Capítulo Uno: Número 90
"Cuando era niño oía voces,
Algunas cantaban, y otras gritaban
Pronto descubrirás que tienes pocas opciones.
Yo aprendí que las voces murieron conmigo"—Hozier, Arsonist's Lullaby.
Desde que tenía conciencia, todo se había limitado a cuatro paredes y un techo.
Sus amaneceres podían ser bien entrada la madrugada, o bien entrada la tarde, porque sin importar la hora en la que abriera los ojos, ahí siempre estaba a oscuras.
A veces, en los días buenos, un foco sucio y mal instalado le indicaba que era de día, y que debía levantarse. Esos días significaban que podría tomar una ducha, y que quizá, la comida no sería tan mala.
Y hablando de comida, una rendija se abría para darle paso a un plato pulcramente arreglado con alimentos asquerosos. No solo eso, numero noventa tomaba fármacos para calmar sus habilidades al menos tres veces al día. A su creador le gustaba llamarle postre a aquellas pastillas verdes y plateadas.
Cambiando de tema, su creador era el señor Strucker, y no era un hombre de muchas palabras...al menos no con numero 90. Solo se veían en días importantes, donde debía mostrar sus habilidades frente a varias personas que la ponían nerviosa. Si la demostración salía bien, recibía un tierno apretón en el hombro y el Baron Wolfgang la dejaba descansar un par de semanas...pero si no era así, numero noventa se sometía a pruebas tras pruebas de forma continua, hasta perfeccionar el tornillo que había sido aflojado.
Numero noventa era el experimento que más orgullo le hacía sentir, y no debía tener falla alguna; por esa razón, sus últimos días en la celda los recordaba como los más exigentes que había tenido.
Strucker estaba nervioso. Le mandaba a llamar cada pocas horas, le pedía más y más demostraciones que poco a poco la iban dejando mas agotada; al parecer su creador quería intentar algo más grande...ya no era feliz con las cosas pequeñas, ni con los animales domésticos...ahora quería que intentara hacer levitar objetos pesados, quería que intentara con sujetos muestra...
Prueba tras prueba numero noventa fue debilitándose poco a poco...los descansos eran pocos y los maltratos eran más constantes, hasta tal grado de hacerla despertar en su habitación con el sabor a sangre en sus labios sin saber exactamente cómo es que había llegado ahí.
Hasta que en un momento todo cambio.
No hubo pruebas, ni más diagnósticos...Pensó varias horas si quizá por fin habían decidido dejarle en paz. Y no sabía si eso era bueno o malo.
Le alarmaba no poder mover sus piernas, sentir su cuerpo pesado y dormir más de lo que estaba acostumbrada. Jamás se había sentido tan cansada...solo despertaba unos minutos para ver a algún desconocido extenderle alguna fórmula grisácea que debía tomar. Veía rostros serios como siempre, pero preocupados cada vez que su cabeza se dejaba caer hacia un lado y perdía la conciencia.
Estuvo así por un tiempo, hasta que un día, alguien distinto abrió la puerta...o más bien, la derribo.
No estaba vestido de blanco. No era su creador. Ni tampoco los gemelos para llamarle a hacer otra prueba más.
Numero noventa estaba demasiado agotada como para usar sus poderes. Se limito a intentar alzar la cabeza débilmente, antes de dejarla caer hacia un lado sin dejar de ver al hombre que se acercaba a ella, que en ese momento había dejado de ver su rostro, mostrándose serio y levemente asustado de encontrarse a una simple niña ahí.
—Lo tenemos, encontré a Strucker. –Murmuro una voz que parecía venir el traje del hombre.
Tony Stark quedo frente a frente con la niña, que en ese momento cerraba sus ojos contra su voluntad.
—Y yo encontré algo mucho más grande, Cap...
***
No supo con exactitud porque se detuvo ante esa puerta si llevaba mucha prisa.
Lo primero que hizo fue observarla unos segundo, confundido, mientras que una de sus manos sostenía el cetro. Una parte de él se mantenía clavada en el suelo viendo aquella puerta con numerosos candados, algo le murmuraba que debía ir con los demás...sin embargo, su mano libre se alzó y soltó un destello blanco sobre la gran cantidad de candados.
Podían esperarlo unos segundos más, después de todo, él llevaba el cetro.
La puerta cedió fácilmente como si de papel se tratase. No había luz dentro, pero sin siquiera entrar, supo que era un cuarto muy pequeño... tan pequeño que cuando decidió examinarlo mejor, casi se lleva un susto al notar un pequeño cuerpo sobre una sucia y vieja cama.
Lo primero que pensó era que el niño estaba muerto. Hasta que, sorprendentemente, abrió los ojos viéndole fijamente unos segundos. Anthony Stark maldijo por lo bajo y suspiro. No sería la primera vez que Hydra hace de las suyas con simples civiles...Quizá era el hijo de un importante gobernador, el intermediario para un jugoso rescate o el cierre de algún contrato.
Era seguro que necesitaba atención médica, porque en ese momento el niño dejo ir su cabeza a un lado y cerró los ojos perdiendo por unos momentos su lenta respiración.
—Lo tenemos, encontré a Strucker.
Tony Stark observo al pequeño cuerpo frente a él unos segundos, y sin analizarlo más, lo tomo con su mano libre como si se tratase de un costal de papas y suspiro, cansado.
"No me pagan lo suficiente"
--Y yo encontré algo mucho más grande, Cap.
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Nota del autor: La cuarentena me ah dejado con mucha creatividad después de un Maratón de Marvel. Las actualizaciones serán cada cinco días, espero que disfruten este Fanfic. :)
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Te Amo Tres Mil. (IronDad)
FanfictionDe todas las personas en el universo, Tony Stark era la menos indicada para ejercer como un padre. Sin embargo, el millonario se ve forzado a apretar todos los botones cuando en una mision salva a Noventa, una niña que paso toda su vida encerrada si...