Un nuevo comienzo

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"Respira... Solo, respira". Rey se repetía estas palabras mientras blandía su espada láser en el aire, enfrentándose a un enemigo imaginario. Marcaba cada movimiento con firmeza y lentitud, pues sabía que la estaban observando. Los rostros atentos y curiosos de diez jóvenes aprendices, humanos y de muchas más especies, estaban fijos en cada uno de los reveses de su arma. Todos sujetaban sus propios sables láser y a pesar de su inseguridad, permanecían serenos y poderosos. Una nueva generación Jedi nacía en aquel templo todavía en construcción, en medio del desierto en Tatooine.

No estaba siendo fácil convertir el antiguo hogar del maestro Luke en una escuela Jedi. Se necesitaban muchos recursos para levantar los edificios. Por ahora sólo disponían de una pequeña sala de entrenamiento. Sus alumnos y ella dormían todavía en rudimentarias tiendas de campaña que les protegían de las tormentas de arena y de las extremas temperaturas nocturnas. Estaba siendo agotador coordinar a los trabajadores, pero ella no quería demorar más el inicio de la formación. Personas y criaturas poderosas en la Fuerza, provenientes de todos los confines del universo, se dirigían a Tatooine, ansiosas por ser admitidas en la escuela y empezar a formarse. Y ella no quería dejar a nadie atrás. Tenía que estar a la altura.

Los primeros días habían sido duros. La ausencia de Ben era una losa que le impedía ser ella misma la mayor parte del tiempo. Le sentía muy cerca, pero la Fuerza no les conectaba. Por mucho que ella intentaba conseguirlo, no se producía la ansiada unión. Intentó serenarse y no desearlo tanto, porque quizá ese anhelo era lo que estaba retrasando el momento, pero tampoco funcionó. Rey empezó a preocuparse. El temor de que le hubiera ocurrido algo a Ben nublaba su entendimiento y le impedía pensar con claridad. Se puso en contacto con sus amigos en Naboo y afortunadamente ellos habían recibido varias transmisiones del Halcón, por lo que deducían que todo iba bien. Pero ella seguía sintiéndose inquieta. Tenía un presentimiento extraño, porque notaba a Ben cerca pero algo bloqueaba su conexión con él en la Fuerza.

Terminó la clase y se despidió de sus alumnos, con una sonrisa y algunas recomendaciones. La mayoría de las veces se iba con ellos a pasar su tiempo libre y seguía adiestrándoles, en la medida de lo posible, pero hoy necesitaba estar sola. Cogió su espada láser, se cubrió con una capa con capucha y salió a entrenar sola, en el desierto, alejándose lo máximo que pudo del templo. El ejercicio físico despejó su mente y la lleno de energía. No sentía la bajada de temperatura ni el viento que empezaba a remover las dunas. Se detuvo un instante, contemplando el horizonte, que empezaba a teñirse de colores malvas y rosados. Durante un instante, consiguió respirar en calma, sin pensar en nada más que en la belleza de ese paisaje desolado y abrumador. Entonces, una caricia en su alma la estremeció. Miró alrededor, esperando que el tiempo y el espacio se detuvieran, deseando ver a Ben. Esta vez sí. La Fuerza iba a reunirles. Pero la realidad no se alteró. Rey suspiró. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Se sentía frustrada y triste. Ofuscada, se dispuso a regresar a su tienda. Le quedaba un largo camino por delante. La añoranza volvía a ser su indeseable compañera, otra vez. Sin embargo, en ese momento, a lo lejos, recortada contra las últimas luces del primer sol que ya se ocultaba, una figura diminuta avanzaba hacia donde ella se encontraba. Entrecerró los ojos, pero el resplandor del ocaso la deslumbró. No podía ser. El Halcón se había alejado hasta el confín de la galaxia, cerca del borde exterior. Era imposible que Ben pudiera estar allí. Quizá era un espejismo visual o un truco de su mente.

Ben observaba el mapa en forma de holograma que flotaba delante de él y comprobó que iba por el buen camino. Sin embargo, sentía que estaba tardando una eternidad en encontrar el antiguo hogar de la familia de Luke. Su anhelo por reencontrarse con Rey era tal que cada segundo le parecía un año. Chewie le había ofrecido la posibilidad de aterrizar mucho más cerca, pero él se había negado. Aunque no estaba quebrando las normas, no quería alterar la paz de la comunidad que Rey había formado en Tatooine. Prefería acercarse solo, sin llamar la atención y con cautela. Quería explicarle primero, necesitaba hacer las cosas bien, con calma... Levantó la cabeza de pronto. Allí, a menos de un kilómetro, una persona menuda, cubierta con una capa blanca le observaba en la distancia. Un escalofrío recorrió su cuerpo. La serenidad que estaba intentando mantener se desvaneció de pronto y echó a correr.

Rey parpadeó un par de veces. Alguien se acercaba a ella, a toda velocidad, levantando el polvo del desierto. La joven tembló. Dejó de pensar y corrió ella también. La noche empezaba a caer y las formas se desdibujaban, pero ya no había dudas. Era Ben. Estaba allí y venía hacia ella. Se encontraron a mitad de camino, deteniéndose uno frente a otro, incrédulos. Por un instante, su sorpresa podía compararse a aquella primera vez en que la Fuerza les conectó. No terminaban de creerse que aquel momento fuera real. En el rostro de él se formó una sonrisa tímida. Rey respiró hondo y se lanzó a sus brazos. A lo mejor estaba soñando. Quizá no tardara en despertarse, pero en ese caso, iba a aprovechar al máximo esos instantes de dicha. Él la estrechó con fuerza, riendo. La alzó sin esfuerzo en el aire y giraron, extasiados. No tenían palabras, no les salían. Se limitaron a mirarse a los ojos, hipnotizados el uno con el otro. Rey hundió sus manos en el espeso cabello oscuro de Ben y beso sus labios. Él correspondió a ese beso con ansia.

Después de lo que pareció una eternidad, se separaron.

- ¿Esto es real?

Ben rió y su risa sonó como música a los oídos de ella. Allí, iluminado a medias por la luz del ocaso, ella se fijó en la profundidad de sus ojos, la perfección de sus rasgos y suspiró. La grave voz de él reverberó en su interior.

- Solo cumplo las normas. Me dijeron que me marchara lejos de Naboo, a un planeta poco habitado. Dameron fue bastante claro sugiriéndome Tatooine. Fue su plan desde el principio.

Rey le miró con extrañeza. La sonrisa pícara de él le hizo entender: Dameron y Finn lo tenían todo planeado de antemano. Era necesario que él se marchara, que los demás lo vieran, pero a dónde fuera después no era asunto de nadie, mientras se mantuviera oculto. La chica buceó en la mente de él para descubrir los detalles: le dijeron dónde estaría Rey a partir de entonces y le recomendaron que estuviera aislado un tiempo, quizá un par de semanas, vagando en el Halcón junto a Chewie. Pasado ese tiempo, podría reunirse con Rey en aquel desértico destino, siempre que no le viera nadie más que ella.

Rey rió de felicidad. Aquello era un sueño. Se abrazó a él, entusiasmada. El hombre la encerró en sus brazos, apoyando su cabeza en la de ella y meciéndola. Por fin estaban juntos y esta vez nada ni nadie podría volver a separarles. Ni ellos mismos, ni amenazas del exterior.

- No puedo ir a la escuela, Rey. Me mantendré alejado, en el Halcón, durante un tiempo. No deben verme.

Ella asintió. Aquello era perfectamente comprensible. Pero saber que estaría con ella, en Tatooine, a partir de entonces había llenado su corazón de dicha. Nada más importaba.

- Estamos avanzando mucho. Me puedes ayudar con el diseño de los edificios. Y cuando pase el tiempo y todo se calme, me tendrás que ayudar a formar a los nuevos padawans. Tienen mucho talento. Y necesitamos maestros. De hecho, solo seremos tú y yo al principio.

Ben asintió y volvió a abrazarla. Después, caminaron sin rumbo, con las manos entrelazadas, disfrutando del silencio y de la presencia del otro. Miraron juntos hacia el horizonte, donde los dos brillantes soles de Tatooine ya se ocultaban del todo, dejando que las primeras estrellas empezaran a brillar. Rey respiró hondo y miró a Ben, que la sonreía. No sabía lo que les depararía el futuro ni a qué nuevos retos tendrían que enfrentarse, pero no importaba. Sólo existía el aquí y el ahora, la Fuerza fluyendo a través de ellos. Ahora ambos se sentían completos. Eran una Díada. Dos que son uno. Para siempre.

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