𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐕 𝐄𝐧𝐬𝐞ñ𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐝𝐚

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Habían pasado un par de días desde que Nicholas y yo habíamos comenzado una relación. Aquella noche en su casa habíamos estado hablando de cómo podríamos hacerlo funcionar. Establecimos que el contacto y la cercanía en la universidad sería al mínimo y manteniendo la relación en lo profesional. Buscábamos evitar llamar la atención en la escuela procurando con esto evitar rumores o chismes. En cuanto a nuestra relación decidimos mantenerla en Kensington, lejos de Oxford. Decidimos manejar la relación allá debido a la lejanía y libertad que nos ofrecía el lugar. Establecimos no comentarlo con nadie y planeábamos no hacerlo por algún tiempo. Para mí eso no resultaba un problema ya que en realidad no tenía amigos y a pesar de charlar poco tiempo, pero constante con mi madre no acostumbraba a decirle mucho sobre mi vida privada. Además, no sé cómo lo tomaría y para ser honesta estaba segura de que no le haría gracia alguna el hecho de que mantuviera una relación con el dueño de la universidad donde actualmente estudiaba.

Sería complicado el mantener la relación con Nicholas. Yo trabajaba de lunes a viernes en la librería y Nicholas en la universidad hasta el día sábado por la tarde. Nuestro único tiempo libre se limitaba al fin de semana lo cual era poco tiempo. A pesar de todo cuanto nos rodeaba habíamos decidido llevar a cabo la relación y ver lo que sucedía con el tiempo.

Era un jueves por la tarde y yo me encontraba en casa. Aquel día había salido temprano de la librería ya que el señor O'Neill tenía una cita con el médico debido a malestares que lo aquejaban hacía algún tiempo ya. Me había ofrecido a llevarlo a su consulta, sin embargo, por más que insistí no lo acepto. Me dijo que no me preocupara y que nos veríamos el día lunes.

Tenía algunas semanas que no charlaba con mi madre. El tema de Nicholas me había consumido por completo en tiempo y pensamientos así que aprovechando aquella tarde libre decidí llamarle. Como era lógico no pensaba contarle sobre Nicholas y los recientes acontecimientos así que solo nos enfocaríamos en las noticias que ella me tuviera.

- ¡Emm! ¡Mi vida! ¿Cómo estás? ¿Todo en orden? ¿Sucede algo?

Mi madre me saludo en un primer momento alegre y efusiva pero como era normal y típico en ella su tono de voz cambió a preocupación. Por alguna extraña razón cada vez que la llamaba ella pensaba que estaba a punto de darle malas noticias lo cual no tenía sentido ni lógica.

- No sucede nada mamá. Hoy salí temprano del trabajo y aproveché para llamarte ¿Cómo estás?

- Estoy muy bien. Bueno... A decir verdad, estoy excelente

Se quedó pensando un momento antes de soltar aquella última palabra. No sabía lo que era, pero notaba algo distinto en ella. Parecía un poco más despierta y vivaz que en llamadas anteriores.

- ¿Te pasa algo mamá? Le pregunté

- Bueno, en realidad sí. Ella balbuceó un poco, pero continúo

- Hace algunas semanas Emilio, un médico del hospital me invitó a desayunar con él. La verdad no estaba segura, pero acepte. Una cosa derivó en otra y bueno... Llevamos 2 meses tratándonos y conociéndonos.

- ¿Qué?

Fue lo primero que mi boca pudo decir. Estaba verdaderamente sorprendida pero feliz por ella. Desde que mi padre la dejó se había vuelto solitaria y hasta cierto punto temerosa de la vida. Siempre desee que viviera y disfrutara más.

𝓑𝓾𝓼𝓬𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓾𝓷 𝓜𝓸𝓽𝓲𝓿𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora