Capitulo 25

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Se veía incomodo, hizo un par de llamadas, pero por su reacción nadie lo atendía, era de esperarse, ya era bastante tarde, así que me armé de valor y

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Se veía incomodo, hizo un par de llamadas, pero por su reacción nadie lo atendía, era de esperarse, ya era bastante tarde, así que me armé de valor y...

—¿Pasa algo? —me preocupa verlo así.

—Nada en especial, solo que no tengo ropa cómoda para dormir —se rascó la nuca, sí, en definitiva, es bastante lindo.

—Tranquilo, puedes dormir en ropa interior si te apetece —dije mientras mordía una alita. «He visto varios cuerpos desnudos, mi mente soportará uno más», dije en mis adentros mientras él se ponía más rojo de lo normal.

No tardamos en ir a dormir, estaba coqueteándole y tratando de seducirlo, pero él ni se inmutaba, me rendí en el fallido intento, mañana por la noche tendría que viajar para visitar a mi nuevo cliente y eso me asustaba un poco con las experiencias buenas y malas que me han tocado, ya no séqué esperar, el asunto no pasó de unos besos y abrazos durante toda la noche, la verdad estoy decepcionada de ello, pero para él fue lo más hermoso del mundo. Despertó temprano para irse a trabajar, mientras que Eva quedó decepcionada de la cordura que aun tenia, según ambas, me vestí lo más linda posible y mi mejor amiga me acompañó para ir al aeropuerto, llegué a Bucaramanga, solo volé una hora para cubrir la distancia, no llevé mucho equipaje por lo que no me fue difícil caminar por el aeropuerto que me recibía. El clima es bastante agradable por lo que me sentí aúnmás cómoda, miré mi celular, pero... la batería se había agotado, «Siempre me tienen que suceder esta clase de imprevistos», pensé. Un joven de aproximadamente veintiséis años se acercaba a mí, es bastante apuesto, de cabello rizado y negro, lentes redondos que cubren unos ojos marrones y de estatura promedio, vestía de forma inusual, algo despreocupado, sin embargo, no lucia mal, me saludó y sonrió, le devolví la sonrisa.

—¡Carla! —es él mi cliente. ¡Pero qué demonios!—. Estoy tan feliz de estar aquí contigo — Me llevé la sorpresa de mi vida, no revisé bien el sobre y sinceramente no esperaba que fuera así.

—Hola — Estoy metiendo la pata enormemente.

—Soy David, encantado —me estrechó la mano.

—Mucho gusto, David —nos sostuvimos la mirada unos segundos, es precioso.

—Bueno, ¿te gustaría ir a recorrer la ciudad? Estamos en la ciudad de los parques, tienes que conocer por lo menos alguno —asentí—. Bien, hay miles de cosas que hacer acá y teniendo una doncella tan hermosa como tú a mi lado es inevitable no querer salir a presumirla —es un alegador de primera.

Pasamos varias horas recorriendo la ciudad, conociendo sus majestuosos lugares y practicando diversas actividades como el parapente. Llegó la hora de ir a su departamento, por lo que tengo entendido tiene veinticuatro años, casi acertado mi aproximado, pintor famoso de esta ciudad, padres dueños de franquicias importantes, padres que dudaban de sus preferencias sexuales, por lo que contrató a una compañía, entramos y era un desorden, tenía un estilo rustico, muchos detalles de madera, se sentía hogareño, me llevó a su habitación y acomodó mis cosas junto a las suyas, al parecer no había una habitación extra donde pudiera dormir debido a que estas fueron acopladas para ser su estudio.

—Yo dormiré en la sala, ponte cómoda y tranquila no te haré difícil tu estancia, descansa — se despidió, no lo podía permitir, es su casa, no lo dejaría dormir en el sofá.

—¿Quieres quedarte a dormir conmigo? —estaba sorprendido—. No te molestaré, lo juro —agregué para convencerlo.

—Bien, solo deja cambiarme —busquéel piyama que traía y me cambié, era corta y a mi parecer era muy buena elección, hacia algo de calor.

Entro de nuevo a la habitación, esta vez ya cambiado y listo para dormir, me miró unos minutos como si fuera una maravilla del mundo, reí un poco y él se acercó, nunca me había parecido tan sexy durante el rato que hemos estado conviviendo juntos hasta ahora. Se acercó a mis labios y me tomó del rostro tratando de no dañarme, acariciándome cual rosa en un rosal, cuidando cada pétalo de mí, mordí mi labio, y lo besé, él me devolvió el beso y comenzó a halar mi cuerpo para pegarlo al suyo, los besos subieron aún más la temperatura, mis dedos jugueteaban con sus risos y sus gafas, inexplicablemente le dieron el poder para que sus ojos me observaran sin cristal de por medio, mis caderas tenían sus manos firmes, mis piernas sostenían mi cuerpo que disfrutaba del elixir de su saliva, mi mente estaba incontrolable, me quitó la ropa lentamente y sin darme cuenta ya estábamos desnudos, en acto carnal, mi periodo cesó a causa de los fluidos en consecuencia de la excitación. Besó mi cuello y podía jurar que estaba volando, nos tiramos a la cama y me empezó a penetrar lentamente, los gemidos no eran constantes, al contrario, eran una melodía en pausas con falsetes incluidos por él, estaba lejos de acabar.

—Eres la musa que tanto he esperado para que se adueñase de mí por completo —me dijo besándome.

Podía sentir el amor, jamás había tenido sexo con esta sensación, lo miré unos segundos a los ojos que parecían eternidades, tenía los ojos más preciosos que en mi vida había visto, sus acciones me hacían disfrutar cada vez más, penetraba lento y rápido a la vez, me lograba sacar orgasmos de una forma delicada, disfrutaba el momento, el tiempo, el lugar, olvidé todo por completo, por primera vez me sentí amada, me sentí querida, no quería que se acabara. Terminamos exhaustos, durmiendo juntos y abrazados entre el olor de la noche apasionante, pero se me olvidó algo muy importante, mi periodo seguía conmigo en esta experiencia, despertó él, me besó la frente y sentía como sacaba con cuidado las sabanas de la cama, puso la lavadora y me preparó la ducha, me levanté avergonzada al ver la mancha roja, me metí al baño directamente, agua caliente, perfecta, me bañé y limpié muy bien, salí con ropa interior limpia y mi toalla sanitaria en su lugar, sobre la cama había una piyama coqueta que seguramente él había comprado, se acercó y me besó.

—Disculpa por el desastre —estaba roja de vergüenza.

—Tranquila, mi amor, todo bien, son cosas normales, espero te guste el piyama —«¿Mi amor? ¿Acaso sintió lo que yo sentí anoche?», pensé un segundo—. Ven, quiero mostrarte algo.

Me llevó a su estudio, donde tenía un retrato de mi rostro con una rosa detenida por mi oreja, era la fotografía que entregué a la agencia.

—Desde la primera vez que te vi me enamoré de ti —dijo abrazándome por la espalda. Las lágrimas rodaron, estaba feliz, creo que me estoy enamorando—. Quiero hacerte feliz por el resto de mi vida —finalizó.

Por fin, era hora que conocieran el rostro de Carla o Remy más bien, gracias por el apoyo que le han dado a esta novela, gracias por el apoyo que me han dado a mí para continuarla, l@s amo.

Les dejo la foto que David le hizo a Remy arriba.

Besos.

¡Maldición Carla! [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora