Afloja El Hoyo [TERMINADA]

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Se abalanzó sobre aquel hombre, que, a pesar de su apariencia pudo derribarlo a pesar de que el era solo un niño.

Sin dudarlo comenzó a darle puñetazo tras puñetazo.

El tipo no se defendía, lo cual le pareció extraño a Ash pero entre menos problemas le causará, mejor.

Ese imbécil tenía que pagar por todo el daño que le había causado.

Y solo había una cosa con la que podía pagar ese bastardo. Con su vida.

Puso sus manos al rededor del cuello de aquel viejo y comenzó a estrangularlo con una fuerza brutal.

[Pov Eiji]

Ash era como mi musa cuando de fotos se trataba. No podía resistirme a el, la camara lo amaba y yo más.

Algo no estaba bien porque las fotos estaban cambiando. En las primeras fotos podía ver la sensualidad de Ash pero a medida las iba tomando estás empezaban a transmitir dolor e irá.

Pare. Y justo cuando iba a preguntarle si estaba bien este se me tiró encima.

Al principio pensé que solo quería cambiar posiciones pero algo llamo mi atención. Sus ojos estaban idos en algún punto inexistente y transmitían miedo. Fue ahí cuando me di cuenta.

Sin desperdiciar ni un minuto, una lluvia de puñetazos callo sobre mi. La fuerza que Ash poseía era brutal.

No podía moverme y mucho menos escapar.

Los múltiples golpes comenzaban a hacer efecto.

De un momento a otro se detuvo y puso mis manos sobre mi cuello. Una lágrima callo en mi rostro.

Su agarre tenía toda la intención de matar.

Empecé a mover mis piernas con desesperación por la falta de aire.

Estaba a nada de perder la consciencia y la vida sin haber dado la lucha. Tenía que intentar aunque sea una mínima cosa para al menos poder morir en paz. Aunque de nada serviría ya que mi más grande pesar seria el rubio y lo que pasaría con el.

Reuní la poca fuerza que quedaba.

— ASLAN — grite y después de eso me todo se volvió negro.

Hola, Dios, soy yo de nuevo.

[Actualidad]

Cuando ese hombre grito el nombre del rubio su imagen comenzó a desvanecerse y... Era Eiji quien estaba ahí. Fue Eiji quien grito su nombre.

Rápidamente alejo sus manos del cuello del muchacho.

Escalofríos recorrían su cuerpo.

El nipón se veía pálido y mayugado por todos esos golpes que el mismo le había dado.

Le había hecho daño con sus propias manos a la persona a la que amaba.

— Eiji por favor... — acerco su cabeza al pecho del pelinegro para oír su corazón y comprobar si seguía con vida. Y grande fue su alivio al escuchar un débil corazón latir. Pero no podía dejarlo así.

Vio el maldito aparato que había provocado toda esa mierda.

Lo tomo y con sus manos temblorosas marco el número de emergencia.

— P-por favor necesito una ambulancia rápido — apenas pudo decir eso y colgó.

Tomo a Eiji entre sus brazos y lo abrazo con amargura.

— Perdóname