CAPÍTULO 1

1.6K 56 7
                                    

FLORENCIA

La voz de Gian del otro lado del teléfono, regañándole a Florencia por todo lo que estaba sucediendo, hacía que ella fuera haciendo extrañas muecas de camino a la parada de colectivo. En dos oportunidades, Florencia rodeó los ojos ante los reclamos de su novio y cada dos minutos largaba un suspiro de frustración. Definitivamente, estaba decidida a ponerle fin a una relación que no tenía rumbo alguno y que cada día más afectaba su estado emocional.

-Hablamos después, el colectivo está llegando – Ni siquiera dejó que Gian se despidiera que ya había cortado la llamada. Con resignación, tiró el celular dentro de la mochila y esperó a que el colectivo parara frente a ella, mientras el móvil vibraba en su espalda – Maldito seas, Gian – susurró.

Las puertas del transporte público se abrieron y Florencia dio un salto hacia adentro. Le indicó al chofer donde viajaba y colocó la tarjeta sobre el lector, para luego buscar un lugar donde sentarse. Casi a lo lejos, diviso un asiento al lado de la ventana. Prácticamente corrió hacía el y se dejó caer.

Era momento para pensar que hacer con su vida. Pero la vibración del celular no la dejaba sumirse ante sus pensamientos. Lo sacó de adentro de la mochila con un rápido movimiento y lo llevó directamente a su oído.

-¿Qué queres? – preguntó apenas atendió la llamada. No era lo correcto, ella sabía que era lo que él quería y no podía dárselo.

-Te voy a decir la verdad Florencia – ella tragó con notoriedad, al punto que sintió que su garganta sufrió un raspón. Estaba lista para escuchar lo que venía. Aunque, ¿realmente estaba lista? -Me aburrí de la relación. No quiero seguir más con esta mentira de que nos amamos mutuamente porque no es verdad – Gian sonó desesperado del otro lado del celular y dejó salir las palabras a tropezones.

-Pero...

-Espera, aún no terminé de hablar – hizo silencio y continuó - Me cansó todo esto. Fingir que me queres, no lo soporto más. Te estaba contando un tema familiar y en seguida me di cuenta de que no me estabas prestando atención.

-Todo se trata de vos, Gian – Escupió Florencia, de lo cual se arrepintió al instante. Lo que menos necesitaba en este momento, era echarle más leña al fuego.

-¿Qué decís?

-Lo que escuchaste – Era ahora o nunca. Decir las cosas servirán para algo y ella necesitaba sacarse una mochila de encima de una vez por todas – Todo el tiempo sos vos, vos y nada más que vos. Lo único que escucho todos los días es un problema tuyo. ¿Acaso no estas viviendo el día a día o te gusta sufrir cada dos segundos por alguna razón? También estoy cansada de escucharte todo el tiempo quejarte de las cosas. Por Dios, Gian. ¿Cuántas veces a la semana hablamos de lo que realmente me pasa a mí? Nunca porque todo se trata de vos y de la vida miserable junto a todos nosotros – cerró su boca por unos segundos. Un silencio tenso se sintió en esa llamada telefónico y Florencia volvió a tomar aire – No me arrepiento de haberte dicho todo esto ahora.

-Lo siento – logró decir Gian una vez que se recuperó de la catarata de cosas que le acababa de escupir su novia.

-¿Podemos hablar mejor, por favor? – Lamentó Floren.

-No, ya está – un puñal imaginario se incrustó en el pecho de Florencia cuando escuchó la resignante voz de Gian. Maldita sea, había cometido un error tremendo al decir todo en un solo momento - No quiero saber más nada de esto. No hablamos nunca más del tema. Nos vemos Flor, espero que tengas una buena vida.

Florencia puso los ojos como platos al escuchar que el tono del celular comenzó a sonar. Gian no le había dejado el espacio para despedirse. Cortó la llamada y ni siquiera pudo tirar un "Adiós". Sin más nada que hacer, apagó su celular y nuevamente lo guardó dentro de su mochila. Respiró profundamente para evitar la caída de lágrimas, pero era en vano. Un par de gotas comenzaron a caer por su mejilla.

- Toma – Una mano con un tono pálido se asomó por encima de su hombro para alcanzarle un pañuelo. Florencia frunció el ceño y agarró el pañuelo. Soltó un ligero gracias y se secó las lágrimas con él.

-No que gracias, es una libra para vos – Ella abrió los ojos de par en par y giró sobre su asiento para encontrar con un joven de mediana edad.

- ¿Qué? – preguntó estupefacta. Lo observó bien, era el mismo chico que había visto antes de subirse al colectivo. Su pelo era de un castaño oscuro y bastante rebelde; el color de sus ojos verde amarronados resaltaba con el oscuro tono de su cabello, pero al mismo tiempo le daban brillo a su tez blanca. Su nariz no era del mas allá, pero la compañía de los labios finos hacía que se destacara.

-¿Crees que no me cuesta comprar pañuelos? – hizo una pausa y rio al ver que Floren frunció el ceño sin comprender nada –Es un chiste – ella le dirigió una cínica mirada y, sin pensarlo, largó una suave risa – Logré hacerte reír.

-Te lo agradezco. Aunque debo recordarte que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas – se encogió de hombros.

-¿Y cómo te llamas? – Floren dejó de limpiarse las lagrimas y lo miro sorprendida. No esperaba que el muchacho siguiera haciendo preguntas con respecto a su vida. Sin embargo, un poco de charla no le vendría mal. Necesitaba que su cabeza se perdiera un poco después del estrés que acababa de pasar.

-Florencia – dibujó una sonrisa y lo miró - ¿Vos?

-Timothée – estrechó su mano de forma cortes. Florencia la miro y respondió el saludo con un movimiento leve – Tu nombre me suena medio raro.

-No es un nombre inglés – respondió con un tono seco para espantar a Timothée. Sin embargo, provocó que aún se interesara por saber más sobre la vida de ella y continuó con las preguntas.

-¿De dónde es? – el joven se acomodó sobre su asiento.

-De Argentina – sonreí.

-¿El país al lado de Chile? – Ella asintió y el le regaló un sonrisa - ¿y qué haces acá? ¿Por qué viniste a Londres? Muchos vienen a estudiar y a tomar clases de inglés y eso.

-No es mi casa. Mis padres fueron transferidos por trabajo y nos vimos obligados a venir. De todas maneras, quiero estudiar acá, así que tan lejos no estuviste – Timothée hizo un gesto triunfante.

-Que interesante – meneo su cabeza de arriba abajo –¿Y cuántos años tienes?

Florencia comenzaba a frustrarse por las preguntas. Pero no porque fueran molestas, sino porque no creía que fuese el momento. Hasta hace unos instantes, creía que socializar iba a ayudar a que su mente se dispersara. No obstante, se dio cuenta que, en realidad, prefería estar sola y pelear con su propio yo hasta llegar a casa.

Pese a todo eso, no se negó a responder y  continuar con la charla-20, ¿vos?

-y yo tengo 67, pero nadie se da cuenta, entonces digo que tengo 24 – ambos volvieron a reír – Igual en un mes cumplo 25 – sonrió.

-Deberías avisarme así te regalo un pañuelo nuevo – Florencia levantó el que tenía en la mano y lo mostró.

-Podrías, pero quiero uno más lindo que ese.

- ¿Seguro? – observaron el pañuelo con atención y volvieron a soltar una risa.

En lo que quedaba de camino, hablar con Timothée finalmente hizo que Florencia se olvidará de lo que había pasado.

-Tengo que bajarme – dijo Floren al momento que se dio cuenta que estaban casi encima de la parada que la dejaba cerca de su casa. Se levantó, sacudió su ropa y se volvió hacía Timothée - Gracias de nuevo por el pañuelo y por la conversación. Fue un gusto. Espero que nos crucemos pronto.

La puerta se abrió y Florencia bajó rápidamente del colectivo. Sintió la brisa otoñal golpear su rostro y respiró profundamente para sentir el aire del barrio. Sin embargo, algo llamó su atención y cuando miró hacia adelante, Timothée se había bajado del transporte público en la siguiente parada.

Ella frunció el ceño y lo miró extrañada. Él no pudo evitar sonreír al verla con su gesto - ¿Es muy pronto para volver a vernos?

-Pero ¿qué? 

FLORENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora