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Capítulo 10

NÚMERO DESCONOCIDO

Allison
* * *

Al mes siguiente, mis padres nos informan que volveremos a New York y eso nos hace felices a todos hasta el punto de hacernos brincar de la alegría. Empaco mis cosas con ansias junto a Diana que mueve a cada momento sus manos.

Por una parte, es feliz volver a la ciudad en donde viví y sentíme más cómoda..., más en casa sencillamente; pero por el otro lado, me entristece por los varios recuerdos que comienzan a rondar por mi cabeza.

Pasan los días y lo bueno que llevo conmigo de Los Ángeles es que, en una de las mañanas en la cafetería, conocí a una joven llamada Savannah, y de quien tengo su número de teléfono ya que parecióme muy agradable. Ese día, habíame contado que esperaba a su amigo llamado Dante.

Los días siguen transcurriendo y llegan más cartas, pero se tiñen de cierta tristeza que se torna cada vez más visible. Michael me cuenta de cuán triste está por sentir una sensación extraña relacionada con Lisa, su futura esposa. Me dice que nunca lo dejara solo y claro que cumpliría con eso.

No me dejes, Allison No me dejes solo. Eres mi única amiga sincera y quiero que no te apartes de mí. Acompáñame durante este tiempo de desesperación en el cual estoy viviendo. No me dejes solo.

Me ha contado que está solo en una casa frente al mar y sobre las arenas de la playa.

No sirvió de nada mudarme ya que de todas maneras me angustio en este lugar que alguna vez pensé que estaría tranquilo y libre de preocupaciones. Chris me ha contado todo lo que últimamente está ocurriendo en casa, y también sobre todas esas falsas noticias que han escrito sobre mí.

Vamos compartiendo nuestras palabras a través de cada hoja de papel que es enviada a cada uno. Con el tiempo, debo decir que nos hemos convertido en buenos amigos. Sin embargo... sus cartas tienen contenidos tan afligidos que me es difícil no sentir tristeza por él. A veces me dan esas ganas de correr hacia su lado y darle un fuerte abrazo que sé que es lo que más necesita ahora, un abrazo sincero y tranquilizador para él. Un abrazo que lo sosiegue y lo haga sentir querido, al menos, un poco más fuerte.

Pero aparte de tristes y preocupantes cartas, también me llegan divertidas y alegres. Compartimos muchas cosas en común y nos reímos por escritos.

Muy divertidos a decir.

Antes de desayunar, salgo hacia el parque para comenzar una nueva rutina, una caminata de media hora, rodeando todo el lugar. Con el tiempo, empezar a correr, mientras escucho música. Necesito ejercitarme más porque quedarse en casa, sin hacer nada, no es buena idea. Coloco un CD en mi reproductor, y lo agarro bien para que no se me caiga, a medida que avanzo en pasos largos alrededor de todo el parque. Hay algunas personas en esta mañana. Algunas leen, otras atienden sus teléfonos, y tres corren como yo.

Empiezo a trotar y alguien choca conmigo, queriendo pasar por mi lado. Ambos nos detenemos y frunzo la nariz, luego lo veo.

—Disculpa, a veces me distraigo con la música que no me doy cuenta —dice. Es un joven que aparenta tener como unos veintidós años.

Niego.

—No, no te preocupes. Quizás me pase a mí mañana y te choque a ti.

Reímos.

—¿Primera vez en este lugar? Nunca te vi por aquí —añade mientras toma de su botella de agua.

—Sí, siempre estoy en casa... Así que quise salir a respirar aire fresco y mantenerme activa.