Se desata el infierno

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La sala principal de la fortaleza de Naboo estaba repleta de políticos, militares, comerciantes y demás personajes variopintos de diversas razas y procedencias. Todos miraban con atención hacia el centro, donde un holograma de una enorme nave imperial flotaba en colores azules. Rey miró a Dameron, que lucía imponente en su nuevo uniforme de general, aunque percibió que estaba muy nervioso. Rey y Finn se acercaron a él y se situaron detrás. Rose llegó en ese momento y abrazó brevemente a Rey. Estaba preocupada, aunque sonrío a su amiga con afecto. Los murmullos y las miradas se sucedían. Algunos señalaban a la Jedi sin tapujos. La joven respiró hondo. Poe se aclaró la garganta y alzó la voz.

- Queridos compatriotas. Lamentablemente la paz ha durado poco. Como sabemos por la Jedi Rey Skywalker, la amenaza de Palpatine no ha sido eliminada. Su esencia ha conseguido perdurar, y lo ha hecho invadiendo un cuerpo muerto, un antiguo caballero de la orden de Ren llamado Mortis.

Un rumor sordo se extendió por la sala. Alguna otra exclamación ahogada se dejó notar.

- Por varios mensajes que hemos interceptado, sabemos que han rescatado varias naves de la Orden Final y han logrado rearmarse. No tenemos duda de que preparan un inminente ataque, y debemos estar preparados. No saben dónde estamos, lo que nos permitirá ganar tiempo, pero debemos organizar un plan de defensa y ataque.

En ese momento, Rey percibió una alteración a su alrededor. Una amenaza oscura pareció cernirse sobre el lugar. No había nada objetivo que así lo demostrara, pero un peso atenazó su pecho. No había tiempo, ya estaban aquí. La joven agarró la empuñadura de su láser. Finn la miró y se puso en tensión. Rey se dirigió a la salida a toda velocidad, seguida por Rose. Cuando llegaron al exterior, las sombras de numerosas naves imperiales ocultaban la luz del sol. Rey miró a sus compañeros, mientras más gente se unía a ellos. Poe reaccionó rápido y empezó a dar órdenes a los líderes del recién nacido ejército de la nueva República. Finn sacó su arma y se dispuso a ponerse al frente de un pelotón. Rose hizo lo propio. Dameron se acercó a Rey.

- Nos han encontrado antes de lo que creía. No estamos preparados, Rey.

La angustia en la voz de su amigo provocó una punzada en su corazón. Estaba casi segura de que habían localizado el Halcón Milenario y les habían seguido hasta allí. Se sintió tremendamente culpable, pero no se permitió reflexionar sobre ello. Ahora solo quedaba luchar. Los pilotos de los cazas reaccionaron rápido y varios de ellos ya surcaban el cielo, enfrentándose con valentía a la enorme flota que les asolaba. Varios transportes enemigos habían conseguido aterrizar y numerosos soldados imperiales, con rojos cascos cromados, se acercaban a ellos desde todas partes. Rey abrazó brevemente a Poe.

- Saldremos de esta, Poe. Lo haremos.

Poe asintió y sonrió. Rey sacó su láser y se lanzó a enfrentar la amenaza sin dudar un segundo. Consiguió acabar con muchos soldados y avanzar hacia el centro de la batalla, esquivando la lluvia de disparos que se cernía sobre ella, pero al observar alrededor se percató de que no podrían salir de esta si no llegaba más ayuda. Podían pelear hasta que no quedara ninguno de ellos en pie, pero ni aún así lo lograrían. Eran muy pocos, no tenían la flota completa y además les habían pillado por sorpresa. Solo les quedaba una opción: acabar con Mortis. Si su líder caía, sería fácil desorientarles. Ya no tendrían nada por lo que pelear.

Rey se concentró un instante, cerrando los ojos y dejando que su intuición le indicara el lugar donde se ocultaba aquel ser. No estaba lejos pero le percibía bien protegido, en una de las naves imperiales que se disponía a aterrizar muy cerca de la fortaleza de Naboo. Supo que debía correr hacia allí, pero sintió que le faltaba algo para poder hacer frente a Mortis: su otra mitad. Sin Ben no podría derrotarle, como ya sabía que pasaría. Respiró hondo y trató de comunicarse desesperadamente con él usando la Fuerza.

Mientras tanto, las fuerzas rebeldes se defendían como podían. No solo los soldados y pilotos estaban haciendo frente a los enemigos que invadían el planeta, también los aldeanos, los Gungans que habitaban bajo el agua con sus estrambóticas armas y naves comerciales que habían decidido plantar cara. Era emocionante ver todas las fuerzas unidas, luchando con lo que tenían, frente a un enorme ejército que parecía ser infinito. Las naves imperiales y pequeños x wing mortíferos arrasaban bosques y hogares, los soldados imperiales se dispersaban, arrasando las líneas aliadas y dejando numerosos cadáveres a su paso. Finn miró alrededor y supo que estaban perdidos. Aquella batalla no podrían ganarla. Estuvo tentado de buscar a Rose y Rey, encontrar una nave y huir de allí. A lo mejor era la única forma. Escapar para reorganizarse y plantar cara cuando de verdad estuvieran preparados. Pero ese plan de huida significaría la muerte para muchísima gente que en ese momento luchaba valientemente, sin pensar en nada más. Debían seguir resistiendo, no les quedaba otra.

Ben sintió que algo no iba bien mucho antes de que las primeras naves se aproximaran al planeta, pero trató de mantenerse en calma. Estar alejado de Rey le provocaba inquietud. Estaba muy pendiente de cualquier señal que ella pudiera enviarle y quizá aquella sensación premonitoria de que las cosas se estaban torciendo era fruto de su imaginación. Sin embargo, cuando el techo y las paredes empezaron a vibrar y los sonidos de la batalla llegaron a sus oídos, el hombre supo que no se equivocaba: Mortis les había encontrado. Ben se movió de un lado a otro de la habitación, nervioso, confundido. Necesitaba salir de allí. Rey estaba en peligro. Trató de abrir la puerta de la celda utilizando la Fuerza, pero no lo logró. Aquella habitación estaba blindada, también para Jedis. Entonces, cuando la desesperación empezaba a hacer presa de él, el sonido ambiente se mitigó y vio a la chica allí, sudorosa, mirándole fijamente. La Fuerza les había conectado. Se acercó a ella. Rey asintió y sonrió, antes de lanzarle su propia espada láser amarilla a través del espacio. Ben la tomó en el aire y la activó. Con un certero golpe, destrozó la cerradura de la celda. La joven suspiró aliviada al ver que él había conseguido liberarse. Ben se dispuso a devolverle el arma, pero entonces la conexión desapareció. El guerrero perdió de vista a la Jedi y aquello le terminó de alterarle. Echó a correr a toda velocidad, perdiéndose por los largos e intrincados túneles que discurrían bajo la fortaleza. Rey estaba sola, en peligro y desarmada. No podía perder un instante.

Rey había dejado de ver a Ben, pero le percibía. Sabía que estaba buscando una salida y que no tardaría en encontrarla. Decidió que la mejor decisión que podía tomar era encontrar a Mortis y esperar que Ben pudiera llegar hasta ella a tiempo. Iba a salir corriendo, pero estaba desarmada. La joven se parapetó tras un árbol para cubrirse del fuego cruzado. Alguien le tocó en el hombro. Era Rose, cubierta de barro, que la sonreía y le tendía una pistola láser. Rey le devolvió la sonrisa.

- No deberías haberle prestado el arma a tu novio. Mírate ahora- la soldado le guiñó el ojo, divertida.- Es guapo, pero no se merece un pedazo de espada así.

Rey no supo qué responder. Cogió el arma que le ofrecía su amiga. Rose se puso en pie.

- Vamos a encontrar a ese cadáver andante juntas. Yo te cubro.

Las dos mujeres no se lo pensaron y corrieron hacia la nave imperial más grande, que estaba bien defendida. Cuerpos de heridos de un bando y del otro yacían en el camino. Rey se obligó a no pensar en nada más que en su objetivo: acabar con aquel ser que guardaba en su interior la esencia de Palpatine. 

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