29. Desnudos

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Aún no abría los ojos pero sentía como los sonidos empezaban a colarse por mis oídos y esta vez ya no sé sentía como si estuviese bajo el agua, un par de voces en los pasillos, llamadas por el altavoz, camillas, tripiés y sillas de ruedas andando por ahí. Después comencé a sentir las sabanas sobre mi cuerpo, el tubo de plástico frío que estaba pegado a mi brazo, el otro tuvo sobre mi rostro que pasaba por mi nariz y dejaba aire muy frío dentro de la misma. Luego de esto, sentí como el olor a desinfectante llegó a mi nariz, seguido de un ligero aroma a café y loción. Es loción tan particular. Finalmente la luz comenzó a cegarme mientras abría mis ojos, cuando por fin me acostumbré a ella, busqué al dueño de la loción pero me encontré con la ventana abierta indicándome que era de día. Él yacía en el sofá al lado de mi, dormido.
—¿Papá?— hablé y me sentí muy extraña por el tono en el que salió mi voz.
—Hola, cielo.— se despertó de inmediato. —¿Cómo te sientes?— acarició mi cabeza y sonrió. Yo asentí y él me avisó que traería al doctor.

Tiempo después llegó un hombre in poco más joven que mi padre con bata blanca acompañado por una chica y un chico que eran solo un poco más viejos que yo, se presentaron como el doctor Melendez, la doctora Brown y el doctor Murphy. Me explicaron que después de algunos estudios, habían determinado que mi condición sé debía a una infección estomacal, pues una bacteria se había adueñado de mi intestino y todo lo que yo comía, está lo comida primero evitando que pasara a mi organismo pero haciéndome sentir llena. De la misma forma, lo que llegase a pasar a mi sistema digestivo, era tan irritante para mi estómago que me hacía vomitar. También explicaba la falta de energía y el desmayo. Sentí como si una enorme carga me hubiese sido removía de encima, estaba tan aliviada pues todo esto significaba que no estaba embarazada. Todos los hombres desaparecieron de la habitación dejándome s solas con la doctora Brown. Ella era amable y carismática, sin duda reflejaba un aire de confianza y muy amigable.
—Creí que yo... estaba...— estaba por decirle cuando me interrumpió divertida.
—Embarazada ¿no?— río un poco y después de afirmarlo, yo también reí con ella. —Bueno, suele suceder. Los síntomas son prácticamente igual de alarmantes.— me explicó mientras ponía una solución en mi tubo intravenoso.
—Estaba aterrada.— confesé, era ella a la primera que le había dicho eso y no tenía idea porque. Dejó los medicamentos en las charola, se sentó en mi cama y tomó mi mano.
—Hey, pero no lo estás y creo que ambas sabemos que entendiste la lección.— reímos. —No es malo que explores, solo toma todas tus precauciones.— sonrío y después me pidió que le contara de mi chico. Sin duda alguna lo describí tal como es, sexy, tierno, misterioso, caballeroso, carismático, divertido, sensible, cálido, dramático, único, mi chico ideal. Mientras yo hablaba, reía me escuchaba con atención y sonreía conmigo.
—Vaya, espero que tenga un hermano mayor porque yo quiero uno igual.— ambas estallamos de risa y de pronto unos toques en la puerta llamaron nuestra atención. Era Jug.
Claire, ese era el nombre de la doctora Brown, me volteó a ver con ojos pícaros y se despidió, cuando estuvo atrás de Jughead me hizo una seña aprobatoria y sonrió.

—¿Cómo te sientes?— preguntó besando mi frente y dejando en la mesita junto a mi cama un sobre.
—Tranquilo, estoy bien, Juggie. ¿Qué es eso?— se sentó a mi lado y tomó mi mano, la que no tenía el
suero. Su cara de preocupación no se desvaneció del todo pero se notaba el esfuerzo que hacía por ocultarlo.
—Me asustaste mucho ¿sabes? Creí que...— sentí el dolor en su voz. —Yo creí que iba a perderte, Skye.— bajó la mirada, estaba tan conmovida así que hice mi mayor esfuerzo y tiene su rostro entre mis dos manos obligándolo a mirarme.
—Tú jamás vas a perderme, ¿me entiendes?— mencioné seria y sin dejar de mirar sus ojos, los cuales para mi sorpresa estaban llorosos. El sonrió genuinamente. Se acercó para besarme y un par de lágrimas engañosas abandonaron nuestros ojos. Despegamos los labios pero él recargó su frente contra la mía y con la mano que había puesto en mi rostro hacia unos segundos, me acariciaba suavemente. No podía abrir los ojos, no quería. Sentí como si ambos estuviésemos desnudos, aunque estábamos cubiertos de ropa, en ese momento nos habíamos entregado al otro, estábamos tan vulnerables.

Lo había visto desnudarse el cuerpo varias veces pero hoy desnudó su alma y me temo que después de esto ya nada será suficiente.

Tuve que obligar a papá a irse a casa, pues había estado conmigo desde anoche, necesitaba descansar. Aunque insistí en que podía pasar esta noche sola, se negó y aceptó volver a casa con la condición de que Archie se quedase conmigo hoy. A regañadientes acepté porque sabía que de no ser así, no se iría.
Jug exigió quedarse hasta que llegara Archie e incluso se ofreció a quedarse esta noche. 
Después de que se fuera mi padre, tuve que amenazar a Jughead para que saliera por algo de comer, pues imaginé que había venido en cuanto despertó y no habría comido nada. También sirvió para que yo pudiera pasar un tiempo a solas, no me gustaba ver cómo se organizaban para vigilarme todo el día, no me gustaba que me vieran débil.

Mientras estaba pensando en cómo habría resuelto lo del embarazo si hubiese sido cierto, Sweet Pea, Fangs, Big Boy, Tony e inesperadamente, Cheryl; vinieron durante la hora de visita. Trajeron algunos globos y osos de peluche que enviaron algunos de la pandilla y una tarjeta de "recupérate pronto" firmada por todos ellos. Pasamos un buen rato y cuando se marchaban, la pelirroja pidió hablar conmigo a solas.
—Escucha, sobre las pastillas...— se acercó Cheryl.
—Lo sé. Lo sé todo.—

Our New Mystery || Jughead JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora