capítulo 7.

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Mis pasos eran lentos y pesados, como si llevara una gran carga sobre mi cuerpo que me impidiera moverme con más rapidez

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Mis pasos eran lentos y pesados, como si llevara una gran carga sobre mi cuerpo que me impidiera moverme con más rapidez. Y la verdad es que si la llevaba, era demasiado pesada para una persona tan débil como yo.

   ¿Puedo clasificar mi vida como una mierda? Pues no estaba cien por ciento seguro, pero tampoco me iba de maravilla como muchos de la facultad.

  — Ey vice, esta tarde es el partido, no llegues tarde como con Ramírez — advierte Lincoln en cuanto me ve. Él es un buen chico, pero en cuanto ve a una señorita, sus neuronas se distorsionan volviéndolo más torpe que Leila weasley.

  Leila weasley, una chica torpe, ridículamente estúpida por fijarse en alguien como yo. Ella era la representación gráfica de lo negativo. Eso quisiera yo.

  Es tan estúpida que llega hasta el límite en el que muchos babean por ella, incluido su amiguito e incluso algunos de mi equipo y ni siquiera se entera.

  ella mantenía tan inmiscuida en su propio mundo lleno de lectura y melodías, que el mundo real se volvía invisible ante sus ojos.

  La había visto leer unos cuantos libros clichés o de ficción y aunque me esforzaba por mentalizarme de que leía estupideces, me sentía feliz por no ser el único en leer “a través de mi ventana” a escondidas.

  El profesor cierra la puerta justo cuando estoy a centimetros de alcanzarla.

  De nuevo perdiendo el tiempo. Diría mi papá al ver que me quedé de nuevo por fuera de clases.

  Henry Hayward, el estúpido hombre que tengo como padre, al cuál no me faltan ganas de cogerlo desprevenido y romperle su maldita boca para que deje de soltar insultos o humillaciones. Un maldito borracho que posee dos familias, no responde por una de ellas y compara a su hijo mayor con el menor.

  Suspiro pesadamente cerrando los ojos con tanta fuerza que al abrirlos se me nubla la vista por un momento.

  Me doy la vuelta para ir a la terraza, era un lugar solitario en el cuál podía admirar el paisaje y encender un cigarrillo para pasar el estrés o beberme todo el líquido de esa botella que llevaba conmigo siempre para pasar las penas.

  No soy perfecto, no soy lo que todos esperan de mí. Solo soy una jodida persona que equivale a nada en un mundo demasiado inmenso.

  — ¡Adrián! — la chica de ojos marrones me llama desde el pasillo.

  ¡Mierda weasley! Tu jodida voz hace que mi corazón duela, porque tú eres la única que desarma mis barreras aunque no lo notes, porque eres tú la estúpida que cree que soy alguien imposible para tí. Si supieras que solo quiero correr hacia tí, pero no puedo.

  Me giro de nuevo para verla a los ojos. Sus ojos enamoradizos, ni siquiera sé como no ha renunciado a mí después de todos los rechazos que le dí y todas las burlas sarcásticas que aún le hago.

  — ¡Puedes entrar! — sonríe mordiéndose el labio. Una de las cosas que la hacen diferente es que su tono es demasiado dulce conmigo y lo suficientemente tosco con los demás para dejarles en claro que no quiere nada con ellos.

  Maldita weasley.

  Me acerco a la pelicastaña pasando por alto el saludo y me paro frente al profesor.

  Quizás nadie podría entender el porqué no quiero que ella tenga ilusiones, pero verdaderamente no puedo darle esperanzas para luego desecharlas.

  — ¿De nuevo Hayward?. — la acusadora mirada del profesor me escuadriña — siéntese, su compañera me explicó que usted le había informado antes de que llegaría con retraso. — señala a Leila, la chica que tiene el deber de supervisar el salón, tiene ventajas.

  Esta vez no llegaba tarde por el típico problema que se presentaba en mi casa, solo que con cada día que pasa mis energías disminuyen con más facilidad.

 

(...)

  La clase del profesor Ramírez se llevó a cabo en la cancha, donde Leila no dejaba de quejarse acerca de que moriría de fatiga y que no alcanzaría a terminarse el libro que había comenzado a leer.

  Para entonces me acerqué a ella con una expresión divertida en mi rostro para molestarla un poco. — Ey weasley, ¿Ya te han dicho que eres estúpida?

  Se detiene, toma una gran bocanada de aire, la exhala y luego se retira el auricular para pedirme que repitiera lo que le había dicho.

  — olvídalo idiota. — le hago un ademán, ya no sé quién es más ridículo, si ella o yo. Lo único cierto es que fuera quién fuera, los dos éramos ridículamente defectuosos — ¿Vendrás a mi partido esta tarde?

  no sé porqué le pregunto esto, soy tan bipolar e indeterminado que hago que se arraigue a una esperanza que al final voy a romper.

  — ¿Puedo sentarme en la primera fila? — cuestiona emocionada.

  Asiento mientras trago saliva, relamo mis labios, entrecierro mis ojos, no sabía cómo decirle que si ganaba, le dedicaría mi logro a ella y que si perdía, sería también por su culpa, porque no puedo pensar muy bien cuando sé que esta estúpida chica está cerca de mí.

  — si pierdo será tu culpa, traes la mala suerte contigo — suelto dándome bofetadas internamente y lo cierto es que necesito terapia para cambiar mi jodida actitud, porque en la casa era una cosa pero ella era otra totalmente distinta.

  No quiero que nadie la lastime, pero soy egoísta al pensar en eso porque sé que el único que puede hacer eso soy yo.

  — iré y verás que ganarás, esta vez llevaré mi buena suerte Adrián.

  Le sonrío brevemente.

  — ¡Leila! — su amigo se acerca a ella demasiado alegre, como si le fuera a dar una buena noticia — conseguí entradas para el cine esta noche, ¿Quieres...

  Lo interrumpo con un carraspeo — te veo en el partido entonces. — giro sobre mis talones encaminandome a las gradas, donde se encuentra su mejor amiga.

  Soy un idiota, porque la trato como si fuera mía, porque me siento completamente obsesionado hasta tal punto de querer encerrarla en una burbuja para que ningún hombre la mire con deseos, para que solo tenga ojos para mí, pero no admito lo que siento por ella y no le doy oportunidades. Soy un jodido egoísta.

  — ¿Pensativo Hayward? — samya se cruza de piernas y me echa una miradita traviesa.

  La ignoro, tomo mi botellón de agua y lo bebo de un solo sorbo.

  — no lo pienses tanto, puedes arrepentirte después.

  Y mis labios se apretaron en una línea, porque sabía que era verdad, porque las cosas no duran para siempre y ya había vivido tal experiencia en carne y hueso.

  Y sé que cada día nos jodemos más mutuamente, porque estamos enamorados de algo imposible para los dos. Porque somos simplemente dos nadie en medio de un inmenso mundo con todo.

 Porque somos simplemente dos nadie en medio de un inmenso mundo con todo

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SMILE. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora