𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕 𝐔𝐧 𝐟𝐮𝐧𝐞𝐫𝐚𝐥 𝐲 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐞𝐬𝐢ó𝐧

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Habían pasado algunos días desde mi primera cita con Nicholas y de la primera noche que había dormido en su casa. Aquella tarde nos habíamos quedado dormidos sobre el sofá en el cuarto de tele y a la mañana siguiente habíamos tenido que salir temprano de casa ya que a Nicholas se le había presentado una reunión en la universidad de último momento, así que debía ir a Oxford aquel día dejando para después nuestros planes de desayunar juntos.

Para no levantar sospechas Nicholas había pedido a Heaven que me llevara a casa en tanto que él nos seguía en su automóvil para ir a la universidad. Desde que Nicholas había "robado" mi número de teléfono de los datos de registro era mucho más constante la comunicación entre nosotros, me llamaba y enviaba mensajes de texto prácticamente todos los días, lo cual provocaba que nuestra comunicación y contacto fuera cada vez más común y cercana.

Iniciaba una semana más y como era costumbre debía ir donde la librería y trabajar con el señor O'Neill. Salí de casa camino al trabajo y al llegar me encontré con la librería cerrada, inmediatamente presentí que algo andaba mal así que me dirigí a casa del señor O'Neill la cual no estaba más que a dos o tres cuadras de ahí. Al llegar a la casa me encontré con un tumulto de gente tanto por todos lados, provocando con esto que mi primera reacción fuera de alerta, así que entré a la casa con sigilo y precaución sin siquiera poder imaginar lo que estaba a punto de suceder...

Al entrar, me encontré con el señor O'Neill, tumbado en un sofá de la estancia llorando desconsoladamente. Parecía un niño, frágil y desamparado. El ambiente era lúgubre y solo se escuchaban susurros y sollozos distantes.

- ¿Señor O'Neill? ¿Qué ocurre?

Me acerque precipitadamente a él sin importar a quien empujaba a mi paso.

- Señor O'Neill ¿Qué sucede? ¿Qué le pasa?

Le pregunté al mismo tiempo que me hincaba ante él, tomándolo de las manos, mismas que parecían un trozo de hielo, temblorosas y sin fuerzas.

- Mi esposa hija... El amor de mi vida se me ha ido.

No podía articular muy bien cada palabra y entonces entendí lo que sucedía.

- ¿Cuándo fue? Le pregunté

- Hoy. Muy temprano por la mañana. No pudo más. Se me fue

Poco sabía exactamente sobre lo que había sucedido. No deseaba preguntárselo directamente al señor O'Neill ya que no deseaba abrir en el aún más la herida que ya por si estaba viva. Los rumores decían que había sido una muerte natural. Sin dolor o pena alguna. Aquello tranquilizaba un poco la mente, pero no aminoraba el dolor que vivíamos en ese momento.

Vamos. Venga conmigo, necesita una taza de té y comer algo.

Lo levante y apoye en mí llevándomelo a la cocina con la esperanza de que bebiera o comiera algo.

- ¿Cómo lo haré sin ella? ¿Cómo podré seguir sin ella?

Se repetía para sí mismo una y otra vez entre llantos y suspiros.

Le prepare una taza de té caliente y procure que comiera un poco sin tener éxito alguno. En ese momento me sentía igual de terrible que el señor O'Neill, aunque probablemente mi dolor no se comparaba con lo que él estaba viviendo. Para mí su esposa había sido como la abuela que jamás conocí. Era una mujer optimista sin importar las circunstancias, amorosa y sencilla. Cuando llegue a Oxford la señora O'Neill había sido la primera en brindarme un "buenos días" o una sonrisa honesta. Era una persona excepcional y era de comprenderse el por qué tantas personas se encontraban aquella mañana en su casa sufriendo su partida.

𝓑𝓾𝓼𝓬𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓾𝓷 𝓜𝓸𝓽𝓲𝓿𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora