Encerrada

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A través de una delgada rendija en la puerta metálica que mantenía a Rey encerrada, Kylo Ren observaba a la joven inconsciente. Se mantenía en tensión, nervioso ante la idea de que pudiera despertarse y con una mano tocando su sable láser. La miraba extrañado, nunca antes se había sentido así ante nadie. Algo en aquella joven le inquietaba. Sentía en ella un poder incomparable, algo que conectaba consigo mismo de una manera que era incapaz de describir. Contempló su ceño fruncido y su cuerpo menudo pero fuerte. Su cabello despeinado, sus manos contraídas en puños... Sus labios, fruncidos en un rictus de dolor. El hombre suspiró. ¿Quién era aquella chica? ¿Por qué provocaba en él esa reacción? ¿Acaso la había visto antes?

Mortis, su maestro, ya le advirtió lo que sentiría ante Rey. Ella era su igual en la Fuerza, su otra mitad. Pero lo que se agitaba en su interior iba mucho más allá. Era algo que no tenía explicación posible. Algo que lo excitaba y asustaba a un tiempo.

Rey se incorporó como impulsada por un resorte. Respiraba agitadamente y se puso en pie, buscando su sable láser. No lo encontró. Se movió por la diminuta celda, rastreando una salida. Entonces le sintió. Esa perturbación oscura. Ese poder demoledor. Ese estremecimiento que la recorría cuando él estaba cerca. Kylo Ren la miraba desde el otro lado de la puerta. Rey se acercó con cautela.

- Ben.

Kylo se puso tenso. Su amo le había dicho que ella utilizaría ese nombre para embaucarle. Le contaría historias sobre un pasado inventado que nunca tuvo lugar. Un pasado en el que él era un rebelde que había ayudado a acabar con el mal.

- No conozco ese nombre.

Su voz profunda, distorsionada a través del respirador de la máscara, resonó en el pecho de la joven. Una tristeza difícil de combatir se apoderó de ella. No sentía a Ben ahora. Aquel hombre volvía a ser un esclavo de la oscuridad. Había perdido. Palpatine había recuperado a Kylo Ren. El último descendiente de la familia Skywalker había olvidado quién era, quizá para siempre. Rey no pudo evitar llorar.

Kylo la miraba, extrañado. Estaba llorando. ¿Por qué? ¿Por él? ¿Le tenía compasión? No entendía nada. Siguió contemplándola, extasiado. Había algo hipnótico en ella. Rey le sostenía la mirada, aunque en sus ojos sólo había dolor. De pronto, a Ren le invadió una sensación extraña, una oleada de desesperanza que le obligó a respirar hondo. Percibía lo que la joven sentía...¿Podía ser verdad? Ella le estaba transmitiendo sus sentimientos. Ofuscado, se apartó. Se sentía confuso. Las lagunas en su memoria le inquietaban todo el tiempo y ahora tendría que asumir la presencia de esa Jedi, que le desestabilizaba. Si al menos pudiera recordarlo todo, pero había muchas cosas en blanco. No sabía qué había sucedido con Snoke y por qué existía una nueva República en formación que iban a destruir. Y el rostro de Rey le resultaba familiar, como si ya la hubiera visto antes.

- Ben. Eres tú. Siempre has sido tú. Tienes que tratar de recordar. Te está engañando, Ben.

Kylo se sintió furioso. El poder que esa chica ejercía en su mente le hacía sentir indefenso. Dejándose llevar por la ira, golpeó la puerta.

- ¡Deja de llamarme así! Soy general de la Orden Final. Sirvo a mi amo Mortis. Y tú no eres más que una chatarrera. Vienes de Jakku, ¿verdad? Me lo han contado todo. Eres una don nadie con delirios de grandeza Jedi. Crees que heredas el poder de los Skywalker pero no te engañes. No eres nada.

Rey tragó saliva. Cuánta ira había despertado Palpatine en él... La joven se adelantó un paso, desafiante y alzó la voz, rogando porque no le temblase. Y no lo hizo. Fue clara y firme.

- Yo soy Rey Skywalker, maestra Jedi y miembro del gobierno de la Nueva República. Y tú ahora no eres más que el títere de un cadáver poseído por la energía de Palpatine. El antiguo emperador. Al que tú, Ben Solo, hijo de Han Solo y la general Leia Organa ayudaste a derrotar. Tú, que llegaste hasta los límites de la galaxia para enfrentarte conmigo al mal. Que me devolviste la vida a cambio de la tuya. Ese eres tú, Ben Solo. No eres esa máscara.

Kylo se quedó sin palabras. La fuerza de aquella menuda joven era arrolladora. Iba a responder cuando, en ese momento, varios soldados imperiales de uniforme rojo abrieron una puerta. Tras ellos, bien escoltado, apareció Mortis. Un cuerpo muerto que había vuelto a la vida, de escalofriantes ojos amarillos y piel destrozada. Se plantó ante la celda y los guardias la abrieron.

- Querida chatarrera, bienvenida. Estás en uno de los cientos de destructores imperiales que se conservan de la flota secreta de Palpatine. Y yo soy Mortis. Para servirte.

La criatura se inclinó ante ella, en un burlón gesto de respeto. Rey se tensó y le miró con ira.

- Me temo que no he llegado a tiempo para hacer las debidas presentaciones. Creo que ya conoces a mi acólito, el magnífico Kylo Ren. General de la Orden Final, jefe de mis ejércitos y probablemente el Sith más poderoso que queda con vida, después de vuestra efímera victoria contra el mal. Él estaba deseando conocerte, Rey. Ya sabe que eres su igual en la Fuerza. La Díada. Una conexión inaudita como no se recuerda en la historia de la galaxia.

La joven miró a Kylo. No sabía si la estaba observando, pero un escalofrío la recorrió.

- Te equivocas. Ben Solo no es un Sith. Nunca lo fue.

La risa metálica que salía de aquella garganta muerta la desestabilizó. Rey respiró hondo.

- Llegaste tarde, me temo. Ben Solo dejó de existir. El hombre que ha vuelto a la vida no recuerda nada de ese ser débil que una vez conociste. Kylo Ren ha regresado. De una vez y para siempre. Y más vale que te vayas acostumbrando. Ren será tu maestro en las artes oscuras Sith. Te entrenará para ser una de los nuestros. Y os uniréis en la Fuerza para traer el equilibrio a la Galaxia. Mañana empezará una nueva vida para ti.

Sin una palabra más y tras una estremecedora sonrisa, Mortis se retiró junto con sus guardias. Rey se lanzó con rabia y empezó a golpear la puerta de la celda. Fue inútil. No podría salir de allí si no recuperaba su sable láser. Tal era su estado de ansiedad que no reparó en que Kylo Ren seguía allí, mirándola.

- Es inútil que te resistas. Será mejor que descanses esta noche. Mañana temprano vendré a buscarte. Y más vale que colabores o Mortis no te perdonará la vida.

Sin dejarla replicar, Ren salió de la sala. Ella se sentó, impotente. Cerró los ojos y suspiró. Las lágrimas acudieron de nuevo a sus ojos. Todo había salido peor de lo que había imaginado. Se sentía perdida. Se tumbó, haciéndose un ovillo, rogando porque aparecieran Luke o Leia para reconfortarla. Pero estaba sola. Jamás se había sentido tan abandonada, ni siquiera cuando se ganaba la vida en Jakku vendiendo piezas de destructores imperiales inservibles. Al menos, allí tenía una actividad frenética y estaba distraída. Se estaba quedando dormida cuando algo dentro de ella se reveló. No iba a quedarse allí esperando a que amaneciera. Dedicaría todo el tiempo que le quedaba a intentar escapar. Se sentó de nuevo y miró alrededor. Sobre su cabeza había un conducto de ventilación sellado, pero lo suficientemente ancho como para poder introducirse por él. Quizá podría abrirlo con su mente y alzarse en el aire para salir por allí. Pero tendría que ser rápida... Se disponía a concentrarse en ese objetivo cuando una voz surgió en el interior de su mente.

"Recuerda tu objetivo, Rey. Tienes que traer a Ben de vuelta. Aún no es tarde. Si te alejas de su lado, Mortis habrá ganado. Y sin él no podrás lograrlo. Juntos, Rey, sois uno solo. No lo olvides".

Era apenas un susurro, no sabía si se lo estaba imaginando o escuchaba la voz de su conciencia, pero no. Eran palabras de Luke, intentando evitar que cometiera un gran error. Tenía razón. Su lugar no estaba huyendo del problema, sino enfrentándose a él. Pero la presencia de Kylo Ren la asustaba. No por él mismo, pues le había plantado cara muchas veces, sino por lo que significaba: quizá había perdido a Ben para siempre.

Rey cerró los ojos y miró por el cristal a la inmensidad del espacio. El brillo de las estrellas, que parecían muy lejanas, la serenó en parte. Nada deseaba más que volver a Naboo con Finn, Rose, con Maz. Quería descansar y olvidarlo todo... pero el destino de una Jedi era enfrentarse al miedo, así que permanecería allí, con Ren, fingiendo que era su pupila. Y mientras tanto, bucearía en el interior de su mente torturada para hallar lo que quedaba del último Skywalker. No le abandonaría. Si salía de aquella nave imperial sería junto a él. O no saldría jamás.

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