Capítulo 21.

64 4 5
                                    

Esa noche lo hicimos como si, a pesar del condón, pensáramos que de ahí saldría un hijo. Me recordó al principio, cuando todo eran nuevas experiencias y cuando las ganas superaban la rutina en la que, poco a poco, nos íbamos hundiendo.  

Después me quedé con la familia durante tres días. Ayudé a mis cuñados a instalarse de nuevo en su hogar y disfruté de ver a Ruth dormir en su cuna justo antes de marcharme. Creo que nunca en la historia de los suegros había sido tan fácil que dos personas se integraran tan bien en la familia del otro en una sola pareja. Me siento abrumado y, a cada segundo, me pregunto qué habría pasado de haberlo hecho antes. ¿Esperamos al momento perfecto o simplemente estaba destinado a ir tan bien?

- Niall, no te distraigas - me regaña Edgar, un vecino de habla hispana que conocí hace unos años - ¡Vamos! Vas muy bien y estás motivado, pero ayer y hoy has estado excesivamente distraído.

- Lo siento Edgar, es que espero una llamada.

- ¿Te has peleado con tu novia? ¿Aprendes español para que te perdone?

- Soy un cantante mundialmente famoso, ¿por qué crees que aprendo español por una chica?

- Porque hace diez años que eres famoso y que dices que aprenderás español, pero te estás poniendo ahora.

Ruedo los ojos, me tiene totalmente calado. No debí invitarle a tomar aquel café al mudarse él, no debí saludarle cada vez que me topaba con él, ahora me conoce demasiado.

- Repítemelo, ¿cómo se dice "no te preocupes, yo me encargo de todo"?






- Vendré mañana a la misma hora. Te va bien, ¿no?

- Por supuesto, mientras sea por la tarde, siempre me irá bien a no ser que yo te avise.

- ¡Genial! Pues mañana me paso.

Empiezo a alejarme, hoy tengo que ir al estudio, he de hacer el acústico de un par de canciones. Además, he quedado con Camila para practicar un poco, charlando con ella en español. Estoy totalmente volcado.

- ¡Niall! Antes de irte, quería decirte una cosa.

- Claro, dime.

- Vas bien - se encoge de hombros - No tienes que estar tan tenso, ni estar tan pendiente de si tu novia te escribe. Créeme, la próxima vez que hables con ella, estoy seguro de que quedará impresionada con tus dotes del español.

Sonrío ampliamente.

- Muchas gracias, Edgar. Te debo una muy grande.






Edgar tiene razón, estoy muy tenso. No ha pasado tanto como la última vez, no llevamos un mes distanciándonos, pero sí es cierto que creo que somos menos nosotros que nunca. Hay días en los que no me habla, días en los que no me habla más de cinco minutos, pero después hay días en las que reclama mi constante atención. Yo me dejo llevar por ella, porque estoy nervioso y porque no quiero abrumarla. Eso es lo que me tiene constantemente agarrotado.

No dejo de pensar en que, tal vez, su distanciamiento está provocado por ese tal Ian, el mismo que se me presentó como el novio de Louise, pero que pasa con mi novia más tiempo del que a mí me gustaría. No me fío de él y mucho menos de la complicidad que hay entre ellos. Sabía yo que salir de esa burbuja que ambos creamos durante años sería mala idea. Quiero a mi novia y confío en ella, pero éramos más felices hace meses, antes de que toda esta locura empezara.





Grabo pensando en ella. Cada verso que canto va dedicado a ella. Recuero el día que compuse las canciones de amor pensando en nuestros anécdotas juntos y, de repente, me siento identificado con alguna que otra canción de transición hacia la tristeza. Tal vez sea mi condena aproximándose, las maldiciones del amor. Niall Horan, un hombre amado y condenado a no saber jamás qué es el amor verdadero, incluso cuando cree haberlo experimentado.

En el coche, me encierro y lloro solo, porque solo junto a ella no me siento juzgado, aunque sí lo sienta con el mundo. Extraño un momento de mi vida que ni siquiera comprendo por qué estoy perdiendo y entonces vuelvo a recordar su rostro. Sus ojos marrones, sus labios y su nuevo look en el pelo. Siempre que pienso en ella, está sonriendo, y mi corazón siente tanto que casi no puedo soportarlo.




- Llegas tarde, Horan - saluda Camila nada más verme entrar.

- No sabía que empezaríamos la clase sin un simple saludo en inglés - río.

- Tienes buen acento, te estás esforzando.

- Ella lo vale.

- Desde luego. Me han dicho que ya has conocido a toda la familia.

- Te lo dije yo y que en dos semanas me iré con ellos a Disneyland para cumplir el deseo de mi suegra.

- Por fin haces las cosas bien - quedo callado - Venga, Niall, cuéntame algo, a ver qué sabes decirme.



Todos dicen lo mismo. La opinión general siempre es "por fin haces las cosas bien" como si, hasta ahora, no hubiera hecho más que destrozar mi propia relación. No sé cómo sentirme. Las cosas fueron a peor en cuanto cambié, pero precisamente ese cambio parece el mayor acierto. Soy consciente de que, de no haber cambiado, Fallon ya se habría ido de mi lado, pero ¿qué he solucionado así? Solo he retrasado algo inevitable. O, en todo caso, lo he acelerado en cuanto la he dado a conocer.

Cuando llego a casa, absorto en una realidad que no comprendo, me pongo el chándal y salgo a correr. Necesito despejarme, pensar en algo que no sea ella. Últimamente ocupa todos mis ratos libres, incluso el trabajo ha quedado en segundo plano. He dejado de escribir canciones de desamor y he empezado a hacer canciones de desesperación y desconcierto. Desde luego, el siguiente álbum podría llamarse "No entiendo nada". Definiría muy buen cada una de las letras.

La quiero, eso lo tengo claro. Creo que es lo único que ahora mismo sé.

Nuestra historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora