Un encuentro inesperado

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Ben estaba encerrado en una habitación mediana, sin muchos lujos, pero cómoda. Tenía una cama grande y una ducha, aunque ninguna ventana. En un armario, encontró ropas viejas pero bien conservadas. Al tocar la tela y percibir su aroma, una oleada de nostalgia le invadió. Era indudable que aquellas prendas habían pertenecido a su padre. Acarició los pantalones y la camisa holgada y sonrió. Quizá ya era hora de vestirse diferente. Cogió las ropas y empezó a quitarse el negro uniforme, ya bastante deteriorado y sucio.

Rey caminaba por el bosque, sin rumbo fijo. Maz le había prestado su cabaña para que pasara aquellos días y era consciente de que debía dormir y descansar, pues al día siguiente les esperaba una dura jornada de preparativos y estrategias militares, pero era incapaz de conciliar el sueño. La angustia atenazaba su pecho, no solo por lo que les amenazaba sino también por la injusticia del aislamiento de Ben. No entendía cómo sus mejores amigos, sus aliados, su familia, eran incapaces de percibir el cambio en él, un cambio palpable, necesario, que ya se había producido en la batalla final contra Palpatine. Alterada, se detuvo a tomar aliento en un claro, dejando que la luz azul de la luna llena se derramara sobre su rostro. Echaba tanto de menos a Ben que casi le dolía físicamente. Había sido tal el anhelo que sentía que las escasas horas compartidas no eran suficientes... Necesitaba mucho más. Quizá fue ese ansia la que propició la conexión, pues segundos después el tiempo pareció detenerse y los sonidos de su entorno desaparecieron. Frente a ella Rey pudo ver el cuerpo desnudo y de espaldas de Ben, empapado bajo el agua de la ducha. Se olvidó de respirar y apartó la vista, sonrojada. Sabía que no tenía sentido después de la intimidad que habían compartido, pero no pudo evitarlo. Su presencia era demasiado poderosa, tanto que le costaba creer que hubieran estado juntos, después de todo lo que habían pasado. Ahora le parecía un sueño.

Ben respiró hondo mientras su cabello se mojaba. Disfrutó de la sensación del agua caliente deslizándose por su cuerpo, desentumeciendo sus músculos y despejando su tensión. Pero algo alteró el silencio, una especie de zumbido que le hizo volverse. Frente a él, con las botas llenas de barro y el pelo revuelto, estaba Rey, observándole con la boca entreabierta por el asombro. Ben sólo la veía a ella y eso siempre había sido suficiente. Sonrío y se volvió del todo, sin cubrirse.

- Podías ponerte una túnica o algo- musitó ella, repitiendo casi exactamente lo que le había dicho aquella vez, en una de sus primeras conexiones en la Fuerza.

La sonrisa de Ben se amplió. Entonces no había hecho caso a su petición y ahora, por supuesto, no iba a ser diferente. Salió de la ducha y se acercó a la chica, resuelto. Rey no tuvo tiempo de reaccionar y él disfrutó de su sorpresa, de su turbación. La agarró de la cintura y buscó sus labios con anhelo. Apretó su cuerpo desnudo contra el suyo, sin pudor. La joven cerró los ojos y un gemido se escapó de su boca antes de abandonarse a un beso largo y profundo, salvaje y violento. Él también la había extrañado, con cada poro de su piel. A ambos les había sorprendido aquel encuentro inesperado pero se dispusieron a aprovecharlo. Ben alzó a la joven sin esfuerzo y se dedicó a besarla pausadamente. Después la desnudó con parsimonia. La tendió en la cama y la cubrió con caricias, con besos, mordiendo su cuello, lamiendo sus pezones, acariciando su sexo... Rey no pudo contener sus jadeos, pero se movió antes de perder el control para situarse ella arriba. Sujetó las muñecas de Ben con sus manos y se colocó sobre su miembro, provocándole un momento, para después dejarse llevar por el frenesí que la invadió, que ya no podía frenar. Empezó a moverse convulsamente, arrancando gemidos de la garganta de él, controlando la velocidad e intensidad, sintiendo toda la fuerza que manaba de su interior. Se sintió poderosa y deseada. Los dos cuerpos fueron uno solo, empapados en sudor, hasta que alcanzaron un clímax tan intenso que los dos reprimieron un grito, acallándolo en los labios del otro. Se miraron a los ojos, en silencio, durante largos instantes. Ninguno quería hablar, por miedo a romper aquella conexión en el tiempo y el espacio. Ben acarició el cabello de la chica y sus ojos se humedecieron. No podía creer que aquello fuera real. Se tendieron, cada uno en su realidad, alterados pero todavía unidos por un poder más grande que ellos mismos. Se abrazaron, desnudos, hasta que las primeras luces del alba clarearon el horizonte. Fue en ese momento cuando la conexión desapareció y Ben se encontró a sí mismo solo, en la cama. No pudieron despedirse. Briznas de hierba y barro que manchaban las sábanas eran la única huella de la presencia de la chica en aquella habitación.

Rey, por su parte, sintió un frío helador cuando dejó de ver y sentir a Ben a su lado. Fue consciente entonces de que estaba desnuda en el bosque, tendida en medio de la hierba. Se levantó y se vistió rápido, avergonzada. Afortunadamente nadie la había visto. Salió corriendo lo más rápido que pudo, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro mientras recordaba lo ocurrido junto a Ben. Llegó a la cabaña y se encontró a Finn en la puerta, llamando. Al verla llegar despeinada y sucia, la joven se ruborizó intensamente.

- ¡Rey! Vine a buscarte para acompañarte a la reunión del consejo... ¿Estás bien?

La Jedi no supo qué excusa inventarse. La presencia de su amigo la había pillado de improviso. Carraspeó y le miró, muy seria, intentando sonar convincente.

- He salido a entrenar. Perdí la noción del tiempo, perdona. Dame unos minutos y estoy contigo.

La chica entró en la cabaña, se cambió de ropa y muy poco tiempo después, salió para encontrarse con Finn. Ambos empezaron a caminar hacia la fortaleza. El hombre la miraba de soslayo, sin saber muy bien qué debía decir. Se sentía culpable por haber sido él el encargado de apresar a Ren, delante de ella... pero ahora era un general. Debía cumplir con su deber. Aquella relación que tenían lo complicaba todo demasiado. Como leyendo sus pensamientos, Rey fue quien rompió el hielo.

- Mi relación con Ben es necesaria. Aunque no lo entiendas, estamos unidos en la Fuerza. Somos una díada y estamos destinados a enfrentarnos juntos a Mortis. Todo lo que ha ocurrido tenía que pasar. Ojalá pudierais entenderlo... - la voz de la joven tembló.

Finn detuvo la marcha y la miró. Ahora que era sensitivo en la Fuerza, podía percibir con claridad cómo se sentía su amiga. Y le conmovió. Se sentía culpable y a la vez feliz por haber descubierto un sentimiento desconocido para ella, que la colmaba, que le daba poder. El joven abrió los brazos y Rey se refugió en ellos, temblorosa y emocionada.

- Sé lo que ha hecho, Finn. Sé quién ha sido. Pero no puedo evitar sentir lo que siento. Ha sido así siempre, incluso cuando era Kylo Ren. Y tú lo sabes. Lo has sabido siempre. Perdonadme, por favor.

Finn apoyo su barbilla en la cabeza de la chica y asintió. Si, en el fondo él lo había sabido desde la primera vez que Ren apareció en el bosque y la secuestró. Algo entre ellos, poderoso, se percibía cada vez que estaban juntos, aunque fueran enemigos. Nadie podía frenarlo. Reconocer esta realidad le dolió, pues el ex soldado de asalto se había sentido atraído por la Jedi desde la primera vez que se cruzó con ella en el desierto de Jakku. Y en el fondo de su corazón, a pesar de la bonita relación que mantenía con Rose, una frágil esperanza todavía latía. Quizá sólo era platónica, pero seguía allí. Una ilusión de que en el futuro, Rey pudiera enamorarse de él. En aquel momento, con el cuerpo de la chica tembloroso entre sus brazos, fue consciente de que ese deseo no tenía sentido. Rey no era suya y no lo sería nunca. Suspiró y sus ojos se humedecieron. Él no podía tenerla, pero sí podía hacerla feliz. Y si eso pasaba por tener que aceptar la presencia de aquel guerrero de pasado oscuro, el hijo de Leia y Han, haría el esfuerzo de normalizarlo. Porque la joven se lo merecía y él no era quien para juzgarla.

Rey se separó del abrazó y sonrío a su amigo. Éste le acarició el cabello con dulzura.

- No tenemos que perdonarte. Todos estamos haciéndolo lo mejor que podemos... Perdóname tú por no intentar entenderlo.

El movimiento en la fortaleza era constante. Soldados rebeldes iban y venían, junto a senadores, comerciantes y pilotos. Todos acudían a la sala central del edificio, donde Dameron se preparaba para repartir tareas y organizar la ofensiva. Rey y Finn entraron. La gente observaba a Rey con curiosidad y confusión. Algunos la saludaban, otros apartaban la mirada. Los rumores sobre la ausencia de la Jedi no habían tardado en extenderse. ¿Había cambiado de bando? ¿Estaba preparada para defenderlos? La chica sentía sus dudas y se esforzó por protegerse. No era el momento de dejarse afectar por pensamientos ajenos. Un gran desafío les esperaba y todos debían estar a la altura.

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