Maestros

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Los días pasaron rápido para Rey. Se mantuvo ocupada entrenándose con su láser y recordando viejos tiempos en la isla, cuando todavía no se sentía suficientemente cómoda con el arma de Luke. Paseaba, cazaba y se esforzaba por ejercitar su cuerpo, manteniéndose lo más activa posible. Buscaba respuestas meditando al pie del árbol donde encontró los antiguos textos Jedi, un árbol que ahora estaba calcinado, pero cuya energía la serenaba. Necesitaba saber cuál era el siguiente paso. Y todo el tiempo trataba de evitar a Kylo, aunque no era fácil: el lugar no era tan extenso como para no encontrárselo varias veces al día. Le veía por las mañanas, se lo encontraba a veces mirando al horizonte y generalmente al anochecer, cuando ambos se retiraban a sus refugios a descansar. No se hablaban, como mucho se saludaban con un gesto y una sonrisa, pero Rey sentía la mirada de él como si fuera un contacto, una caricia y aquello la inquietaba. Cuando creía que tenía control sobre lo que sentía, que todo se mitigaba y se colocaba en su sitio, su presencia volvía a desbaratar cualquier expectativa de sosiego. Estar cerca de él tenía un efecto en ella que nadie había provocado antes. Una sensación que estuvo allí desde aquel primer encuentro en el bosque, cuando él la secuestró. Y que no se había calmado en absoluto.

Aquella mañana, Rey se dirigió hacia la cascada que se ocultaba en la cara oeste de la isla. El agua caía violenta por un risco, formando un lago natural lo suficientemente extenso y profundo como para darse un baño y nadar. Aprovechó la calidez del mediodía para sumergirse en el agua helada y dejar que su cuerpo desnudo se desentumeciera. Se colocó bajo la cascada, aprovechándola para lavar su cuerpo y su cabello, intentando no prestar atención a la sensación que la invadía... una inquietante impresión de sentirse observada.

Ren había decidido seguir a la Jedi ese día, sin saber muy bien por qué. Quizá porque le apetecía verla y hablar con ella, había pasado algunos días en soledad y aunque agradecía el descanso y la quietud, necesitaba entrenar y estar acompañado. Quería proponerla que lucharan juntos para no oxidarse... pero cuando vio que la joven empezaba a desnudarse para sumergirse en el agua, se sintió tremendamente turbado y buscó un escondite tras un árbol. Respiró hondo. Estaba mucho más nervioso de lo que se permitía admitir. Sin embargo y tratando de ser lo más sigiloso posible, Kylo se asomó sin ser visto, clavando su mirada en la joven desnuda: la visión de su cuerpo, atlético y esbelto, pero a la vez sensual y curvilíneo le hipnotizó. Tanto era así, que no se dio cuenta de que había dejado de estar escondido tras el árbol y ahora permanecía de pie, con la boca abierta y totalmente ensimismado, mirándola. Rey se dio cuenta que había alguien más allí y giró, topándose con la imagen de Ren allí plantado, como en shock. La chica intentó cubrirse con las manos rápidamente, pero cuando vio que era inútil, se sumergió en el agua, buceando y alejándose lo más posible de él. A pesar del frío del agua, notaba el rubor que cubría todo su cuerpo. Jamás se había sentido más turbada, pues nunca antes había estado desnuda delante de nadie.

Kylo se apartó en cuanto notó que la chica se giraba, pero no fue lo suficientemente rápido. Cuando vio que se alejaba buceando, él también se marchó a toda velocidad de allí. Su cabeza bullía, tratando de asimilar todas las sensaciones que su cuerpo estaba experimentando, totalmente nuevas para él. Había pasado toda su vida entrenándose en la Fuerza, primero como Jedi, luego como Sith, luchando contra sí mismo, arrastrando el dolor de abandonar a toda la gente que conocía y que amaba para formar parte de una orden militar de la que se había convertido en líder... Durante toda su vida había estado consumido por el odio, el ansia, la soledad. Nunca había conocido a ninguna chica por la que se hubiera sentido atraído de verdad. Y ahora todo lo que le estaba sucediendo le alteraba hasta límites desconocidos. No sabía cómo gestionarlo y le daba mucho miedo, pues eran sentimientos demasiado intensos, casi dolorosos. Caminó sin rumbo fijo durante lo que le pareció una eternidad, acercándose al centro de la isla. Cuando vio que la luz empezaba a escasear y que las formas de los árboles se difuminaban, advirtió que había perdido la noción del tiempo y que la luna ya empezaba a alzarse en el cielo. Se sentó, cansado, frente a un enorme árbol calcinado, atravesado por una grieta que lo dividía en dos.

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