𝟎𝟏. 𝐋𝐎 𝐒𝐄𝐍𝐓𝐈𝐌𝐎𝐒

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El constante pitido de la alarma que llevaba un rato sonando, le despertó. Lo primero que pensó fue en ella. La preocupación apenas le dejaba dormir y el sentimiento de culpa le seguía a todas horas, incluso haciéndose con el control de sus sueños.

Se vistió con lo primero que vio en el armario. En aquellos días lo que menos le importaba era el ir bien vestido.

Fue al cuarto de baño, se peinó y cepilló los dientes. Se miró unos instantes en el espejo. Su rostro se veía cansado, abatido, y unas marcadas ojeras bajo sus ojos lo empeoraban.

Se echó agua para despertarse y bajó las escaleras pesadamente. Estaba realmente cansado pero sólo le importaba ella, su salud.

Su madre estaba en la cocina con el pijama y una taza humeante entre sus manos. Cuando captó su atención entrando en el lugar, se dio cuenta de que ella se veía más o menos como él. Quizás su rostro no estaba tan hecho polvo como el suyo, pero sabía que el estrés y la preocupación se habían apoderado de su vida. Tenía la mirada perdida, en otro lugar pero intentó disimularlo con una falsa y cansada sonrisa.

- Buenos días hijo.- le dijo. Asintió con la cabeza, tomando una manzana y un melocotón entre sus manos. Se decidió por la manzana ya que se la podía ir comiendo por el camino-. ¿Qué tal has dormido?- habló de nuevo al ver que no respondía.

- Poco.- respondió, acordándose de las pesadillas que había tenido. Movió la cabeza varias veces para alejarlas de nuevo.

- Sé que esto es difícil para ti, lo es para todos pero tienes que mirar por tu salud también. No puedes irte del hospital tarde, venir a casa, dormir poco y volver allí.- dijo su madre, con una voz suave pero firme a la vez.

- Claro que puedo.- respondió haciendo su camino hasta la puerta. No necesitaba oír como su madre se compadecía de él y le obligaba a hacer una vida normal cuando su novia podía morir en cualquier momento.

- Ashton.- escuchó llamarle la agotada voz de su madre, pero cerró rápidamente la puerta y emprendió el camino que tan bien se conocía.

Se puso los cascos y la música le evadió de todo. No podía escuchar el motor de un coche cerca de él, se le revolvía el estómago. Cuando llegó al lugar en que tantas horas iba a pasar, tiró los restos que quedaban de la manzana en una papelera y entró. Subió por las escaleras hasta la segunda planta. 62 escalones para subir y 62 para bajar. Todos los días la misma rutina.

Entró por la puerta en la que un cartel señalaba "observaciones" y fue hasta la habitación 301 en la que se encontraba ella. O eso pensaba.

Cuando llegó, no había nadie en la habitación, no estaban sus cosas, ni ella, nadie. Extrañado, fue a preguntar a recepción.

-Perdone, vengo a ver a Chiara Rossi.- Preguntó a la recepcionista y la reacción de ella, no le gustó un pelo a Ashton.

-Lo siento, pero la señorita Rossi ya obtuvo el alta hace como dos horas.- Respondió la chica.

-Oh, gracias, siento las molestias.- Hizo un intento de sonrisa, aunque quedó como una mueca.- Hasta luego.

Muy confundido, llamó a su novia. Obtuvo una respuesta que no se esperaba para nada.

"Lo sentimos, el número marcado no existe."

𝐍𝐎𝐒𝐓𝐑𝐀 𝐂𝐈𝐓𝐓𝐀́ | 𝐀𝐒𝐇𝐓𝐎𝐍 𝐈𝐑𝐖𝐈𝐍 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora