Capítulo 2.

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Es extraño despertar sin ella; sin unos brazos rodeando mi cuerpo, sin ninguna pierna sobre las mías, sin una cabeza apoyada en mi pecho o, por otro lado, sin el olor a café recién hecho. Me he malacostumbrado demasiado rápido, vino una semana, se convirtió en dos y ahora ha tenido que irse y yo no hago más que quejarme.

Sinceramente, yo he provocado esto. Yo y mi maldita manía de controlarlo todo, yo y mi deseo de mantener mi vida privada, pues, privada, claro. ¡Joder! Si es que en el fondo no hago más que reivindicar un derecho. El derecho de poder hacer con mi vida aquello que deseo sin ser observado, sin que sea juzgado, sin verme en la obligación de tener que contarlo.

Suelto un suspiro. Uno profundo. Uno de esos que intentan que todo el estrés salga con él. Pero no funciona, tampoco importa. Me levanto de la cama y me pongo el primer chándal que encuentro, me toca ir al gimnasio lo primero de todo. Me toca despejarme, pensar en el trabajo, en cosas que he ido retrasando y que ahora me quedan por hacer. Llamo a Mark, que me marca los ejercicios de hoy tras excusarse por no poder venir y me pongo manos a la obra. Reconozco que me sienta bien, que me ayuda a pensar en otras cosas, que me hace sonreír.

Tras la ducha, me preparo el desayuno, nada del otro mundo, lo justo para darme un poco de energía. El timbre suena y voy corriendo a abrir con la esperanza de que sea ella, de que todavía haya tiempo de desayunar juntos, pero nada más lejos de la realidad. Supongo que, teniendo en cuenta que mi primo pasa en casa de su novia el mismo tiempo que la mía pasa en la mía, debí adivinar que con la vuelta a casa de mi chica, Sean estaría haciendo lo propio.

- ¡Buenos días, primo! - exclama con gran felicidad.

Con maletas en las manos y unas ganas extrañamente locas por volver, entra por la puerta y se instala en menos de cinco minutos. Ni siquiera me ha dado tiempo a hacerme a la idea de que es él quien ha llamado al timbre y ya se ha servido otra taza de café, ha cogido mis tostadas y ha dejado dos rebanadas más en la tostadora.

- ¿Todo bien con Jordan? - pregunto con la ceja arqueada, uniéndome a él en la isla de la cocina a la espera de mis nuevas tostadas.

- Sí, claro, ¿por qué preguntas?

- Porque Fallon se ha ido a las seis y media de hoy y tú ya estás aquí a las nueve. Ni siquiera te ha dado tiempo a enterarte de que se ha ido.

- Me envió un mensaje ayer avisándome, no creas que ha sido todo tan urgente - rueda los ojos - Además, sabes que no es por Jordan, si no porque ella vive con su padre y es bastante coñazo.

- Tengo que decirle que deje de enviarte cuándo viene y va, a ver si consigo vivir aunque sea una noche solo en casa. Por una persona que conoce la verdad... - sonrío.

- Es una casa demasiado grande, no sabrías qué hacer sin mí - se ríe.

Saco las tostadas y le añado un poco de mermelada, me lo quedo mirando, en el fondo sé que tiene razón; ni siquiera un buen partido de fútbol o un par de horas viendo golf tienen sentido si no es con Sean. Él es la mejor compañía que puedas encontrar. Solo con su compañía sé que me lo pasaré bien, que nos reiremos juntos.

- Puede.

Me acabo el café de un sorbo y con el plato en la mano, me levanto y me dirijo a mi habitación.

- ¿Dónde vas, idiota?

- A mi habitación, tengo que ver qué me pongo para el programa de esta tarde.

- ¿No te lo eligió ya tu estilista?

- Me dejó unos cuantos, dijo que cualquiera va perfecto, pero ahora me toca a mí elegir.

- Bien, pues veamos lo guapo que te pones.



La guitarra suena demasiado bien entre mis dedos, la melodía es mágica, casi creo poder fundirme con ella. Black and White se oye por todo y puedo sentir la emoción de cada fan que nos rodea.

Yeah, I see us in black and whitecrystal-clear on a starlit night,in all your gorgeous colours.I promise that I'll love you for the rest of my life,
See you standing in your dress.Swear in front of all our friendsthere'll never be another.I promise that I'll love you for the rest of my life.


Cierro los ojos, creo que incluso puedo ver la escena. Yo en el altar junto al cura, ella caminando hacia mí, con su vestido blanco y sus mejillas rojas, porque no hay mujer más tímida que Fallon. Me emociono solo pensarlo y casi creo notar cómo me tiembla la voz. No, esto no puede joderlo todo. Somos demasiado jóvenes para irnos a escenarios tan tardíos, demasiadas veces he imaginado que esa chica era la definitiva y aquí estoy, con la número cinco. Debería estar cantando Dear Patience.

El ambiente estalla en aplausos y, por un momento, olvido las fantasías, me concentro en él. El corazón se me ensancha, no creo poder soportar la emoción. Aplaudo con ellos, pero no a mí, si no a ellos. A ellos por ser tan magníficos, por ser lo mejor que tengo. Sin ellos no sería más que Niall, un chico de Mullingar, un chico con una carrera cualquiera y un trabajo como cualquier otro. No podría ser ese chico normal con un trabajo extraordinario.

Salir de ahí se me hace complicado, querría estar con ellos toda la noche, daría lo que fuera. La adrenalina es intensa, el éxtasis perdura e incluso durante la charla con James y el viaje en coche, no puedo dejar de pensar en ello. Cualquier diría que llevo tiempo en este mundo, sigo siendo como aquel chiquillo que se presentó por primera vez en un escenario y en cambio, ¿cuánto hace ya? ¿10 años?

En casa respondo un par de mensajes de Fallon antes de meterme en la ducha, temo no haber estado muy pendiente del móvil. Sé que esta noche estaré todo el tiempo con mi primo, bromeando y viendo fútbol, el móvil pasará incluso a tercer plano si no es para hacer instastories, no creo que hoy pueda llamarla.

Fallon: "¿Videollamada más tarde?"

Niall: "¿Te importa si lo dejamos para mañana? Sean ya está en casa"

Fallon: "Te quiero, ⚽️"

A veces me pregunto cómo puedo merecerla.



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