Prefacio

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Con añoranza rememoro aquellos momentos previos a todo este averno, que no habría considerado como felices en ese entonces, pero que ahora no puedo parar de recordar. A cada desayuno, siesta, y caricia de mi madre les evoco en mi mente como partes de la época más feliz de mi corta vida.

Y pensar que solo hace unos meses todo estaba bien, y mi problema más grande era no poder aprender a abrochar mis agujetas.

Pienso en cómo mi madre, mi hermano y yo jugábamos cada tarde en el jardín, mientras mi padre nos reclamaba por cortar las flores que había ahí.

—¡Demonios al cuadrado! —nos gritaba a mi gemelo y a mí.

Ahora lo comprendo...

No existe jardín en mi ciudad que no esté ajado por el sol, demostrando un tono amarillo y triste, mientras que en el seco césped no es difícil encontrarse con más que un par de manchas de sangre vieja, y en muchos casos, demasiado fresca para el gusto de cualquier niño.

El solo hecho de existir se ha vuelto un tormento...

Nunca he comprendido bien qué es lo que pasó, el mundo que levemente conocía se desmoronó de un momento a otro, transformando la vida en una tortura.

Mi hermano no entiende porqué no está mamá o papá con nosotros, y al igual que yo, tampoco comprende qué le pasó a nuestra ciudad, así que decidí inventarle la historia de que la alcaldía declaró la guerra a una ciudad vecina, y todo por culpa de malos entendidos entre los adultos.

Sobre nuestros padres, decidí decirle que fueron por agua y comida, ya que contarle que nos abandonaron a la primera oportunidad lo habría destruido.

Somos gemelos, nacidos del mismo huevito, según nos explicó mamá, pero yo fui el primero en salir, soy exactamente un minuto mayor que mi hermano, y desde ese momento mi labor ha sido protegerlo, y por siempre lo será.

Acabo de ver la televisión hoy por la mañana, el canal de los dibujos animados ya no está, así que solo queda ver el noticiario.

Un hombre de vestir elegante dió un anuncio, dijo que las arcas fiscales, o algo así, estaban casi vacías, que algo llamado inflación estaba golpeándonos muy duro como país, y que las cosas como ropa, agua y comida ya no serían accesibles para la gente corriente.

Eso ya estaba pasando desde hace un tiempo, y a tal punto que es aterradoramente común ver asesinatos por comida, también es usual ver grupos de personas que horrorizan a la población, y que tratan de causar miedo bajo premisas absurdas.

Mi nombre es Allen Churchill, tengo ocho años, y esta es la historia de un mundo en donde hace falta un sol.

Uno que brinde esperanza al planeta, a todos aquellos victimas del caos y la maldad que ha emergido, un sol que ilumine cada casa, cada jardín, y que haga que las flores vuelvan a crecer en donde ahora no hay más que piedras, hierba seca y manchones de sangre.

Un sol que nos salve...



The Last Sun In The World

The Last Sun In The World (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora