Corrí lo más rápido posible hacía una puerta que parecía ser una salida...
—Alto ahí. — dijo en un tono amenazante.
—¿Qué intentan hacer conmigo? —le cuestione mientras sentía su presencia por las espaldas.
Un notorio miedo se esconde entre aquella conducta firme y tenaz, aunque por fuera parezca que no pierdo los estribos, por dentro me estoy asfixiando de la incertidumbre.
—No hay nada de qué preocuparse. Solo son pacientes con capacidades extraordinarias para la ciencia. —su voz cambio a un tono más tierno y dulce—. Son especiales, niña...
—¡Estas mintiendo! —le respondo con el corazón casi saliendo de mi boca—. ¡Tú estás drogando a niños para experimentar con ellos! —acentué con mi voz.
Al comienzo no había una claridad del destino que quería encontrar, doblo las orillas y encuentro una infinidad de camillas vacías sin ninguna pista de algo que me sirva como salida, unos minutos bastaron para ver una luz de esperanza al final del pasillo. Veo una puerta que puede dirigirme a una parte distinta a la de este centro de atrocidades, es arriesgado, pero tengo una corazonada de que estaré mejor ahí. Llego a la entrada, entre forcejeos trato de abrir la perilla plateada enfrente de mí.
—¡No entres ahí, niña! —alza la voz de manera desesperada.
—Ya no soy una niña. —abro la puerta para acto seguido cerrar con llave.
—¡Hey, sal de ahí! ¡Solo personal autorizado tiene el derecho de entrar ahí! —dijo con rabia en sus labios.
La enfermera se siente realmente nerviosa, cuando golpea bruscamente la puerta comprendo que ahora ella estará en graves problemas.
Empiezo a caminar hacia atrás, el cuarto era demasiado oscuro como para cuidar mis pasos. Había monitores y equipo científico de dudosa procedencia, además de un olor muy extraño. Comprendo que hoy es el día de chocar con todo lo se cruce en mi camino, así que me estampo contra una especie de incubadora de color azul, era cilíndrica y dentro de ella se encontraba un ser humano en estado de hibernación.
Acerco mis manos para cubrir mis labios para no dejar escapar el sonido de mi asombro, ya no quiero hacer ruido de nuevo y volverme a meterme en otro problema. Se entorpecen mis sentidos al contemplar que...
Un niño estaba durmiendo dentro de la incubadora.
Un agudizado grito se combina con mi aceleración cardiaca que mata lentamente el sentimiento de esperanza que había en mi pecho, a través de palpitaciones poderosas que punzan intensamente como agujas en los dedos. Si esto era tan solo el inicio a un camino a la llanura de la oscuridad, lo que me depararía en este hospital sería mucho peor a lo que conocemos como la verdadera malicia humana.
¡¿Qué clase de hospital es éste?!
Pero... ¿Qué cosas son las que hacen ustedes?
Giro la cabeza en los espacios que no había visto la primera vez que entré a este averno, logré ver más incubadoras vacías, y al parecer una clase de equipo quirúrgico con añadidos de piezas extra que nunca había visto.
—No te asustes está durmiendo. —una voz menciona con amabilidad.
No puedo ver una silueta, tampoco puedo sentir la presencia de aquel que contesto entre la oblicuidad. Mis manos estaban temblando, estaba al límite de mi sanidad mental, mis rodillas ya no aguantarían y la paciencia estaba llegando al umbral máximo.
—¿Qui... qui... quién eres y qué es este lugar?— dije entre respiraciones apresuradas.
—Nosotros no somos malos, puedes estar tranquila. — dijo con mucha seguridad.
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The Last Sun In The World (Editando)
RandomVivir, sobrevivir y existir jamás fue tan importante, tan esencial. Ver como la vida puede desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos, como el sobrevivir se vuelve tan difícil, y la existencia se torna en matar o tan sólo morir. Esta es la historia d...