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    Al bajar, sus pies lo guían sin realmente estar seguro de querer ver más allá. La inseguridad lo aplasta, ralentiza su cuerpo y lo ve todo.

    Ah, ¡de haber traído su cámara estaría sacando fotos a lo loco! Y lo impresiona la naturaleza, el jardín del extenso terreno de aquella casa rosada. ¡Es rosada! ¡Siempre ha deseado tener una casa rosada! Lame su boca, sofocado por la sucesión de sorpresas que experimenta.

    A lo lejos la formidable figura de sí mismo, leyendo bajo la sombra de un limonero. Se queda tieso, de algún modo es extraño verse, encontrarse frente a frente. En silencio lo estudia como si en verdad sea una estatua bien hecha, bien proporcionada.

    Las miradas se cruzan despacio, ese Kim Nam Joon se mueve. Respira. Pestañea. Y la extrañeza incrementa al igual que la duda. Hay un inquietante mutismo por parte de ambos, un estudio que rompe cualquier paradigma y sospecha por la existencia de un universo paralelo.

    —Tú eres...

    —Yo —dice.

    Se quedan callados. El timbre de voz es similar, es una cuchilla que lo apuñala y le obliga a estremecerse ante el riesgo que significa.

    Sí. Es una bomba que acaba de estallar. El otro Kim Nam Joon se levanta, imtentando asimilar su presencia. Son de la misma estatura, tienen la misma cabellera azabache y una sintonía inexplicable al concederle otro vistazo.
   
    —¿Cómo es posible? —pregunta él.

    O sea el otro. ¡Qué confuso! Dos seres exactamente similares y su otro yo tironea su brazo para llevarlo a la pequeña cabaña. El interior es más desordenado por ser usado como un cobertizo de chatarra, grandes pilas de artículos en desuso.

    —Aquí no te verán —menciona con el aliento agitado—. Mis padres están en casa.

    —Ah, tus padres.

    Sus padres. Su mama y papá. Algo dentro del Nam Joon original —porque cree serlo—, lo agita. Son celos porque él es aceptado. Querido. No cometió un error y es feliz con ellos en un increíble hogar.

    —Sí, ¿tú no vives con ellos?

   —No. Yo no vivo con ellos... Y menos aquí en Neoston. Estoy solo.

   —Vaya. Yo me mudé con ellos hace unos meses.

   —Unos meses, vaya.

   Tienen las mismas expresiones, muy similares y eso los llena de gracia, extrañeza. Se da cuenta además, que el tiempo corre de la misma forma porque hace unos meses también llegó al pueblo.

    —¿Cómo llegaste? ¿Cómo es que hay otro igual a mí?

    —No lo sé, vine en una burbuja hecha con una tecnología muy avanzada. Apareció de repente.

    —¡Ah! ¡La burbuja! —Grita impresionado—. Estaba en nuestro patio pero ayer desapareció. Dejé mi cuaderno ahí, era muy cómodo para leer y escribir.

    Sonríe incómodo, dándose cuenta de que aquello sí le pertenece a ese Kim Nam Joon.

    —Creo que debería volver y tú también. Esto... esto es raro.

   —Sí, para mí también.

    Ninguno se mueve.

   —Entonces, ¿te gusta leer?

   —¡Me encanta! ¿Escuchas discos de vinilo?

   —¡Lo hago! Ah, ¿cómo puedo llamarte sin sentirme agobiado?

   —Cómo prefieras, intuyo que me darás un buen nombre.

    Y no se equivocó. El otro Kom Nam Joon decide apodarlo como Blue Bird.

PARALLELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora