V• 18+ (Actualizado)

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Cuarto de Inés-

Victoriano, quien se encontraba sólo con sus boxers y Inés en su ropa interior recostados en la cama, seguían besándose sin descanso, como si no existiera un mañana.

V: Inés, no sabes cuanto e esperado que llegara este momento. Sentir tu piel... (dijo mientras rozaba con sus manos la piel de Inés, desde sus piernas hasta su vientre) Te he necesitado tanto.

Inés no era capaz de articular palabra alguna, con tan solo sentir el calor que Victoriano emanaba de su cuerpo la volvía loca.

V: Eres solo mía, Inés. Siempre, mía. (Besándola y quitándose las últimas prendas que tenía)

Ahora que no había ropa alguna que se interponía entre ellos, Victoriano pudo festejar de la vista que tenía en frente de sus ojos. Y ¡vaya qué vista! Los años solo habían rejuvenecido a su morenita. Su piel de color miel cristalina de pies a cabeza, seguía intacto. Una piel dorada que brillaba con el resplandor de la luna que se filtraba por la ventana de la habitación. ¡Lo volvía loco! Su cintura estrecha y el valle de su feminidad. Victoriano estaba seguro que Inés era un ángel en persona, tanta perfección debería ser un pecado. Su mirada fue subiendo hasta el valle de su senos y ¡vaya que perfección! Sus senos estaban más llenos de los que él recordaba. Seguían siendo pequeños pero estaban bien pronunciados. Cuando eran jóvenes, amaba la forma que su seno llenaba la palma de su mano. Pero ahora eran espléndidamente deliciosos. Y al ver sus pezones color carmín erectos, pensó que llegaría al clímax de tan solo ver el perfecto cuerpo de su amada Inés.

V: ¡Dios, Ines! ¿Cómo es posible que hayas ocultado esto de mí?

I: Victoriano... (susurro sonrojada y ocultando su rostro con una almohada)

V: No te esconda, Ines. Eres la mujer más hermosa... Aún no comprendo como contuve mis ganas de hacerte mía todos estos años.

Sin más preámbulos, Victoriano con una mano acaricio suavemente un seno, del cual Inés soltó un agudo gemido. Aún seguía siendo sensible a su toque. Nunca olvidaba las veces que tuvo que reprimir sus gemidos cuando hacían el amor en su chozita. Uniendo sus bocas para no ser oídos, Victoriano ahogaba sus gemidos, mientras profundizaban sus besos y arremetía sus embestidas. Mientras con su mano libre acariciaba el seno de Inés, pasando su pulgar por su pezón, para así llegar hasta el más inmenso climax. El se acordaba vívidamente de lo estrecha que Inés era en ese entonces y lo perfecto que sus cuerpos encajaban el uno al otro. Eran como dos piezas de puzzles. Sus memorias hacían que Victoriano se excitara más, hacia más de 15 años que el y Inés habían estado juntos. El mero pensamiento de su ausencia en Ines, le hizo pensar en como sus cuerpos se reencontrarían.

Inés por otro lado recordaba las veces que Victoriano y ella habían hecho el amor de jóvenes, él había sido su primera vez. Ella era obviamente una desconocida en el mundo del placer. Sin embargo, cuando Victoriano le enseñó las varias formas de amar, ella se volvió casi adicta al sensación de él dentro de ella. Como sus paredes lo acogían gratamente, y aunque su cuerpo siempre se acomodaba a el de el, su miembro siempre parecía crecer de tamaño con cada encuentro, la llenaba de una manera inexplicable. Sin embargo, ahora que estaban a punto de revivir viejos tiempos ella se preguntaba si aun podría acogerlo como antes. Podía sentir la pesadez de su miembro en su vientre, juraba que era más pesado y grande de lo que ella recordaba. Aunque deseaba sentirlo otra vez, se preguntaba si su cuerpo ahora maduro podría acogerlo de la misma manera que lo hizo en su juventud.

Victoriano notó la mirada angelical de Inés mirando su protuberancia con cierta incertidumbre. No había vuelta atrás, de eso estaba seguro. Victoriano levantó la barbilla de Inés y la besó tiernamente. Los dos estaban temblando no del miedo pero del anhelo que sus cuerpos sentían por el otro. Profundizando el beso un poco más, Victoriano sostiene su miembro y lo posiciona en la entrada de Inés. Ella puede sentir el calor en su valle y no puede reprimir un suave gemido. Victoriano la mira y graba en su memoria el rostro de Inés, su pelo que usualmente estaba recogido ahora estaba derramado por su almohada, salvaje. Sus ojos verdes avellanas brillaban de lujuria y pasión, sus mejillas enrojecidas y sus labios. ¡Oh! Sus labios rojos e hinchados.

Ninguna otra memoria podría reemplazar este momento. Sin pensarlo otra vez, Victoriano fue sumergiendo su masculinidad al valle de Inés. ¡Era exquisito! ¡Un placer incomparable! Como el antes había deducido, ella estaba aún más estrecha de lo que recordaba. Inés por inercia abrió más sus piernas para dejar que Victoriano entrara completamente en ella. El lentamente fue profundizando para que Inés pudiera adaptarse a su tamaño y cuando llegó hasta el final, los dos gimieron mirándose a los ojos. Inés no podía creer lo llena que se sentía, sus recuerdos no tenia comparacion a este nuevo encuentro. Los dos habían madurado y sin duda se notaba de parte de Victoriano.

Él esperaba el asentimiento de Inés para poder continuar. Ella posó una mano en su cabellera y la otra contra su pecho, fue entonces cuando Victoriano supo que era momento de moverse. Suavemente se retiró, no completamente y volvió entrar de una embestida. Inés nunca antes se había sentido tan llena, sus paredes acogen el miembro de Victoriano. La fricción en su intimidad la hacía ver estrellas, era demasiado. ¿Cómo era posible que su cuerpo pudiera sentir tal placer? La plenitud en su cuerpo, la hizo cuestionar si ella podría aguantar sus arremetidas.

I: Victoriano... Es demasiado (dijo gimiendo, posando su otra mano en el pecho de Victoriano)

Victoriano volvió a embestirla esta vez más profundo, las pupilas de Inés se agrandaron. Nunca penso que llegaria a sentir tanto placer en su vida. Victoriano al ver su reacción mantuvo un ritmo lento al principio mientras esperaba que Inés lo acompañara. El, al igual que ella sentía miles de emociones. ¿Éxtasis? Su cuerpo reaccionó como nunca lo había hecho en años. Después de unas embestidas, Inés fue respondiendo a sus arrebatos y coordinó sus caderas con las embestidas de Victoriano, provocando así una unión más profunda.

V: Inés, di que eres mía. (dijo mientras aumentaba sus embestidas)

I: Victoriano...

V: Dilo... (Acunó su cabeza en su cuello y mordió suavemente su oreja)

I: ¡Soy tuya! (dijo mientras el clímax estaba mucho más cerca)

Victoriano sabía que Inés estaba cerca al igual que el, asi que sostuvo sus caderas para seguir profundizando sus embestidas y con su mano libre sostuvo un seno, lo fue acariciando hasta dejar a su pezón erecto y acercó sus labios para humedecerlos. El conocía a la perfección el cuerpo de Inés, y sabía con certeza que esta caricia la haría llegar al climax maximo. Unos segundos más tarde, Victoriano se encontraba cerca del éxtasis

V: Morenita...(dijo con voz seca)

I:Victoriano... (dijo gimiendo y atrayendo sus caderas a las de Victoriano)

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Sala-

D:¿Que son eso ruidos? (Escuchando unos ruidos provenientes del los cuartos de los criados)

Deborah, curiosa por saber de donde provenían ciertos sonidos fue en dirección a los cuartos del servicio, los cuales incluía el de Inés.

X:¿Que haces husmeando, Deborah?

Mensaje de la Autora

¡Hola! Espero que la nueva actualización les este gustando, disculpen si no estoy actualizando la historia por donde lo dejé (ósea en el capitulo 30). De momento se me hizo más fácil actualizar capítulos anteriores, pero ahora que estoy mirando Las Amazonas inicie a escribir. Esta semana actualizare. También les quería compartir que publique una historia (bueno se suponía que seria un one-shot pero se alargo un poco) de Heriberto y Victoria que se titula "Una Aventura de una Noche". Inicialmente, la historia se enfoca en la amistad entre Camila Matiz, Helena y Victoria (personajes de la novela), pero como dice el titulo es sobre Victoria y Heriberto pasando una noche juntos y después tienen que lidiar con las consecuencias. La historia en sí esta completa y cada día estoy actualizando.

¡Muchas gracias por leer!

Las Amazonas: Ines y VictorianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora