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- Di ah, hyung -el menor acercó una cuchara a los labios de su prometido.

- No quiero -Jung Min hizo mala cara.

- No se trata de que quieras o no, tienes que comer -el joven metió la cucharada de arroz a la fuerza.

- ¡Está salado! -se quejó Park con la boca llena.

- No importa, tú solo come.

Jung Min masticó ruidosamente como tratando de quitarle toda la sal al arroz, más solo se ganó un manotazo por parte del menor para que dejara de hacer eso. Hyung Jun se encargó de cucharearle otro poco de arroz, luego lo dejó descansar para que tomara agua y así pasara la comida.

- Junnie -lo llamó el mayor de la nada, viendo cómo el joven abría el diario ajeno.

- ¿Mmh? -respondió Hyung Jun, buscando la pagina en la que se había quedado.

- No piensas quedarte con ese diario, ¿verdad? -le dio un sorbo a su vaso con agua.

Hyung Jun lo miró y frunció el ceño tiernamente.

- ¿No puedo acaso, hyung?

- Cielito, quizás la señora Hye Soo está buscando esa cosa, o quizás los señores Kim estén revolcando sus pertenencias.

- Tu... ¿tu crees que deba llamar a la señora Hye Soo para avisarle que esta reliquia escrita por el dios todopoderoso Kim Hyun Joong fue olvidada en la casa?

Jung Min rió levemente ganándose un dolor en las costillas, haciendo que se detuviera.

- Lo del dios todopoderoso no, llamarla si, cariño.

Hyung Jun dejó caer su vista al diario y tomó una fotografía que le hizo acelerar el corazón por la emoción. Sabía que eran ellos, los de la foto eran Hyun Joong y Young Saeng.

- Prometo que llamaré a la señora Hye Soo en cuanto termine de leer el diario -el menor se acomodó bien en la silla y Jung Min solo pudo rodar los ojos divertido para luego negar con la cabeza.

•••

Hyun Joong revolcó de nuevo las cajas que no se había dignado a ordenar, gruñía a la par que botaba libro tras libro a sus espaldas, mientras el esposo de su hijo lo veía un poco asustado. Por más que buscara, por más que revolcara, no encontraba la autoría que hizo para Saeng.

- Suegro... -lo llamó.

- Ni te atrevas a hablarme, Naruto -gruñó nuevamente.

- Haruko -corrigió escondiéndose en sus hombros.

Hyun Joong le miró por encima del hombro y se paró resignado tomando su bastón. Se dirigió al joven y le picoteó el estómago con el apoyo.

- ¡Sabía que no debía dejarte empacar mis libros, Naruto! -le picoteo otra vez.

- ¿Ya revisó bien? -su yerno se sobó la zona picoteada y luego de mirar los ojos de Hyun Joong, hizo un movimiento rápido para que éste no le diera con el bastón en la cabeza.

- ¡Estoy viejo pero no ciego, bestia!

- Suegro, realmente lo lamento -frunció el ceño- Puedo jurarle que me asegure de empacar todos sus libros.

El mayor bajó su apoyo y un rostro de tristeza lo invadió, salió de la habitación sin decir nada pero luego echó una maldición al aire. Su yerno le seguía mientras le repetía varias disculpas, irritando un poco a Kim.

- ¡Saengie, Saengie! -exclamó bajando las escaleras- ¡Ese Naruto es un inútil! ¡Nuestra hija se consiguió un verdadero animal!

- ¡Es Haruko, suegro! -chilló el otro.

Hye Soo, la hija de Hyun Joong y Young Saeng, apareció con el ceño fruncido.

- ¿Qué pasa con ustedes dos, eh? -preguntó ella.

- No encuentro mi diario, Soo -se quejó el hombre.

La mujer relajó su frente, se acercó un poco y besó la cabeza a su padre para luego mirar mal a su marido; sabía lo preciado que era aquel diario.

- Yo aún no he organizado la caja de mis libros, papi. Quizás esté allí guardado.

Hyun Joong le miró con esperanza y asintió.

- Naruto -llamó a su yerno.

- Haruko -volvió a corregir.

- Si no encuentro ese diario, juro que te sacaré diente por diente -alzo el bastón en amenaza.

- ¡Papá! -lo regañó Soo.

El hombre alzó los hombros y se fue digno hacia su habitación, encerrándose en ella para ver a su amado esposo.

- Mi lindo Young Saeng, ¿estás dormido?

"No que va, si yo veo con los ojos cerrados, Hyun." Fue la respuesta que se imaginó, pero no obtuvo nada... Y ya se había acostumbrado a eso.
Suspiró con cansancio y camino hacia Young Saeng, tomándole la mano canalizada para luego con la libre, arreglarle la cánula nasal.

- Saengie -lo llamó despacio- He perdido nuestro diario de amor -confesó con los ojos llenos de lágrimas.

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