarse pudo ver en el suelo la servilleta y la foto que él mismo le había dejado dentro del regalo. Recogió ambas cosas y se subió al volante.

Aparcó e Jeep y el camión a la sombra y protegidos de la vista, dentro del porche de la cooperativa. Después los cerró con llave ambos y condujo la ambulancia hasta la casa de montaña donde vivían. Por el camino, iba vigilando constantemente por el retrovisor la camilla donde yacía Asuka, pero no despertaba. Sabía que tenía constantes vitales, así que no estaba preocupado por ello. Condujo más lento que las otras veces, pues los baches del camino sacudían constantemente la ambulancia. Cuando llegaron a casa aún no había recobrado el conocimiento, así que pudo trasladarla hasta la casa con la camilla. Sin embargo, no podía llevarla a su habitación, pues era imposible subir con ella en su estado por la escalera de caracol. Decidió dejarla en el vehículo mientras habilitaba una habitación en la planta baja de la casa. Trasladó un somier completo a la sala de estar. Después hizo lo propio con ella y los materiales de la ambulancia. Al final había montado una pequeña habitación de hospital en la sala de estar gracias a las medicinas y maquinaria que puedo sacar de la ambulancia.

EVANGELION: Resurrección IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora