Kara Danvers es una joven inteligente y hermosa, con los pies bien puestos en la tierra y dispuesta a conseguir todo lo que quiere. Lena Luthor, por otro lado, es una mujer adulta que tiene una vida envidiable y que cree que el poder y la fuerza lo...
Soy Kara Danvers Luthor, una joven de dieciocho años que ostenta el título de esposa de la formidable empresaria, Lena Luthor. Sí, tal como lo lees, esposa.
El día que celebré mi decimoctavo cumpleaños fue extraordinariamente largo, ya que también me convertí en la consorte de una de las mujeres más poderosas del planeta. Al ser mayor de edad, sentía que tenía la libertad de hacer lo que quisiera, o al menos eso era lo que pensaba.
Te preguntarás cómo llegué a esta intrincada situación a tan temprana edad. La respuesta es bastante sencilla. Una noche, tras una discusión intensa con mi madre adoptiva, Eliza, salí de casa con el corazón en llamas. Eliza estaba harta de los problemas en los que me había metido y me informó que al día siguiente sería enviada a un internado militar para corregir mi camino. Aquella noche, vagué sin rumbo fijo, sumida en la frustración. ¿Era demasiado pedir que desviaran la vista de ella, que la dejaran vivir su vida como realmente la deseaba? Perteneciendo a una familia de alta sociedad, la opinión de los demás era de suma importancia para su madre.
Después de darme cuenta de cuánto había caminado, decidí ir al bar de Maggie. Necesitaba que alguien me ayudara a olvidar el mal trago que estaba pasando. A pesar de ser menor de edad, tenía acceso libre al bar, ya que Maggie, mi mejor amiga era la dueña , me consideraba una de sus mejores clientas. Siempre frecuentaba el sitio.
Narrador.
Kara se acomodó en uno de los taburetes de madera y llamó a una camarera para que le trajera su habitual botella de vino tinto Grange. Si al día siguiente iba a ser enviada a ese absurdo internado, iba a celebrar toda la noche.
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Después de su cuarta copa, su mejor amiga apareció. Se sentó a su lado y, después de unos segundos, habló.
Maggie: La vida puede ser dura, ¿verdad, Kara?
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Kara: ¿Me lo preguntas a mí? Mi madre me enviará a un internado militar mañana. ¿Sabes lo que es estúpido? Que ella tiene a Alex, ¿por qué siempre está encima de mí? ¿Acaso es mucho pedir que me deje en paz?
Maggie: ¿¡Un internado!? -dijo con sorpresa- Bueno, supongo que tienes un plan para librarte, ¿verdad?
Kara: No todavía, pero quiero beber hasta olvidar. Al menos así, encontraré diversión.
Maggie: Estaré contigo, algo se nos ocurrirá, te lo aseguro, rubia.
Kara asintió con la cabeza y se dispuso a servir un poco más de vino. Desde que cumplió diecisiete, su vida había cambiado: no había noche que no saliera, no había lugar que no conociera. Sin embargo, sus notas eran altas. No entendía cómo lograba equilibrar fiestas y mantener sus calificaciones a la par, pero lo lograba. Lo único malo era la relación con su madre, Eliza. Ella siempre quiso que su hija fuera perfecta, ya tenía una vida planeada para la mayor de sus hijas. Lo que aún no sabía era que eso no funcionaría con Kara. Para Kara, las reglas no existían y, a diferencia de su madre, ella no estaba dispuesta a obedecer para que una sociedad la aceptara. No le interesaba. Si el mundo quería verla como una rebelde, eso es lo que vería.
Kara había sido adoptada por el matrimonio cuando tenía cuatro años. Según sus padres, cuando la vieron, no dudaron de que ella era la ideal. Después de un tiempo, tuvieron a su hermana Alexandra. Ella era la favorita de su padre, siempre enfocada en los deportes y en sus estudios. No era tan sociable como su hermana mayor, pero mantenía el orgullo de su padre y, al parecer, eso era lo que más le importaba. Su madre no la asfixiaba tanto, pero aún así siempre estaba al pendiente.
Diciendo aquello que podía repetir con los ojos cerrados: "Tu futuro está en tus manos, pero conmigo a tu lado, no debes preocuparte demasiado."
Detestaba cada letra.
¿Quién le había otorgado a Eliza el deber de custodiar algún futuro que no fuera el suyo? ¿Por qué tanta presión para ser la mejor? ¿Por qué el confinamiento en jaulas de oro? ¿Acaso no era ella su madre? ¿Acaso no debía amarla y otorgarle la libertad que ella debía tomar por la fuerza, pues de lo contrario, esta simplemente sería una distracción innecesaria?