Capítulo 50

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Agarre una de las pocas patatas, que todavía quedaban en mi plato casi terminado, llevándola a mi boca. No era muy partidaria de ellas, pero debía de admitir, que pese a las duras y múltiples críticas que le había hecho a este bar apenas unos minutos atrás, su especialidad definitivamente eran las patatas.

Una tenue música bastante melancólica sonaba por el altavoz situado encima de la barra en una de las esquinas, mezclándose así con el repiqueteo de las gotas cristalinas que resbalaban por el sucio cristal. Era uno de mis sonidos favoritos, el poder distinguir las múltiples gotitas cayendo hacia la realidad, una realidad a veces amarga pero en cambio, otras dulces como un algodón de azúcar rosado, de esos en los que te comes en primavera tras haber pasado un día exhausto en el parque de atracciones.


Algunos pensaban que eso pasaba cuando las nubes estaban tristes y decidían desahogarse para quitarse de ese modo todo el peso que estaban cargando, otros decían que la lluvia era solo eso, lluvia. Una de esas que te empapa por completo sin dejar ningún rinconcito seco produciendo que el frío te invada por dentro, convirtiendo el día en uno triste gris. Pero para mi, es cuando las personas sienten más, cuando la música ya no es solo eso sino que pasa a ser parte de ti consiguiéndote sacar tan solo una mísera lágrima salada, o cuando las letras negras que inundan las paginas en blanco de aquel libro que tienes sobre tu regazo, te calman por dentro. Un simple abrazo se torna en dos almas  con destinos unidos, un beso promete un amor eterno y una mirada hace cómplices.


Por lo que, en ese instante, cuando miraba a Dan a los ojos mi respiración se cortaba, mi sonrisa no desaparecía en ningún momento y mis dedos, los cuales estaban delineando sus tatuajes, no se separaban de su mano.


El pelo ya casi se nos había secado a pesar de que la ropa seguía igual de mojada que cuando entramos por la puerta. Su sudadera que llevaba puesta por lo menos me abrigaba impidiendo que pasase frío y haciéndome disfrutar de aquel pequeño e íntimo momento.

Apenas éramos tres clientes, tan solo estábamos Dan y yo con un hombre que estaba hablando con Rony en la barra, así que prácticamente era como si estuviésemos solos entre estas cuatro paredes.


Levante la mirada hacia él pudiendo ver como estaba completamente absorto observando las caricias que le estaba haciendo con mis dedos mientras una pequeña mueca a forma de sonrisa se podía apreciar en su rudo pero bello rostro.


El contraste era muy notorio, su mano era enorme a comparación de la mía, pero creo que eso era lo especial. Eran tan diferentes que de serlo, hacían que encajasen a la perfección como si de dos piezas de puzzle se tratasen.

Pare las caricias que le estaba haciendo, él levantó la mirada frunciendo el ceño como si me estuviese pudiendo que continuase con el leve toque.


- ¿Holly volvió a ver a ese tío? - se quedó por unos segundos pensado, extrañado por el cambio de conversación que había tomado la situación.


Con todo el tema de mis amigos, de Zed y de las peleas, me había olvidado de como estaba ella.


- No, la están ayudando mucho allí. - sonreí aliviada. Tras haber ingresado en una de las asociaciones de mujeres contra el maltrato, ella se había sentido identificada con muchas chicas que iban a ese lugar haciendo que se sintiese más protegida que nunca.



- Se merece a un chico que la trate genial y que la ame de verdad. - Dan giro su mano quedando esta vez la suya por encima de la mía, dándome un suave apretón sin soltarme.



- Se que no te preocupa solo eso. - mierda, odiaba que me conociese tan bien. Tal vez ayudaba lo maldita mente transparente que podía llegar a ser.


Cuando era pequeña y hacía alguna de mis trastadas, que era casi siempre, me acababan pillando en todas las ocasiones. ¿El motivo? No sabía mentir y no se mentir todavía. ¡Ni siquiera ocultar algo!



- Tengo miedo por la pelea. - hice una mueca de disgusto, mirando nuestras manos unidas.


- Bailee, no me va a pasar nada. - intentó consolarme, asegurándome algo que no era capaz de controlar él solo.


- La pelea es clandestina, ¡no hay reglas ahí!


Dan se echo a reír dejándome atónita. ¿Dónde estaba la gracia ahí?


- Las demás también lo eran, cariño. - su aclaración fue un poco ambigua ya que no era a eso a lo que me refería, ademas era la primera vez que caía en ese punto.



- Pero no eran tan importantes y tú contrincante no estaba involucrado en la droga. - me explique sin dejar un segundo para replicarme - se que dijeron que la cantidad de dinero por la venta de entradas iba a pagar la deuda de Zed, pero me huele muy mal todo esto.


- No voy a dejar que te pase nada. - su expresión se tornó más dura, sentenciando su promesa.



- ¡El que me preocupas eres tú! - levante un poco la voz sin darme cuenta tras decir eso.



Mis nervios y frustración se estaban agudizando cada vez más, viniéndome a la cabeza todas esas pesadillas en las que Dan era el protagonista de ellas.



- Escucha, cuando suba ahí arriba en lo único que voy a poder pensar es en que me estarás esperando abajo y que cuando todo termine solo seremos tú y yo. Podré darte la vida que te mereces. - su agarre se volvió más firme mientras que por cada palabra que salía por sus suaves labios, nuestras miradas se complementaban uniéndose entre ellas.


Sonreí maravillada por él chico que tenía delante mía.


- Es que yo ya tengo la vida que quiero, te tengo a ti. - y no mentía en eso. Me daba igual en que situación estuviese, si acabásemos entre las cuerdas del destino o si conseguíamos escapar de ellas. Dan me había dado un amor que jamas podía haber soñado con el y para mi, eso era más que suficiente.



Cogí una de las finas patatas y se la acerque a su boca viendo como él la abría y de un mordisco se la metía entera en la boca llegando a chapar mis dedos en el proceso. Por un momento, fingí que me dio asco aunque fue todo lo contrario y él lo sabía. Tan solo con ver su expresión de "en cuanto lleguemos a la habitación, fuera ropa" hizo que mis mejillas se fuesen calentando tornándose así en un color rojizo ya tan característico en mi.


Dan se levantó para pagar la comida mientras que yo me dirigí a la puerta decidiéndole esperar allí. La lluvia no había disminuido su intensidad y las calles parecían estar vacías.


Sentí su cuerpo situado en mi espalda mirando a través del cristal hacia la calle.


- Deberíamos de esperar hasta que pare un poco. - asentí en afirmación a su sugerencia sin moverme del lugar.


Dan me rodeo con sus fuertes brazos cubiertos por su sudadera negra, atrayéndome hacia su tatuado pecho, apoyo su cabeza encima de la mía depositando un suave beso en esta. Y con esa escena y esas múltiples sensaciones que me inundaban, encontré la razón del verdadero significado de la lluvia.





Espero que os haya gustado!
Comentad y votad, yo estaré encantada de responder a vuestros comentarios :)

E.S

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