El día después

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Rey se despertó con el cuerpo dolorido en extremo. Se sentía igual de cansada que el día anterior... Suponía que el enfrentamiento con Mortis había acabado con sus reservas de energía. Tendría que dormir un mes para recuperarse. Miró a su lado y la presencia de Ben la sosegó. Dormía profunda y plácidamente, junto a ella, en la cabaña de Maz, con su musculoso brazo rodeando su cintura. Los restos de una hoguera humeaban en el centro de la estancia, el sol se colaba a medias por el ventanuco y los primeros cantos de los pájaros llegaban hasta ellos, invitándoles a empezar el día. Esos instantes, idílicos, pacíficos, irreales la llenaron de esperanza. Quizá todo había terminado de verdad... A lo mejor podrían disfrutar de momentos como aquel a partir de ahora, sin amenaza, sin peligros y juntos, todos los días. Pero un peso inundó su pecho. Algo dentro de ella le decía que no iba a ser así. Mortis había desaparecido. Los restos del imperio también. Pero su verdadero calvario empezaba ahora, el día después, cuando se preparase el juicio de Ben, cuando la gente se hiciera preguntas, cuando el pasado volviera para acosarles y llenar de oscuridad el futuro que les esperaba. Las lágrimas inundaron sus ojos sin que pudiera remediarlo. No estaba preparada para lo que venía. Se sentía agotada, física y mentalmente. Necesitaba paz, sosiego y quería, con todo su ser, quedarse al lado de Ben para siempre.

Ben percibió el desasosiego de Rey a pesar de estar soñando. Luchó por abrir los ojos. Un cansancio atroz había invadido su cuerpo y parecía no poder salir del letargo. Apretó el cuerpo de ella con su brazo y la obligó a volverse. Ella hundió su cabeza en el hueco de su cuello y él notó humedad. Estaba llorando. Aquello le despertó de pronto.

- Ey, ¿qué te pasa?

Ella no contestó. Sollozaba quedamente, intentando no hacer ruido, luchando por serenarse. Ben la abrazó aún más fuerte y ella se agarró a él con ansia, como si fuera la última vez que estaban juntos.

- No sé cómo puedo pensar así... pero casi hubiera preferido que el peligro se prolongara más tiempo para poder estar a tu lado, para no enfrentar lo que viene.

Ben suspiró y acarició su rostro lleno de lágrimas.

- Sabíamos que este momento iba a llegar. Ahora tenemos que ser fuertes, Rey. Por fin estamos juntos. Por fin recuerdo todo lo vivido. Y solo será un tiempo, después nada ni nadie podrá separarnos. Confía en mí. Será así.

Ella dejó de llorar y observó su rostro. Descubrió que la cicatriz que afeaba su cara ya no estaba. Ahora era Ben Solo, en esencia, el que había sido siempre, antes de tomar las peores decisiones posibles. Un suspiro involuntario se escapó entre sus labios. Él tenía razón. No había motivo para perder la calma o desesperarse. Tendrían que ser fuertes y afrontar lo que venía con entereza. Habían estado solos toda la vida en realidad. Encontrarse y ser sinceros el uno con el otro había sido un bálsamo. Un regalo. Y desprenderse de ello era duro, pero por cosas peores habían pasado. Intentaba frenar el torrente de sus pensamientos cuando sintió que los dedos de Ben se deslizaban despacio por su espalda. Su boca entreabierta buscó la suya con necesidad. A pesar de lo vívido, del agotamiento físico y de lo que les quedaba por enfrentar, la cercanía del otro, ahora que la amenaza había pasado, era una tentación a la que no podían resistirse. Ella se unió al juego y se dedico a explorar el cuerpo de él con detenimiento, acariciando cada curva, besando cada centímetro, imbuyéndose de su olor, de su textura, fijando en la memoria cada detalle de su piel. Él reprimió un gemido mientras Rey se aventuraba más abajo, dedicándole a su sexo toda la atención de la que fue capaz, hasta que casi le llevó al clímax. Cuando parecía que no había vuelta atrás, Ben la detuvo y la colocó a cuatro patas, agarrándola de las caderas con fuerza y comprobando que ella estaba más que preparada para recibirle. Con delicadeza al principio y con ahínco después, la penetró rítmicamente, provocando en ella sensaciones que no sabía que existían. Ella contuvo un grito y jadeó, mientras se dejaba llevar por un frenesí desconocido. Cuando Ben explotó dentro de ella, la tumbó boca arriba y sin dejar que ella descansara, hundió su boca en su sexo, haciéndola llegar de nuevo al orgasmo.

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