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     —Entiendo, Jackson. Sí, sí. Muchas gracias.

   Es la voz de Yoo Ri, aferrándose al teléfono y acariciando distraída su labio con su dedo índice. Un gesto malditamente tentador que lo vuelve pequeño en el asiento, teme acercarse o ser capturado mientras la contempla fijamente, tan inmerso.

    Porque duele. Le lastima. Sueña con ser besado sin importar que labios. Entonces traga grueso, la garganta tan seca como un desierto y se sobresalta cuando ella emite un suspiro al cortar.

   —Tendré que ir a ver a Jackson. No quiere venir porque su esposa acaba de tener un bebé —comenta despacio, ella se inclina hacia él para hablar confidente—: Y quiero que me acompañe Nam Joon así que... ¿Estarás bien solo?

    Solo. Esa pregunta resulta una tortura. Antes era posible decir que si. Ahora no. Es un martirio porque la compañía de ellos acaricia las aristas de su alma sensible.

    —No —responde brusco—. No estaré bien. ¡No quiero estar solo!

     Su rugido asusta a Yoo Ri, se echa hacia atrás callada por el arrebato. Después una risa fresca, que apacigua sus expresiones fruncidas.

    —Está bien —susurra, acercándose a él acaricia sus mejillas rojas—, está bien. Blue Bird, no sé que tipo de vida llevas en el otro mundo pero...  ¿Querrías acompañarme tú y fingir ser él? Creo que... No, más bien, deberías venir tú.

    Por una vez se siente codicioso. Acepta en con asentamiento de cabeza, apenas aparta la vista ve a Nam Joon parado en la mitad de la sala. Serio, tanto que eso lo hace temblar de miedo.

    —Yoo Ri tiene razón, deberías ir. Conocerás este mundo aunque sea por unas horas y sabrás como irte.

    ¿Estará bien con eso? No quiere preguntar para evadir ese problema. Entonces en poco tiempo se prepara una muda de ropa prestada por Nam Joon. Este acomoda la camisa y su cabello con sus manos ansiosas.

    —No tienes que tener miedo, Blue Bird. Eres yo, sabrás que decir y que hacer —dice, sus dedos torpes luchan con el primer botón de la prenda—. Nadie se dará cuenta, actúa natural, sé tú mismo y sonríe.

    Aparta sus manos, las encuentra calientes y amables. Intenta hacer una sonrisa, siendo una promesa para que no se preocupe. No saldrá mal o eso supone.

    —Gracias por confiar en mí. Por dejarme hacer esto, Nam Joon. Prometo no arruinarlo.

    Sus palabras tienen un peso que calan fondo en su doble, casi golprado porque lo abraza, lo estrecha en una especie de cariño fraternal. A él también lo sorprende, entendiendo que ya no debe decir más nada y aferrarse con fuerza a ese hilo de esperanza. 

PARALLELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora