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     El tiempo es subjetivo en su piel. Cree que su doble demora y solo ha pasado poco tiempo desde su ida. El peso de su cuerpo se eleva del lugar, tomando la cámara que le dejó en su poder. Se desliza hacia afuera, sabiendo que ninguna persona iba a merodear cerca del terreno.

    O quizá no.

   Al abrir la puerta ve a un desconocido a punto de tocar el timbre. Sus ojos muestran sincera sorpresa y... ¿Qué haría ahora? ¿Mentir? Es lo que se supone que debe hacer, pero es mal mentiroso y su tartamudez provoca risa en el hombre que está ahí delante.

   —Perdón si no te avisé antes de venir, Nam Joon. ¿Puedo pasar?

    —Ah... —No, no, no—. Sí, claro.

    Debes fingir. Debes fingir. ¡Debes fingir!

    Lo repite al guiarlo al salón, en un andar torcido por la cobardía que se le implanta en el pecho. Se sientan y él pretende escuchar, no hablará por si acaso.

   —¿Te interrimpí, verdad?

    Niega como un niño a punto de ser regañado, intentando ignorar la belleza de aquella persona.

   —Mira... No sé como decir esto.

   ¿Qué? ¿Decir qué?

   —Nam Joon, mírame al menos. ¿Sigues enfadado conmigo? Juro que no ha sido culpa mía.

   ¿Qué está pasando? ¿Por qué siente que se va a morir? Respira agitadamente e intenta no desviar sus ojos de los ajenos. ¡Es qué es hostigante como un hombre puede imponer con esa mirada!

   —Nam Joon.

   —¿Sí?

   —Perdón.

   —Está bien.

   No sabe su nombre. ¡No sabe nada! La necesidad de fugarse late con fuerza.

   —¿Está bien? —repite—. ¿Ya no estás enfadado conmigo?

   —Pues...

   —Es por ella, ¿no? La quieres y no quieres que nuestra amistad se dañe. Eso lo entiendo pero no quiero pelear contigo...

   Habla y se eriza entero. No comprende a que se refiere, en que situación se ha metido su otro yo. Sus gestos son nerviosos, jugando con la correa del artefacto que cuelga en su cuello y evita volver a mirarlo.

   —Está bien, tampoco quiero pelear.

    Es la verdad. Imagina que si pensaban similar, al menos podría hacer algo bueno por ellos.

     —¡No sabes cuánto me alegra oír eso! —Su risa es celestial—. Creí que te perdería como amigo, tonto.

     —Perdón.

    —¿Por qué te disculpas?

   —Porque también es mi culpa. No debí dañarte de esa manera.

    Los ojos del hombre brillaron como relámpagos y nota que se acerca a él para abrazarlo. Acuna su cuerpo contra el suyo.

    —Tonto... Eres un tonto.

    Cierra los ojos, disfruta el cariño, el perfume frutal y refrescante que tiene. Una respiración contra su boca y se muerde para sonreír.

    —Deberías irte.

    Porque acaba de cometer la mayor estupidez. El miedo como reaccionará el otro Nam Joon, lo estruja.

PARALLELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora