Habían pasado tres días desde aquella pelea y hasta el momento no había tenido noticias de Nicholas o Andrew. No entendía exactamente por qué, pero imaginaba que en estos momentos los 3 nos encontrábamos en una posición bastante vergonzosa o difícil, haciendo con esto que prefiriéramos el estar solos y apartados unos de otros.
Era mitad de semana y como era de esperarse, mamá debía de volver con Emilio a Belgravia donde habían formado ya, una nueva vida juntos. En tanto que yo, continuaba en Oxford intentando poner en orden la mía.
- ¿Estarás bien?
Preguntaba mamá segundos antes de subir al auto y marcharse con Emilio
- Lo estaré. No te preocupes
- De acuerdo. No más secretos ¿Ok?
Decía en tanto se despedía de mí dándome un fuerte beso y abrazo
- Si necesitas algo por favor llámanos
- Lo haré Emilio. Gracias por todo
Emilio me observaba como el padre que observa a su hija más pequeña totalmente confundida, temerosa e ignorante ante la vida.
- Sabrás que hacer. Muy en el fondo lo sabes. Solo tienes que arriesgarte y dejar de tener miedo.
Decía en tanto que se despedía de mi para subir a la camioneta con mamá y marcharse rumbo a casa.
Deja de tener miedo ¿Cómo se puede dejar de tener miedo? ¿Cómo hacer simplemente las cosas sin pensarlo demasiado? Aquellas palabras y preguntas daban vueltas una y mil veces en mi mente sin dejarme en paz un solo segundo del día.
Me sentía culpable por la pelea de días atrás y con sentimientos como estos, no tenía ni la menor idea sobre como afrontaría el próximo fin de semana y, por ende, como podría enfrentar a Andrew y Nicholas. Por fortuna, la librería desde su reapertura había sido todo un éxito, los libros se vendían como pan caliente y por fin podía ocupar mi tiempo libre en algo que me ocupara la mente o que al menos hiciera que mis horas del día avanzaran con mayor rapidez.
Los días en la librería eran bastante productivos. El trabajar a mi ritmo y a mi manera, en un espacio el cual consideraba ahora como personal, era algo completamente gratificante y no imaginaba nada más placentero en el mundo que hacerme cargo de la librería y estar rodeada de tanto conocimiento y poesía. No me mortificaba o pesaba el hecho de hacerme cargo yo sola de la librería, ya que, para mí, era mucho mejor hacerlo así.
Aunque, probablemente en un futuro, no descartaba el hecho de contratar a alguna otra chica o chico que estuviera en busca de una oportunidad, tal cual yo lo estaba cuando el señor O'Neill me había tendido la mano, esperando también yo, poder apoyar a alguien en un momento de necesidad.
Era viernes y se había llegado el momento de cerrar la librería. Respetando el horario habitual de 9 de la mañana a 6 de la tarde. Me marche directamente a casa ya que moría de hambre y tenía planeado preparar un poco de carne y verduras. Acción que hice, inmediatamente después de mi llegada a casa.
Terminaba de cenar cuando me daba cuenta de que tanto la casa como mi habitación eran un verdadero desorden, así que después de haber lavado hasta el último plato que había utilizado en la preparación de mi cena, me dispuse a limpiar un poco la casa. Acomodando algunos libros en su sitio, limpiando la cocina, regando las plantas y sacudiendo hasta el último rincón de la planta baja. Cuando por fin termine abajo, me marche rumbo a mi habitación con la finalidad de desempolvar un poco, pero sobre todo acomodar la ropa que mamá y papá me habían traído de su luna de miel.
Terminaba de guardar algunos abrigos en el closet cuando me percate que entre los regalos se encontraba también un pequeño alhajero, el cual, estaba destinado para guardar la joyería que me habían traído del viaje. Termine de guardar tanto los aretes, como los anillos y collares en el alhajero cuando opte meter la pequeña cajita en mi cajón al lado de la cama, procurando con esto el no hacer tan visibles o accesibles mis objetos de valor.
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𝓑𝓾𝓼𝓬𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓾𝓷 𝓜𝓸𝓽𝓲𝓿𝓸
Romance𝐄𝐦𝐢𝐥𝐲, 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐜𝐚𝐧𝐬𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐟𝐫𝐚𝐜𝐚𝐬𝐨𝐬 𝐲 𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫𝐞𝐬, 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐧𝐳𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐧 𝐎𝐱𝐟𝐨𝐫𝐝. 𝐒𝐢𝐧 𝐬𝐢𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐢𝐦𝐚𝐠𝐢𝐧𝐚𝐫, 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐚 𝐩𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐝�...