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-levántala- Ordeno el emperador al pelirrojo

Cuando estuve de pie, el soldado hizo que me colocara frente al emperador y este se paró con una cercanía que invadía mi espacio personal.

-¿Con que hermosa eh?- dijo el emperador quitándome el velo de mi rostro –Cuando te presentes frente a mí no lo traigas puesto, detesto a los que no me muestran su cara- mientras decía esto jugaba con mi cabello y mostraba una sonrisa cínica.

-Como ordene mi señor- dije agachando mi cabeza, era lo mejor que podía hacer. Aunque en mi interior estaba aterrada y al borde de llorar, por fuera adopte una postura de serenidad y de indiferencia.
En mi vida anterior siempre fui buena para ocultar mis sentimientos de los demás.

Al levantar mi cabeza pude ver que el emperador había borrado esa sonrisa de su rostro, ahora me miraba sin emoción alguna, no sabía en que estaba pensando. Nuestros ojos estaban clavados en él otro, como si tratáramos de leer lo que pensaba el otro, ¿Acaso sabía que ocultaba mi terror hacia él?, ¿Le sorprendió mi comportamiento ante la situación? Finalmente el hizo un movimiento; se alejó de mí y camino hacia un pasillo a la derecha seguido de sirvientes. Mi mirada no se despegaba de él, hasta que un brazo me jalo hacia otra dirección.

Un guardia era el que me agarraba del brazo, mientras el caminaba con tremenda rapidez, yo caminaba tratando de seguirle el paso, pude ver que enfrente nuestro caminaban las otras mujeres. Estas subieron por unas escaleras, que al final se dividían en dos conduciendo a diferentes pasillos, unas tres fueron hacia la derecha y cuatro a la izquierda. El guardia me soltó, y aunque haya hecho eso, yo lo estaba siguiendo, como si supiera cual es mi lugar y él sabía que ya lo había comprendido. Se dirigió al pasillo de la derecha, las tres chicas ya no estaban en él.

-Esta es su alcoba, el desayuno, comida y cena se sirven en el jardín, una mucama la llevara- dijo al mismo tiempo que abría una puerta del pasillo. No quería hacer preguntas, estaba cansada por lo que sucedió en el día, era demasiado de procesar, así que simplemente entre al cuarto, donde había una chica lista con un camisón.

Lo último que recuerdo antes de dormir fue haber recibido un baño caliente mucho más agradable que en la casa del duque, donde me bañaba esta muchacha. Su forma de limpiarme fue tan delicada y suave que por un momento me quede dormida en la tina, al salir del baño me dirigí a la cama de inmediato. La mucama dijo algo pero había dejado de escuchar, estaba cansada, me recosté y dormí.

Un sonido arraso con mi calma, ya no estaba en el cuarto donde me dejaron, ahora estaba en la estación de trenes. Mucha gente estaba esperando su transporte, hablaban, reían, bostezaban y despues lo vi, un hombre que resaltaba de la multitud, tenía una capucha negra, con lentes de sol y una bolsa de basura. El tren había llegado, las puertas de este se abrieron, estaba inmersa en el hombre cuando de repente una persona cubrió mi vista, era una mujer, era YO saliendo del tren.

Mis ojos dejaron de apuntar al hombre, la yo que salía del tren estaba inmersa en su celular, la comencé a seguir, se dirigía a las escaleras que conducían fuera de la estación. Traía puesta unos jeans obscuros, una blusa de tirantes con una chaqueta de mezclilla, traía en la mano un portafolio de pinturas, estudiaba arquitectura, iba en mi cuarto semestre de licenciatura, mientras observaba a mi otra yo me di cuenta que esa ropa la había elegido el mismo día que en que la bomba...No puede ser, ¡la bomba! Corrí hacia MI deprisa, pero la gente me alejaba, cada vez la distancia se hacía enorme, comencé a gritar pero mi voz se ahogaba con la de los demás. En un intento desesperado de llamar MI atención, comencé a advertirles a las personas sobre la bomba pero nadie me escuchaba, no era más que un fantasma para ellos, comencé a forcejear para alcanzarme a mí misma, lo logre, me abrí paso ante las persona y cuando por fin llegue intente agarrarme de la mano, pero la mía atravesó la suya, no podía tocarla. Las demás personas chocaban conmigo pero yo no podía tocarla. Realmente era un fantasma.

Observaba como se alejaba, tenía una sonrisa en su rostro cuando de repente alguien grito ¡Bomba!, gire mi mirada al tren, las personas corrían hacia la salida, volví la mirada hacia mí de nuevo y esta vez ya no tenía una sonrisa sino pánico, mi yo corrió hacia la salida. Comencé a llorar, ver mis últimos segundos de vida rompía mi corazón, vi lo que mi yo de ese momento no pudo ver antes de morir; mis padres, amigos, enemigos, experiencias, toda mi vida pude verla. Ahora estaba en el suelo de rodillas, llorando incontrolablemente, la gente me atravesaba, me había vuelto un fantasma para ellos también. Levante la mirada y me vi desde lejos corriendo, había soltado el portafolio de pinturas, mi espalda resultaba más pequeña de lo que me imagine.

Grite unas últimas palabras, NO TENGAS MIEDO. Después una gran explosión se extendió detrás de mí, cubriéndome en fuego, y sin quitar la mirada de mi yo del pasado, vi como el mismo fuego la consumía también junto con las cenizas de mi pasado

La concubina del demonio de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora