Había pasado una semana desde la llamada con doña Elina y, a decir verdad, todo había empeorado desde entonces. Por las noches, no podía cerrar los ojos sin que inmediatamente los recuerdos de aquel día en Italia volvieran a mi mente, borrando de mi cualquier rastro de paz o serenidad. Además, el miedo y los nervios que me causaba el saber que Nicholas estaba de vuelta en Oxford y peor aún, que este me buscaba, provocaban un mar de emociones estresantes. Dichos sentimientos y sensaciones eran tan fuertes que cualquier alimento que entraba en mí, provocaba náuseas y mareos. La situación que estaba viviendo ahora y como se encontraban las cosas entre Nicholas y yo, me estaban pasando una factura mucho más alta de lo que yo tenía pensado. No me sentía capaz o fuerte para afrontar lo que venía y para ser honesta no sabría lo que haría de ahora en adelante con mi vida.
Era sábado por la mañana y como era ya costumbre en los últimos días había dormido poco o casi nada aquella noche. Comenzaba a tener mal aspecto y a pesar de que yo hacía lo posible por ocultar cualquier rastro de cansancio o malestar, mi aspecto físico y rostro me llevaban siempre la contraría.
Probablemente pasaban de las 7 de la mañana cuando por fin me había dado por vencida y había aceptado que no dormiría nada, así que me levante de la cama con la finalidad de darme una ducha y mejorar mi aspecto físico con un poco de maquillaje y perfume.
Baje alrededor de las ocho treinta con dirección a la cocina donde ya se encontraban Emilio y mi madre.
- Buenos días nena. ¿Qué tal tu noche?
Preguntaba mi madre mientras servía el desayuno de aquella mañana, el cual constituía de huevos revueltos, pan tostado y café negro.
- Excelente.
Respondí intentando sonar lo más animada y realista posible.
- ¿De verdad? Te ves agotada. Decía Emilio
- Es solo el aspecto habitual de la mañana. Es todo. Respondí bebiendo de mi café intentado huir de aquella conversación. Como siempre.
- ¿Qué quieres hacer hoy? Preguntaba mi madre emocionada y expectante
- No lo sé. La verdad siento como si ya lo hubiese hecho todo
- Vamos de compras. Decía mi madre emocionada
- No lo sé. Creo que no es algo que deba considerar en estos momentos. No cuento con demasiado dinero y lo poco que tengo creo que es mejor ahorrarlo.
- Tienes razón. Decía mi madre un tanto apenada, pero sobre todo preocupada.
- ¿Has pensado ya en lo que harás ahora que no tienes empleo?
Preguntaba Emilio mientras se servía un poco más de café y agregaba algunas pizcas de canela y un poco de leche.
- La verdad no. Y siendo honesta no es algo en lo que desee pensar por el momento. Quisiera disfrutar algunos días más antes de enfocarme en lo que hare cuando vuelva a Oxford.
La verdad es que aquello que acababa de responderle a Emilio eran puras mentiras. Desde que había muerto el señor O'Neill no dejaba de pensar en lo que haría de ahora en adelante sin él y sin empleo. Aquella idea me atormentaba constantemente y no pensaba en nada más que no fuera el "que haría ahora con mi vida". Sin embargo, era obvio que no se lo haría saber a Emilio o a mi madre. Lo que menos quería era preocuparla y hacer que volvieran a ella el tormento de emociones que vivió conmigo durante muchos años. Era verdad que no deseaba pensar en eso, pero también era cierto que mi tiempo en Belgravia se terminaba y yo tarde o temprano debía tomar decisiones sobre mi vida, mi futuro y, sobre todo, decisiones sobre Nicholas.

ESTÁS LEYENDO
𝓑𝓾𝓼𝓬𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓾𝓷 𝓜𝓸𝓽𝓲𝓿𝓸
Romantizm𝐄𝐦𝐢𝐥𝐲, 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐜𝐚𝐧𝐬𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐟𝐫𝐚𝐜𝐚𝐬𝐨𝐬 𝐲 𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫𝐞𝐬, 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐧𝐳𝐚𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐧 𝐎𝐱𝐟𝐨𝐫𝐝. 𝐒𝐢𝐧 𝐬𝐢𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐢𝐦𝐚𝐠𝐢𝐧𝐚𝐫, 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐚 𝐩𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐝�...