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La mañana siguiente llego.

Las sirvientas entraron a mi alcoba, comúnmente me daban los buenos días sonrientes y animados, pero hoy estaban apagadas. Su comportamiento me expreso que aún no encontraban al príncipe, pero en algún momento pensé lo peor.

-¿Encontraron al príncipe?- pregunte entre todo el silencio. Solo se detuvieron en seco y Sofí me miro con cara de tristeza

-Aun no- dijo. Aunque esa no era una buena noticia me sentí aliviada, ya que todos los pensamientos que tuve aún no se hacían realidad

-Ya veo- oculte mi tranquilidad.

Esa mañana las mucamas llevaban un nuevo vestido, era muy hermoso; me pusieron joyas, me peinaron diferente de lo habitual, me pusieron zapatos de tacón. Comúnmente yo no llevaba esos zapatos, ya que eran muy incomodos para jugar con las demás concubinas, así que usaba botas.

Cuando baje a desayunar pude notar que las demás estaban vestidas igual, parecíamos un grupo de doncellas nobles. Todas llevaban vestidos del color de sus gemas, el mío era verde y el de Ophelia era de color azul marino.

-Buenos días- dije un poco seria

-Buenos días- todas me contestaron al unísono

Sin decir una palabra Coral comenzó a explicarme el porqué de nuestra apariencia.

-Los sirvientes creen que si lucimos más hermosas de lo habitual el emperador no nos hará daño- dijo en voz baja

-¿Por qué nos haría daño?- pregunte

-No lo sé, jamás lo ha hecho, pero consideran que es una medida de precaución ya que el emperador está realmente enojado y no se sabe quién será su víctima-

¿Victima? Esa última palabra me hizo sentir un poco agitada, no sabía a lo que se refería pero no sonaba bien

-Buenos Días Emperador- dijo Amin. Todas reaccionamos como siempre, le dimos un caluroso saludo

Él no contesto y se sentó a la mesa, ninguno de los sirvientes le trajo algo de comer, solo una taza de té. Su mirada se ubicaba en su taza, su rostro estaba ligeramente arrugado y sus ojos estaban acompañados de ojeras.

-¿Señor?- una voz irrumpió en el Patio. Era O'Brien –Buscamos por todo el palacio, no se encuentra aquí, y mande a soldados a buscar por toda la nación, bosques, chozas abandonadas. Aun sin resultados-

-¿Quién era el encargado de la guardia de ayer?- dijo secamente

-Yo su majestad- apareció de repente un chico pelinegro, estaba sudado y sucio de pies a cabeza. Aunque sonó decidido su rostro mostraba una pizca de temor

-Dame tu espada- ordeno el emperador mientras se levantaba de su asiento y extendía la mano

Vi como el soldado le daba su espada torpemente, estaba temblando. Pude apreciar que estaba a punto de llorar.

-Se lo suplico su majestad, perdóneme por mi mediocridad- comenzó a sollozar el soldado

-De rodillas- dijo

¡No podía creerlo, lo iba a matar!

No pude con el remordimiento y me levante bruscamente de mi asiento

-¡No lo haga, por favor!- sin darme cuenta las lágrimas recorrían mi rostro

El emperador ni siquiera se inmuto, ni siquiera volteo a verme. Un sirviente me agarro para que no pudiera correr hacia el emperador.

Luche con todas mis fuerzas para zafarme pero era inútil

-¡Por favor Emperador, tenga piedad!- le grite inconsolable. No vi respuesta alguna ante mis palabras.

El emperador levanto la espada encima de su cabeza

-¡Ángelos!- dije su nombre.

Estaba desesperada, quería llamar su atención. Fue entonces cuando el bajo la espada suavemente y la coloco a su costado, volteo a verme y me dijo

-La gente que comete errores debe aprender- sus ojos me miraban duramente mientras decía estas palabras.

-Pero no así- calme un poco mi voz

-Tienes razón- dijo, desvió la mirada de mí y la coloco en el guardia.

En ese momento pensé que todo había acabado, que había logrado detenerlo, que ya no le haría daño a esa persona, que tonta fui, alzo de nuevo la espada y en un movimiento rápido le corto la cabeza.

Me quede paralizada; sentía como la presión se me bajaba, mis lágrimas se habían detenido, pero un sentimiento atroz me recorría entera. En ese momento realmente odie al emperador.

Ninguna de las concubinas hizo un sonido, ningún sirviente, ni siquiera O'Brien. Nadie intento detenerlo más que yo.

Vi al emperador; se veía demasiado imponente; su ropa estaba salpicada de sangre, la espada derramaba en el piso el líquido y su mirada estaba fija en el cuerpo sin vida de la persona, una persona que probablemente estaba riéndose y disfrutando su vida el día de ayer.

Lo último que recuerdo fue como mi mente se desvanecía, todo se iba volviendo obscuro, pero mi mirada seguía inmersa en los ojos sin compasión de emperador. Si, tal vez sus ojos eran lo más hermoso de su persona, pero también lo más horrible

La concubina del demonio de ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora